Será un perogrullo, pero la contribución económica del Puerto de Barcelona es colosal. Según cifras propias, su radio de influencia alcanza las 3.000 empresas y, la facturación de éstas, 300.000 millones de euros anuales. Los empleos directos e inducidos suponen un millón. Globalmente, se estima que el puerto autónomo aporta más de 9.200 millones a la economía regional, equivalente al 5,7% del Producto Interior Bruto (PIB) autonómico.
El enclave y sus distintas subactividades económicas conforman una ciudad en sí misma. Y como en cualquier aglomeración humana, hay recovecos, escondrijos y rincones. Aguas estancadas. Parajes en los que mientras en el resto del globo se irradia la luz, a algunos les gustaría que allí se permaneciera en la penumbra.
Este medio ha dado en las últimas semanas noticias que, creo, lo ilustran. Un conjunto de empresas de la zona, agrupadas en torno al Barcelona Cluster Nàutic, han tratado de poner un pie en la Copa América de Vela, que se celebrará en Barcelona en 2024. Mientras, en otra concesión cercana, el Nautic Center --nada que ver con los primeros-- se repara el nuevo juguete del presidente del AS Monaco, un oligarca a quien Estados Unidos señaló oficialmente como cercano al presidente ruso, Vladimir Putin.
En el ámbito del Port Vell se crea riqueza y empleo. Otro perogrullo que hay que recordar. Pero también hay que recordar que persisten dudas, a veces sombras, que no se han dilucidado. Una de las cuestiones que lleva tratando de averiguar este medio es hasta cuándo dura la concesión de Marina Barcelona 92 (MB92) --principal impulsor del Cluster Nàutic que quiso morder en la Copa América--, el gigante de mantenimiento y refit de buques de grandes eslora que se hace con cada vez más porción del litoral situado junto a la Barceloneta.
Nadie sabe contestar a esa pregunta, y eso que una concesión es una explotación patrimonial transitoria de algo común, y a que públicamente MB92 avisó de que quería prorrogarla. Nadie sabe cuánto tiempo una empresa ocupará parte de la fachada litoral de Barcelona. Y en qué condiciones. Y eso que este medio lo ha preguntado a todos los actores, claro está. Y sin animadversión ni idea preconcebidas, pues en el sector se reconoce que MB92 es un gigante de la reparación náutica que "hace las cosas bien".
Una instalación referente en el mundo, sí, pero que a veces prefiere vivir en la semiopacidad. Hasta que, de la noche a la mañana, en una nota de prensa zanja la cuestión de su venta, como ocurrió en 2019. No dañaría a MB92 ser más transparente, por ejemplo, y explicar a todo el mundo cuánto aporta a la ciudad en términos de empleo y riqueza --que es mucho--, su huella medioambiental o qué pasará con su negocio ahora que los magnates rusos están en el disparadero por la agresión bélica en Ucrania. Cómo reformulará su oferta, que hasta ahora ha sido muy exitosa.
Ese es un ejemplo, pero hay más. Otro ejemplo es Marina Vela, otra concesión, esta vez en la zona de la Nova Bocana. Ha tenido que ser este medio quien aflorara graves incumplimientos en la concesión que, a la postre, se han acabado cobrando las cabezas de los gestores mallorquines, como avanzaron los compañeros de La Vanguardia.
No contentos con ello, los baleares se han refugiado ahora en el Cluster Nàutic, el mismo en el que ahora se pone a punto el velero última generación de Dimitri Rybolovlev, como relató Crónica Global. No es nada ilegal, ni siquiera poco ético. Pero es de interés periodístico, y este medio así lo entendió. Pero bajo el mantra de la "protección del cliente" a menudo se corren cortinas de opacidad que, más que defender tu reputación en el corto plazo, la hipotecan en el largo.
Si el negocio es acorde a normativa y ético, explíquenlo. No pasa nada. Reparen en el impacto económico y sobre el empleo, que a la ciudad buena falta le hace tras las turbulencias vivida en el último lustro.
Pero no se escondan. Porque a veces, cuando uno cruza el paseo de Colón hacia abajo, tiene la sensación de que los periodistas estorban cuando preguntan. El puerto es activo de ciudad y así lo queremos poner en valor muchos en esta profesión. Pero como el resto de la urbe, está en disputa y sumida a las tensiones y vaivenes del frenesí diario de esta sociedad hiperconectada, en la que un conflicto bélico en un confín cuestiona tu negocio en este lado del mundo. Como ocurrió con los yates cuando estalló la barbarie en Ucrania. Uno de ellos, por cierto, sigue atracado en MB92.
Bajo mi punto de vista, nuestra labor es explicar estos pulsos desde la máxima objetividad posible y con el ánimo ecuánime. Y las zonas oscuras del Puerto de Barcelona, las aguas estancadas, causan solo que aumente ese apetito.