El Gobierno de Pedro Sánchez ha suspendido una inversión de 1.700 millones en Cataluña, concretamente para la ampliación del aeropuerto, por la falta de interés de la Generalitat en la misma. En esta ocasión, la negociación ha durado poco. Han sido suficientes unas declaraciones del presidente Pere Aragonès poco entusiastas con el proyecto, dejando a la intemperie al pobre vicepresidente Jordi Puigneró que tuvo la osadía de pactar con el Estado ominoso a juicio de sus camaradas; una rueda de prensa de ERC dando apoyo a la manifestación en contra de la ampliación convocada por los socios del PSOE y del PSC, o sea Unidas Podemos y Ada Colau, para que el presidente Sánchez envíe a su ministra de Transportes para dar por concluida la polémica.

¿Cómo es posible tanta contundencia y tanta inmediatez en un negociador nato como Sánchez? De aplicarse esta regla de tres a la mesa del diálogo sobre lo nuestro (el conflicto político de hace tres siglos), dicha mesa estaría clausurada desde hace meses, tantos como lleva Aragonès predicando que en este escenario se va a dilucidar para cuándo se convoca el ejercicio de la autodeterminación. Mil veces más ha repetido este mantra el presidente de la Generalitat que no ha manifestado sus reticencias a la ampliación del aeropuerto, pero sorprendentemente en este caso Sánchez ha sido especialmente susceptible a la diferencia y ha cerrado las divergencias por la vía de urgencia.

Habrá quien crea que esta maniobra es propia de un genio de la política. En la convicción de que la Unión Europea no habría dado luz verde a un proyecto discutible, el presidente Sánchez ha visto la oportunidad de cargar el fiasco a la Generalitat, aprovechando la indeterminación de los republicanos que un día quieren ser más ecologistas que Colau y al otro más desarrollistas que Junts. No habrá proyecto sobre el que discutir porque el gobierno catalán no ha mostrado el entusiasmo exigible a una inversión excepcional sobre una infraestructura estratégica. El don de la oportunidad del dirigente del PSOE y la duda consubstancial de ERC han propiciado un resultado sorprendente. Sánchez se quita de encima un problema y demuestra al conjunto de España que no es prisionero de los independentistas, la coalición ERC-Junts entra en ebullición mientras él se ahorra el tirón de orejas europeo.

También habrá quien crea que es un funambulista, un político driblador enganchado a la supervivencia en el poder. Unidas Podemos y Ada Colau, sus socios en Madrid y en Barcelona, han sido los principales agitadores contra la ampliación del aeropuerto (arrastrando a ERC) por razones asociadas al cambio climático y por convicciones ideológicas sobre el modelo de sociedad, algo alejadas de las defendidas habitualmente por PSOE y PSC. Unidas Podemos y los Comunes tienen una visión muy particular de la gobernación en coalición. Para ellos es una plataforma oficial para subrayar las diferencias con sus socios y a la vez sus adversarios. Los socialistas no están acostumbrados a esto. En esta ocasión, el poder cargar la responsabilidad a la indecisión de la Generalitat les ha salvado de tener que enfrentarse a las consecuencias de un choque frontal con sus socios de haberse llegado al final del trayecto. Han salvado la legislatura y el pacto municipal en Barcelona y “solo” han regalado a sus fraternales socios una victoria transitoria.

Pero Cataluña ha perdido una inversión multimillonaria y la decisión del gobierno de Sánchez nos ha dejado con algunas preguntas. De ser la ampliación del aeropuerto imprescindible para el desarrollo económico de Cataluña como parecía deducirse de los discursos ministeriales y de Aena, ¿cómo es posible que se haya renunciado tan fácilmente por la convocatoria de una manifestación por parte de la alcaldesa de Barcelona o por la declaraciones oportunistas de ERC? No es propio de un hombre de Estado al que las inclemencias coyunturales de la coalición de gobierno le aconsejen una retirada tan vistosa y tan trascendental como la anunciada por la ministra de Transportes, Raquel Sánchez.

Tal vez haya querido mandar un mensaje de autoridad y determinación a los jóvenes gobernantes de ERC instalados en la luna de Valencia de la amnistía y la autodeterminación para futuras reuniones; quizás es solo un amago monumental para forzar a los partidarios de la ampliación a ser algo más beligerantes en la defensa de sus posiciones, en todo caso le pasa la palabra a los contrarios al modelo económico implícito en la ampliación de El Prat para ver cuánto tardan en reclamar los 1.700 millones, de momento perdidos.