Pensamiento

¿Por qué callan quienes lo hacen?

18 septiembre, 2014 06:04

Ignasi Guardans, en un artículo publicado en La Vanguardia, muestra su desprecio por quienes callan sabiendo o compartiendo que todo es una enorme ficción teatral llena de emociones futboleras y vacía de sustancia y racionalidad. Por quienes creyeron que ese mesías en realidad hablaba en público de una cosa para conseguir otra. Por quienes en privado siguen diciendo que la independencia es una barbaridad.

Y avanza una explicación para ese silencio: el miedo a la pérdida de su empleo.

Están convencidos de que por no significarse no hay coste alguno, ni en Cataluña, ya que el poder seguirá en manos de nacionalistas, ni en el resto de España

Efectivamente, la pérdida del empleo, o del ascenso, o del puesto de dirección, es una causa. La pérdida de un contrato, de una subvención es una causa parecida que tambien hay que tener en cuenta. Pero no solo existe miedo económico. Existe miedo a la coacción, de momento psicológica. Existe miedo a ser insultado en la calle, en las redes sociales o por columnistas, tertulianos y conductores de programas en medios públicos y privados. Existe el miedo inconsciente a no formar parte de la tribu, como describe a la perfección la pelicula alemana 'La ola', que recomiendo fervientemente a quien no la haya visto.

Pero lo que yo quiero señalar es que existe otra razón que invita al silencio a muchos que no comulgan con el "proceso". Aunque la operación descarrile, nadie piensa que su no posicionamiento le va a causar molestia alguna. Están convencidos, seguramente con razón, de que pase lo que pase seguirán mandando los mismos. Que por no significarse no hay coste alguno, ni en Cataluña, ya que el poder seguirá en manos de nacionalistas -tengan las siglas que tengan-, ni en el resto de España. En cambio, manifestarse contra la independencia tiene costes evidentes e inmediatos y ningún premio en el futuro.

Guardans apela a la responsabilidad de los silentes, a su incomodidad futura, para que rompan su silencio. Pero los humanos, salvo contadas excepciones, sabemos convivir con nuestras frustraciones y cobardías. Anteponemos la comodidad material a cualquier otra consideración. Encontramos facilmente coartadas para autojustificarnos.

Solo al borde del abismo, como ha ocurrido en Escocia, algunas grandes corporaciones hablarán. Pero solo un cambio de mayorías en Cataluña, es decir, el cambio de percepción sobre el vencedor de la contienda política, puede cambiar las cosas. Y para ello habría que darle la vuelta a la ideologia dominante, instaurada en nuestra sociedad por la intensa actividad de agitación y propaganda de unos y el silencio e inacción de los otros. Pero como eso no parece probable a corto plazo, si un milagro político no lo remienda, los callados denunciados por Guardans lo seguirán siendo.