Al abrazar la Tercera Vía, Junqueras resquebraja el pacto soberanista y abre un boquete en el PP de Casado. Junts per Catalunya afirma que no aceptará “tutelas” y la CUP amenaza con retirar su apoyo al Govern. La reacción del integrismo nacionalista, pese a ser menos vocinglera, es más dura que la de la derecha española: Puigdemont, Artadi, Laura Borràs y compañía tienen mucho que perder; se adentran en tierra de nadie.

Al otro lado del tablero, Colón ya no es una fiesta. Casado trata de evitar la foto junto a Santiago Abascal en el acto convocado para el domingo en contra de los indultos. Pero ya es demasiado tarde; Ayuso le gana la mano, una vez más, al esgrimir su pacto con Rocío Monasterio en la Mesa de la Asamblea de Madrid y reducir el número de diputados. Los barones del centro derecha buscan una ligera distensión, encabezados por Núñez Feijóo, que se manifiesta en contra de las medidas de gracia, pero que no acudirá a la cita de Colón porque tiene una excusa 'xacovea': su visita prevista a Roma, con el papa Francisco, en el Vaticano. Por su parte, los barones del PSOE, García Page (Castilla La Mancha) y, Lambán (Aragón), inicialmente disconformes con los indultos, modulan su crítica frente a Sánchez. El país está sometido de punta a punta por los movimientos tectónicos que ha provocado la carta de Junqueras.

La España invertebrada de Rosa Díez --convocante del acto en Colón desde la plataforma Unión 78-- no favorece a la derecha. No la favorece, aunque se encumbre en Madrid, donde Díaz Ayuso alienta el nacimiento exitoso de una nueva formación. Ayuso pronto tendrá nuevas siglas y desde luego obviará a Génova, la sede de los papeles de Bárcenas y de unas obras de remodelación en negro que “beneficiaron al PP a título lucrativo”, como dicen los autos de los tribunales. En plena hipérbole política, el futuro no quiere saber nada del pasado y Pablo Casado se ha convertido en pasado. Además, ha perdido a su mentor, Aznar, y a su palanca, Cospedal, inmersa en la trama Kitchen.

Los decorados pueden más que las razones: Madrid es una fiesta cuando Mariano Rajoy teme “ser empapelado”. En la corte de Plaza del Sol se desparraman los milagros en el mismo momento en que el reformador Casado se esconde, como Esquilache, por las esquinas de alabastro y adoquín resbaladizo. En un extremo, el diputado de Vox en la Asamblea de Madrid, Mariano Calabuig, veta el minuto de silencio en la cámara autonómica por el último asesinato machista. Calabuig representa el rol primitivo de Los  hombres que no amaban a las mujeres, como descubrió y escribió Stieg Larsson. Lo humano y lo siniestro viajan indisolublemente unidos.

Los imperativos del Supremo y la Fiscalía respecto a los indultos se han ido al traste. La carta abierta de Junqueras descartando la vía unilateral y defendiendo un referéndum pactado, significa un portazo al procés de 2017 y el comienzo de una etapa de acuerdos. ¿Definitivo? La experiencia dice que no hay nada para siempre, cuando se trata de ERC y de la independencia. El republicanismo catalán es, en el fondo, una ideología a la que le gustaría expresarse en la lengua de las cosas mudas, como lo hacen la piedra o los dioses; eso le impediría equivocarse. Pero en su Olimpo hay más arciprestes de campanario y muchachos montaraces que gente sensata. Junts es mucho peor; en él conviven el rescoldo del delito convergente y la carcunda adquirida en décadas de coche oficial, enchufismo y dinero fácil.

Los que hoy aplauden a Junqueras desde las instituciones económicas pronto le pedirán explicaciones por los diez años perdidos. Los foros de opinión, que hoy jalean la vuelta al redil de la negociación con España, conocen los efectos devastadores de la fuga de sedes corporativas y la diáspora de altos directivos. El daño es irreparable y parece que solo Foment del Treball ha sido capaz de calcularlo en términos de coste de oportunidad. La visibilidad del presidente de la gran patronal, Josep Sánchez Llibre, en el último encuentro entre Pedro Sánchez y Pere Aragonès, simboliza la nueva entente. Pero los altos tipos de la renta en el tramo catalán del IRPF, la indefinición en los impuestos de patrimonio y sucesiones, y el bono basura de la Deuda de la Generalitat ahuyentan la inversión directa. Para volver a empezar no basta con el proceso de intenciones de Junqueras, que ha acabado provocando un seísmo en la política nacional. Ahora, tras un largo periodo de vana gestualidad, esperamos hechos.