Resulta llamativo y significativo que la precampaña municipal en Barcelona lejos de centrarse en un balance de la gestión del mandato que termina, o de crítica del mismo y la presentación de propuestas por parte de candidatos se haya convertido en un ataque de todos contra Valls.

Desde Vox a Colau, pasando por los socialistas y las candidaturas independentistas. Todos se sienten amenazados y ven a Manuel Valls como el candidato a batir. Lo que molesta del candidato es su carácter disruptivo. Su aproximación a los problemas de la ciudad y, en general de la política catalana y española, sin los apriorismos y las consignas de quienes lo ven como un “extranjero”, como un extraño, en la previsible y endogámica clase política.

Molesta un discurso que rompe con las fronteras políticas al uso y atrae votantes de caladeros que consideran de su propiedad otras formaciones.

Algunos ejemplos como muestra: Colau le ha llamado, como Maragall, el candidato de las élites o de los ricos a la vez que lo han calificado de candidato extranjero o ajeno a la ciudad, en lo que han coincidido con Abascal a quién le parece el ventrículo francés de Rivera. Unos y otros han arrimado la ascua a su sardina denunciando sus pactos con Vox, Collboni, Colau o Maragall o, al contrario, su postura de no pactar con el partido de Abascal, le ha valido que Tertsch denuncie “la injerencia francesa”. Para acabar este breve repaso, recordemos que Rahola lo mando a “la merde” por pedir respeto a la justicia.

Con todo, lo que más me ha llamado la atención es la noticia de que la Generalitat ha requerido al candidato para que le informe de donde realizó la entrevista para una radio latina, al parecer una de las muchas radios, no sé si ilegales o alegales, que siempre han existido en nuestra ciudad. La actuación no parece el producto del celo administrativo para preservar la legalidad en las ondas, tiempo y medios han tenido para hacerlo, sino una acción encaminada a acallar la voz del candidato entre colectivos que algunos quieren abstencionistas salvo el de los grupitos atrapados en la red clientelar de subvenciones públicas. El mensaje sería no llaméis a Valls a vuestros programas o os cerramos el chiringuito. Un aviso a navegantes en toda regla. Una práctica que no parece atenerse al normal funcionamiento de la administración. Sólo así cabe entender que la noticia apareciera en los medios de comunicación en una filtración interesada que podría violar la Ley de Protección de datos. En todo caso una muestra del nerviosismo que genera un candidato que demuestra diariamente su independencia de criterio, su apuesta inequívoca por la defensa del estado derecho, su europeísmo y su crítica rotunda a nacionalistas y populistas de cualquier color.