Pensamiento

Sobre los orígenes sionistas de la inmersión

18 septiembre, 2014 08:32

“De forma generalizada la pedagogía recomienda la enseñanza en la lengua materna, tanto por razones mentales como afectivas. La inmersión lingüística es siempre algo excepcional y limitado, salvo en ciertos contextos de conquista política. La inmersión se reduce a la de minorías en países extraños o a la de minorías sociales que, con fuerte seguridad cultural y lingüística, invierten en una lengua de "prestigio"; pero nunca es masiva ni obligatoria ni dirigida a las clases populares, que, por lo general, no pueden ofrecer a sus hijos un refuerzo compensador del trauma mental y afectivo. En Cataluña, sin embargo, en contra de la ley de normalización lingüística, a miles de niños de extracción popular se les da el cambiazo lingüístico. Esta situación la sufre una mitad de la población infantil, pues la otra ve respetados sus derechos lingüísticos. Sin embargo, esa otra mitad no "goza" de la inmersión en castellano. No hay razones que justifiquen tal discriminación”.

ISIDRO CABELLO HERNANDORENA Licenciado en Filología Hispánica, Clásica e Inglesa. Terrassa” (Carta de un lector de La Vanguardia de 3 de enero de 1993)

Quería empezar con una de las numerosas llamadas a la sensatez y al sentido común que muchos ciudadanos anónimos realizaron durante décadas, en forma de carta a los periódicos, en la esperanza de que el desatino y la imposición tenderían a tener un fin próximo como consecuencia de su denuncia pública. No lo consiguieron; no lo conseguimos.

Se nos vende el modelo de inmersión lingüística como el más beneficioso contra toda evidencia empírica y técnica

Ha llovido mucho y se ha tapado más en el que llegó a denominarse “oasis catalán”. Incluso hoy, la nebulosa pende sobre una cuestión que ha sido y continúa siendo pieza fundamental en la construcción nacionalista catalana.

Seguí con entusiasmo pedagógico las intervenciones públicas, en diversos foros, de Mercè Vilarrubias, autora de uno de los escasos ensayos sobre la cuestión cuyo origen no se remontaba a la subvencionada propaganda nacionalista: 'Sumar y no restar. Razones para introducir una educación bilingüe en Cataluña' (editorial Montesinos, 2012); donde revisa las razones por las que, desde el poder hegemónico, se nos vende el modelo de inmersión lingüística como el más beneficioso contra toda evidencia empírica y técnica. La autora nos indica que los referidos mitos son pantallas con tres funciones básicas: - lograr hacer el modelo de inmersión aceptable para los ciudadanos; - alejar cualquier duda sobre la adecuación de este proyecto a las necesidades de los alumnos; y - mantener el proyecto libre de críticas.

Recuerdo que un día la interpelé sobre el posible origen sionista de esta herramienta discriminatoria al servicio de una causa política. Respondió, sinceramente, desconocerlo. El motivo del presente artículo es darle las fuentes, casi accidentales, que me llevan a esa conclusión.

Lector habitual, entre otros diarios impresos, de esa denostada y decadente publicación diaria que es La Vanguardia, llamó mi atención 'La Contra' aparecida en la misma el 23 de mayo de 2007 en la que se entrevistaba a un coronel del ejército israelí y editor catalán, Miquel Salarich, el cual a la pregunta sobre si sabía hebrero, contestaba (sic): “Lo aprendí después en los ulpan, una especie de kibutz, en los que hacíamos inmersión lingüística en hebreo; además de trabajar. Era duro, pero eficaz: hasta que sueñas en hebreo no te sueltan. Fue el modelo que copió la Generalitat después para su inmersión lingüística escolar en catalán”.

Un “ulpan” es un instituto o escuela para el estudio intensivo del idioma hebreo –básicamente, léase “inmersión”-. Su función es la de enseñar a los inmigrantes adultos el referido idioma. La mayoría también incluye enseñanza de historia, cultura y geografía israelí. El principal objetivo es ayudar a los nuevos ciudadanos a integrarse lo más rápido y fácilmente posible a la vida social, cultural y económica del país. Reconociendo su aproximación innovadora a la enseñanza del idioma desde una perspectiva cultural, este sistema ha sido adoptado por diversos países en un intento de revivir sus propios lenguajes, ya sea aquellos que se están perdiendo o incluso lenguas muertas (fuente: Wikipedia)

Probablemente era el objetivo de los dirigentes nacionalista de Convergència Democràtica de Catalunya, con el controvertido y ahora defraudador confeso, Jordi Pujol omnipresente a la cabeza, en la época en la que se impuso ese modelo: “hasta que no sueñen en catalán no les soltaremos”…

Los ”kibutz" - comunas agrícolas israelíes inspiradas en su propia ideología sionista socialista - entre los políticos nacionalistas fue un modelo a seguir

No en vano, los ”kibutz” – comunas agrícolas israelíes inspiradas en su propia ideología sionista socialista – entre los políticos nacionalistas fue un modelo a seguir. Cuando era adolescente, Pilar Rahola estuvo en el kibutz Ein Gedi durante dos semanas. Allí encontró una sociedad que buscaba la igualdad y que salía de la locura del holocausto. Muchos de sus integrantes habían estado en campos de concentración. “Estabas cara a cara con la historia de Europa”, recuerda Rahola. Otro militante nacionalista, Miquel Sellarès, fundador de Convergencia Democràtica de Catalunya, también tiene gratos recuerdos de su estancia, 40 años atrás, en un kibutz. “Era un momento muy diferente del actual. Recuerdo que cantábamos hasta la madrugada con todas las metralletas alineadas”. Los valores del kibutz también eran del agrado de Jordi Pujol. “Envié a dos de mis hijos cuando eran adolescentes a trabajar allí. Yo formaba parte de los entusiastas de todo aquello”, explicaba hace unos años el ex mandatario catalán.

Refresco la memoria y recuerdo que el “sionismo” es un movimiento político internacional que propugnó desde sus inicios el restablecimiento de una patria para el pueblo judío en la Tierra de Israel («Eretz Israel»). Dicho movimiento fue el promotor y responsable en gran medida de la fundación del moderno Estado de Israel. Está ligado a la eclosión de los nacionalismos en siglo XIX europeo, que tuvieron como bandera común la idea “un pueblo, un Estado” y ha tenido diversos movimientos de oposición que, incluso, lo han tachado de racista. Los sionistas prefieren hablar hebreo, una lengua semítica que se desarrolló bajo condiciones de libertad en la antigua Judá y que dejó de hablarse alrededor del siglo I a.C., modernizándolo y adaptándolo a la vida diaria; llegando a rechazar hablar yiddish, una lengua derivada del alto alemán medio que consideran afectada por la persecución cristiana. Una vez que emigran a Israel, muchos sionistas rechazan hablar su lengua materna en la diáspora y se ponen nuevos nombres hebreos (fuente: Wikipedia

“La enseñanza reviste en Israel una importancia singular. Porque aparte de ser la base normal de desarrollo del país –como la enseñanza lo es siempre, en cualquier otra nación-, la política de la educación persigue en Israel otras dos finalidades concretas de vital importancia. Por una parte, la educación es el vehículo más adecuado para fortalecer el sentimiento de conciencia nacional, para suscitar en el ánimo de todos los israelíes el convencimiento de pertenencia a un estado, a un país, a una patria. Por la otra parte, la instrucción de las generaciones jóvenes es, sin duda, el medio de compenetración más eficaz entre los dos grandes grupos humanos que constituyen la población del país: los habitantes autóctonos –los nacidos en el nuevo Estado de Israel- y los inmigrantes, los judíos que procedentes de las más distintas partes del mundo, llegaron a partir de 1948 para aposentarse en Israel. (…) La educación del pueblo –y solamente la educación del pueblo- puede generar en Israel una población homogénea” (artículo de Luis Bettonica en La Vanguardia española de 14 de septiembre de 1971) []

¿No se imaginan a Jordi Pujol, en 1971 –contaría entonces con 41 años-, leyendo el anterior artículo, desde el confortable sillón de su despacho , en un contexto impuesto por la dictadura franquista de no oficialidad para su lengua materna catalana -lo que, posiblemente, le llevaría a experimentar en el mejor de los casos un cierto rencor-, divagando, desde su nacionalismo ideológico, sobre cómo haría posible su “construcción nacional” (precisamente había abandonado hace unos pocos años la cárcel como consecuencia de los sucesos del Palau contra la dictadura e inmediatamente había comenzado una nueva línea de actividad política con el eslogan «Construyendo el país», con la que pretendía aumentar el nivel de conciencia nacional de los catalanes y crear instituciones tanto culturales como financieras suficientes para el desarrollo de Cataluña) (fuente Wikipedia).

Seguramente creería ver la luz al conocer de la existencia del modelo de inmersión hebreo –que, por otra parte, hasta cierto punto era voluntario-; reflexionaría sobre el contenido de artículos como el anterior y su posible adaptación a su programa de “ingeniería social” para el futuro, cuyos máximos destinatarios serían los trabajadores inmigrantes y las clases populares de origen castellanoparlante de la conurbación de Barcelona… y llegaría, a modo de conclusión, a la “solución final” de su inevitable imposición, de forma obligatoria, contraviniendo una de las recomendaciones pedagógicas internacionales para la adopción del referido sistema: su voluntariedad. ¿De verdad no se lo imaginan, como me sucede a mí, conociendo como conocemos hoy al personaje y observando en perspectiva las décadas en la que ostentó la representación de la Generalitat de Catalunya, máxima institución del autogobierno catalán?