Oriol Pujol y la verdadera pena
Hay políticos de diverso pelaje, con personalidades distintas, mutantes y hasta divertidas. Oriol Pujol Ferrusola era, como político, un auténtico chulito. Así, sin otros sustantivos que dulcifiquen lo que pretendo decir.
El hijo del ex presidente catalán tenía ese aire entre superlativo y supremacista que nació seguramente del hecho que su padre se lo llevará al trabajo desde muy temprana edad. A algunos consejeros de los gobiernos del patriarca Pujol les sabía a cuerno quemado aquellas visitas del joven descendiente, pero se acabaron acostumbrando a su presencia en los consejos ejecutivos (la especie de consejo de ministros catalán) y aceptaron de regular modo que el padre lo nombrara director general de Asuntos Interdepartamentales para que pudiera pasearse por toda la administración autonómica con patente de corso.
Además, Oriol Pujol está educado en una generación bienestante. Acostumbrado al coche oficial desde su más tierna infancia, pronto descubrió que no sólo era un burgués de cuna, sino que tenía costumbres de burgués militante. Le gustaban las segundas residencias y, a ser posible, en Urús, ese refugio de los bolsillos repletos de Barcelona que acaban comiendo todos juntos en el mismo restaurante y comprando la leña para la chimenea en el mismo lugar. También las motos de montaña, las de la marca Yamaha en especial, y las cuentas corrientes saneadas para hacer de inversor, aunque sin ningún éxito que recordemos.
Se le fue la mano. Su mujer, Anna Vidal Maragall (de los Maragall de toda la vida), su amigo Sergio Alsina –era el cirujano en las operaciones económicas que Pujol anestesiaba previamente con su agenda y predicamento– y él mismo acabaron confundiendo dimensiones y esferas públicas con negocios privados. El sumario del llamado caso ITV por el que la fiscalía pide penas de prisión para él y su santa no deja lugar a dudas: jugó con fuego de forma directa y dejó que se le arrimaran algunos aprendices de burgueses que pensaban que un amigo en la secretaria general de CDC y como jefe de los parlamentarios era el mejor sistema de saltarse la cola y merendar de gorra.
Oriol Pujol Ferrusola ha sido apartado de la vida política. Si su caso no hubiera coincidido con la confesión de su padre respecto al ocultamiento fiscal en Andorra o las pesquisas de algunos policías y jueces sobre otros hermanos, el hijo político de la familia hubiera sido reducido a oveja negra familiar. Lo cierto es que el ruido sobre los Pujol en general y algún hermano en particular ha llevado a que se pase por alto la historia de Oriol. Y es una lástima, porque aquellos que quieren refundar CDC o los que gobiernan la Generalitat deberían aprender de Oriol lo que no debe hacerse jamás.
Las penas de prisión que pide el fiscal son duras, aunque no se cumplirán como es de esperar. La mayor de todas es que a Oriol hoy nadie le da trabajo para mantener su tren de vida anterior, o que el padre Pujol se vea a sus años en la necesidad de implorar favores entre la sociedad catalana para mendigar empleo para su familia.