De momento, ha ganado Alberto Tito Álvarez. El líder del sector del taxi es el vencedor del pulso que mantenía el colectivo en Cataluña con los vehículos de alquiler con conductor (VTC), que utilizan plataformas como Bolt, Cabify y Uber. Tito se fotografió hace unos días con el expresidente catalán fugado, Carles Puigdemont, pero la instantánea más decisiva no es la que se tomaron los dos en las dependencias del Parlamento europeo. Será la que se tome en las calles catalanas a partir del 1 de octubre

A partir de aquella fecha, el 1-O --ironías del destino-- entra en vigor el decreto 9/2022 [ver aquí] que regula la industria de los VTC en Cataluña. Como explicó este medio, las restricciones que impone a los operadores que trabajan con estos permisos son tan fuertes que les será muy difícil competir con el taxi, como venían haciendo hasta ahora o como ocurre en otros territorios, como la Comunidad de Madrid. 

En la comunidad catalana, el taxi ha vapuleado a sus rivales. Eso es así y es la baseline desde la que todo el mundo debería trabajar. Ha ganado el taxi, ha ganado Tito, por ahora, y eso es lo que todo el mundo debería tener claro, sea cual sea su opinión o propuesta en el campo de la movilidad urbana. Gusten la pasión y locuacidad con la que se emplea habitualmente el activista y gusten sus formas o no. En Cataluña y por ahora ha ganado él. 

Porque el texto, que cobrará fuerza en apenas 20 días, fija condiciones que los VTC apenas pueden cumplir, como explicó el compañero Aleix Mercader hace unos días. Apenas hay modelos con longitud superior a los 4,90 metros, una condición sine qua non que fija el artículo 4,d) --y que, por cierto, se atribuye al PSC--, y los que hay se están tardando en entregar.

Sin coches suficientes, no hay flota para que las intermediarias compitan con el taxi en Barcelona y conurbación. Y por el momento no los hay. Asimismo, las Administraciones cotejarán los títulos concedidos hasta ahora. Tendrán hasta el 31 de diciembre para hacerlo. Y si no cumplen, irán fuera. El silencio administrativo, dice el decreto, no servirá para operar a partir de Año Nuevo. 

Por estos mimbres creo que, por el momento, ha ganado Tito. Ya se verá si los tribunales validan o no esta nueva norma. Pero lo factual es que en el campo político, el dirigente de Élite Taxi también ha vencido. El Parlament convalidó el decreto con los votos de la mayoría de gobierno, ERC y Junts, pero también con los del PSC; primer partido de la oposición, y con los de En Comú Podem y la CUP.

O el sector del taxi goza de espectaculares apoyos políticos o los de la VTC carecen de ellos. Pero en un Parlament que se relame las heridas del procés y que saca a relucir a menudo sus divisiones, consensos como el descrito arriba no son frecuentes. O el taxi ha convencido demasiado o los VTC no se han sabido explicar. 

Lo que subyace, claro, es el debate de qué movilidad pública explotada de forma privada queremos para la Ciudad Condal y entorno. Los partidarios de abrir el mercado quieren a más operadores --como los desea la Autoridad Catalana de la Competencia-- porque, dicen, redundará en beneficio del cliente en forma de precios más bajos. 

A su vez, desde el taxi aseguran que esa competencia debe hacerse en igualdad de condiciones, algo que ahora no ocurría con las plataformas citadas arriba. Para ello, mencionan las sanciones impuestas por la Guardia Urbana y otros cuerpos. 

Sea como fuere, en esta batalla hay un primer ganador, y no son, por ejemplo, los VTC tradicionales, que se describen como un "daño colateral" de la batalla entre el taxi y los operadores. 

La primera batalla de la movilidad en Barcelona la ha ganado el autotaxi, sector que, por ahora, representa un sindicato mayoritario que dirige Tito Álvarez. Esa debe ser la hipótesis de trabajo inicial de cualquier aproximación al debate. A partir de aquí, todas las críticas, propuestas, enmiendas, planes y sugerencias al debate que permite una sociedad abierta y libre como la barcelonesa, y que son todos, claro, dentro de los límites del respeto. 

Pero hay que tener claro que la fotografía importante no es la del otro día en Bruselas, sino la que se verá en las calles catalanas en 20 días. Esa será la captura fundamental que dará pistas de hacia dónde se ha decantado el debate.