Que a uno le condenen a pernoctar una temporada en la cárcel de Soto del Real, en Madrid, por creerse el mejor catalán del mundo ya es, en sí mismo, una especie de castigo indirecto. Los Jordis hubieran preferido que su prisión preventiva se hubiera desarrollado en Quatre Camins (La Roca del Vallès) o en Brians (Sant Esteve Sesrovires). En cualquiera de los dos centros penitenciarios existe la posibilidad de que el cocinero decida una vez cada equis días o semanas ofrecer pan con tomate o, en su defecto, una crema catalana de postre.
Jordi Sànchez y Jordi Cuixart no han tenido suerte. En su descargo conviene señalar que ellos corren el riesgo de no ser los únicos a los que les apliquen este contratiempo: ser encarcelados en el extranjero. De hecho, Jordi Pujol Ferrusola convive con ellos en otro de los módulos de la prisión madrileña que está reuniendo en su seno a tal cantidad de vips que pronto editarán una revista del corazón interna.
Sin embargo, toda esa condena por ideas políticas, sólo por ideas políticas, según dicen, sumada a otros castigos suplementarios es ya un exceso. Es lo que ha debido pensar Sànchez, el hombre fuerte de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) al pedir un cambio de localización en la cárcel. Todo por un episodio desagradable donde los haya: que un preso común, alojado en el mismo módulo de ingresos, le recibiera con gritos de ¡Viva España! Seguro que era uno de esos chungos de mala vida sin el nivel C de catalán.
Diferente hubiera sido, piensa Sànchez, que él estuviera en prisión preventiva por haber bloqueado a un grupo de guardias civiles que ejercían una comisión judicial
Diferente hubiera sido, piensa Sànchez, que él estuviera en prisión preventiva por haber bloqueado --como dirigente o líder de una masa de personas convocadas por su organización-- a un grupo de guardias civiles que ejercían una comisión judicial en la Consejería de Economía de la Generalitat en la Rambla de Catalunya de Barcelona. O que, durante horas, los coches de esos policías hubieran sido destrozados y utilizados de manera violenta por manifestantes para amedrentar a policías o funcionarios de la justicia que no podían abandonar el lugar en sus vehículos. Pero, como eso no sucedió, resulta difícil entender que a la privación de libertad a la que han sido obligados se le sumen según qué cánticos intolerables.
Miren, seguro que algunos presos exageran con el tema catalán. ¿Por qué razón tienen que corearle ¡Viva España! a Sànchez? ¿No sería más lógico que a su llegada recordaran aquella canción de Jaume Sisa que comenzaba diciendo: Oh benvinguts, passeu, passeu, de les tristors en farem fum, que casa meva és casa vostra si és que hi ha cases d'algú...? Todo lo demás, créanme, es un castigo desaforado para unos buenos catalanes que han sido llevados hasta allí sólo por lo que son y lo que opinan, según dicen, dicen...