Los bochornosos episodios protagonizados por la consejera de Cultura de la Generalitat, Mariàngela Vilallonga, y por la alcaldesa de Vic y diputada de JxCat en el Parlament, Anna Erra, han puesto al nacionalismo catalán ante un espejo.

Hace apenas un par de semanas, se conoció que Vilallonga --firmante en 2016 del manifiesto Koiné, que pedía suprimir la cooficialidad del español en Cataluña y acusaba a los procedentes del resto de España de haber participado en una “colonización lingüística”-- publicó en 1986 un libro en el que apelaba a la “raza” catalana.

Tras ser interpelada el jueves pasado en la cámara autonómica sobre esta cuestión, la consejera se defendió: “Escribí y dije raza porque esta palabra, hoy en día, en el siglo XXI, ya sé yo que es anacrónica. Esto está escrito en el siglo XX y es un arcaísmo. Lo sé que es un arcaísmo”. Lo que no aclaró es por qué reiteró sus referencias a la supuesta “raza” catalana en una conferencia en 2010 y en un acto sardanista en septiembre pasado. En ambos casos, ya bien entrado el siglo XXI.

Un día antes, en otro debate en el Parlament, Erra irrumpió como nueva estrella del independentismo fundamentalista con una propuesta para “concienciar a los catalanes autóctonos” de que abandonen la “costumbre” de “hablar en castellano a cualquier persona que por su aspecto físico o por su nombre no parece catalana”. Tras la polémica generada, la diputada posconvergente trató --sin éxito-- de matizarlo. “Lamento que mi intervención se haya malinterpretado y pido disculpas a quien se haya podido molestar”, dijo en Twitter. Aunque, ufana, mantuvo los vídeos de su discurso.

En realidad, el exabrupto de Erra hacía referencia a una campaña promovida por la Generalitat hace cinco meses con el lema No me cambies la lengua. El programa pretende “concienciar a los catalanohablantes para que no cambien de lengua cuando creen, ya sea por el acento o por los rasgos físicos, que su interlocutor no ha nacido en Cataluña”.

Con estos mimbres era evidente que el debate sobre la naturaleza del independentismo catalán volvería a ponerse sobre la mesa. ¿Son representativas del nacionalismo catalán estas peroratas? ¿Ha sido o es racista, xenófobo y/o supremacista el independentismo? ¿Todo el movimiento o solo una parte?

El padre del nacionalismo catalán contemporáneo, Jordi Pujol, nos da alguna pista en un libro publicado en 1976. Se trata de un texto que ya se ha convertido en un clásico y que conviene releer de vez en cuando para comprender el procés: “El hombre andaluz no es un hombre coherente, es un hombre anárquico. Es un hombre destruido, [...] es generalmente un hombre poco hecho, un hombre que hace cientos de años que pasa hambre y que vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual. Es un hombre desarraigado, incapaz de tener un sentido un poco amplio de comunidad. A menudo da pruebas de una excelente madera humana, pero de entrada constituye la muestra de menor valor social y espiritual de España. Ya lo he dicho antes: es un hombre destruido y anárquico. Si por la fuerza del número llegase a dominar, sin haber superado su propia perplejidad, destruiría Cataluña. Introduciría en ella su mentalidad anárquica y pobrísima, es decir su falta de mentalidad”.

El que fuera presidente del Parlament y secretario general, presidente y candidato de ERC a la presidencia de la Generalitat, Heribert Barrera, también ofrece claves significativas. Barrera nunca ocultó su racismo ni su supremacismo. De hecho, hizo gala de ambos al arremeter contra los negros, los magrebíes y los procedentes del resto de España, y mostrarse comprensivo con ETA. Fue honrado con las medallas de oro de la Generalitat, del Parlament y del Ayuntamiento de Barcelona.

El presidente de la Generalitat, Quim Torra (JxCat), respondía en diciembre de 2012, desde El Món, a un viajero que en una carta a un diario suizo reclamó a la aerolínea helvética Swiss que usara el castellano en sus vuelos a Barcelona. “Carroñeros, víboras, hienas. Bestias con forma humana, sin embargo, que destilan odio. Un odio perturbado, nauseabundo, como de dentadura postiza con moho, contra todo lo que representa la lengua [catalana]. Están aquí, entre nosotros. Les repugna cualquier expresión de catalanidad. Es una fobia enfermiza. Hay algo freudiano en estas bestias. O un pequeño bache en su cadena de ADN. [...] Les rebota todo lo que no sea español y en castellano. Tienen nombre y apellidos las bestias. Todos conocemos alguna. Abundan las bestias. Viven, mueren y se multiplican”, fueron algunos de los calificativos que dedicó y que le valieron duros reproches por parte de Pedro Sánchez.

El líder de ERC, Oriol Junqueras --socio de Torra en el Govern y considerado por algunos como el máximo referente del independentismo moderado (sic)--, también dejó algunas perlas en un artículo publicado en agosto de 2008 en el diario Avui: “Los catalanes tienen más proximidad genética con los franceses que con los españoles; más con los italianos que con los portugueses; y un poco con los suizos. Mientras que los españoles presentan más proximidad con los portugueses que con los catalanes y muy poca con los franceses. Curioso…”.

Parece evidente que estas muestras permiten responder las preguntas planteadas en este artículo.