Es un habitual de estas columnas de los lunes en los últimos tiempos. David Madí Cendrós, el nieto del inventor de la loción de afeitado Floid, circula inquieto y algo nervioso por la acumulación de casos judiciales que amenazan su empleo. El hombre que convirtió a Artur Mas en un líder, que mandó más que ningún otro político convergente durante años y que fue finalmente despedido por manipular las encuestas electorales es hoy un juguete roto. Apenas eso.
Deambula, cual sonámbulo, por los medios de comunicación audiovisuales a la búsqueda de redención. La última semana ha conseguido dos micrófonos, el de RAC1 y el de TV3, en los que victimizarse y hacerse pasar por un mártir del independentismo al que se le persigue por sus ideas y no por sus hechos. Su discurso es idéntico al de la condenada expresidenta del Parlamento de Cataluña, Laura Borràs: el Estado, ese maquiavélico ente que persigue nacionalistas, le ha puesto la proa e intenta destruirlo.
Madí es más listo que Borràs, o eso creímos siempre por su facilidad para facturar, que diría Shakira. Borràs es más de la lágrima fácil, como Marta Rovira. Sin embargo, cuando la Audiencia Nacional le ha imputado por su implicación en un supuesto caso de corrupción con los servicios de ambulancias ha usado la misma táctica que la todavía presidenta de Junts per Cataluña para pedir clemencia: soy un perseguido.
El mismo político que se comparó con el general Patton (en un autolibro publicado tras dejar la política para mayor gloria del personaje) ha cruzado la fina línea de su educación burguesa para revolcarse en el barro de la dialéctica. Dice sentirse violado por una manada formada por Hacienda, policías, fiscales y medios de comunicación, además de injustamente tratado. El símil es tan excesivo como grosero e impropio en estos tiempos. Por si fuera poco, acaban de archivar su causa en el caso Voloh con un auto en el que juez ha finiquitado su carrera profesional como conseguidor, lobista o como quiera que se llame esa cosa intangible que practica. Decía el magistrado que resulta evidente que intentó obtener favores políticos, aunque a la vista de la ineficacia de sus gestiones, “no debieron hacerle el menor caso”. Por ahí se ha librado, porque ni fue capaz de consumar.
El independentista violado en manada está, pues, desnudo. Y no porque los medios de comunicación publiquemos sus implicaciones en diferentes asuntos, cosa que le disgusta de manera evidente, sino por otro motivo: ¿quién empleará ahora a un intermediario tan señalado e ineficaz al que incluso su aventura empresarial con Aguas de Valencia le salió fatal? De hecho, en las últimas semanas va recabando la ayuda de antiguos amigos para reconducir su hundimiento. Le reciben, le escuchan y hasta le dicen que le ayudarán. Cuando sale por la puerta, todo el mundo borra de su memoria la reunión de marras.
Hace unos meses en esta misma Zona Franca avisé de que la investigación sobre presuntos casos de corrupción con los servicios de traslado de pacientes con ambulancias tenía muchos números de convertirse en un serial similar o mayor que el del famoso 3% de la construcción de obra pública. Madí ha merodeado en ese negocio y los investigadores tienen indicios razonables sobre su participación directa en el mismo. De hecho, cuando ese procedimiento llega a la Audiencia Nacional, el antiguo político es imputado de inmediato. Por más que respetemos la presunción de su inocencia son demasiadas coincidencias y excesivas las participaciones en asuntos turbios las que acumula Madí.
Ahora atribuye a Crónica Global sus problemas, nos califica de medio nacido de las cloacas e intenta minimizar nuestras informaciones atribuyéndolas a una campaña orquestada contra su figura. No, apreciado David, se equivoca: el desprestigio se lo ha ganado a pulso en solitario. Y los 14 meses de prisión a los que le condenó la justicia por el caso Triacom en el que intentó engañar al Fisco a través de su consultora Nubul no son ninguna invención, sino una resolución contundente del poder judicial después de ver las pruebas y escuchar su defensa. Ojalá fuéramos tan importantes como para quitar y poner reyes. Con explicar lo que maquinan los aprendices de reyezuelos, los que sí viven en el núvol de su clasismo y trasnochada influencia burguesa, nos conformamos.
Cuánto recuerda Madí al Mario Conde que lo fue todo y tras su condena se convirtió en un tertuliano que mendigaba micrófono y notoriedad. Una pena lo de este político que pretendió también ser alto ejecutivo: violado en grupo y sin clientes ni más trabajo real que preparar su defensa. Disfrute usted de su nueva pasión literaria, si le dejan, y tranquilícese al sol mientras pueda…