Si tenemos que juzgar a los partidos políticos por su capacidad de influir en las sociedades en las que viven para realizar cambios que puedan mejorar la vida de los ciudadanos, sería lógico pensar que los que dispongan de más capacidad sean también los más votados.

En España, CiU poseía esta capacidad, no tanto por su representación en el Parlamento Español, si no por su capacidad de negociar con los partidos del Gobierno. La Constitución Española, abierta en cuanto a diseño del Estado de las Autonomías, permitía en cada negociación bilateral conseguir nuevas competencias, es lo que Pujol llamaba peix al cove, o pájaro en mano.

Sin embargo, este modelo se ha agotado en la medida en que se ha desarrollado la Constitución, al favorecer un nivel de descentralización de los más elevados del mundo. Con el agotamiento del sistema de pedigüeño, los partidos nacionalistas en Cataluña han dejado de tener influencia en el resto de España y han sido incapaces de adaptarse a la nueva situación.

La huida hacia adelante planteando un Estado independiente no deja de ser la historia de un fracaso en la búsqueda de nuevos modelos de influencia

La huida hacia adelante planteando un Estado independiente no deja de ser la historia de un fracaso en la búsqueda de nuevos modelos de influencia. Ser un país independiente conduciría a Cataluña a años de falta de reconocimiento y a un retroceso económico donde sólo sobrevivirían las empresas de ámbito local. En vez de aumentar su influencia, los gobiernos independentistas han pasado de representar 7,5 millones de ciudadanos a sólo representar a 2 millones de independentistas. Desde el punto de vista económico, después de tantos años de favorecer a los empresarios, ahora resulta obvia su pérdida de capacidad para generar confianza y riqueza para Cataluña.

En estos momentos, en los que se nos dice que nada es lo que parece y detrás de las palabras hay un vacío que ensordece, las voces que representan al independentismo parecen aferrarse a un discurso fracasado. Ante las nuevas elecciones, su desconcierto no les permite hablar de nuevos modelos de Estado ni de programas electorales y hablan de reponer a los mismos que han puesto en riesgo nuestras instituciones de autogobierno. Para ello, han llenado sus listas electorales con personas enjuiciadas, que deberían haber dimitido por dignidad antes de ser cesados, una vez puestas al descubierto sus mentiras y sus fracasos.

Desde mi punto de vista, los nuevos mecanismos de influencia pasan por tener aliados en el resto de España y por establecer mecanismos de cosoberanía, con otras comunidades autónomas. Pasan por intentar influir en la comisión parlamentaria de evaluación del modelo territorial y no por ignorarla. Se me antoja que ante su propia negativa a negociar nada que no sea el independentismo, se niegan a ellos mismos la creatividad necesaria para ejercer su influencia y son incapaces de adaptarse a realidades que cuestionan sus propios relatos. Llenando sus listas de perdedores, parecen haber renunciado definitivamente a gobernar para todos los ciudadanos.