Pensamiento

Mariano Rajoy, el descarte

27 mayo, 2016 00:28

Uno de los aspectos más interesantes, por sorprendente, de la situación política española es el apoyo sostenido de los electores al Partido Popular. Corroído por la corrupción allí donde ha gobernado, con algunos de sus antiguos dirigentes procesados, con la división interna que José María Aznar se encarga de airear y vapuleado continuamente de forma pública por sus mentiras y contradicciones --no hay más que ver su relación con Bruselas--, sigue siendo el más votado.

Rajoy no es un líder, ni tiene oratoria, y tampoco elabora ideas, se limita a permanecer; a ser menos malo que sus contrincantes, de dentro y de fuera

Fue el primero el 20D, con el 29% de las papeletas, y ahora las encuestas anuncian que se mantiene, incluso que aumenta. ¿Por qué?

El PP de nuestros días está hecho a imagen y semejanza de Mariano Rajoy, un hombre que encarna a la perfección aquella sentencia de Camilo José Cela de que quien resiste gana.

El buen aspirante no debe destacar en nada --como se aprendía en la mili y en los colegios de curas--, sino mantenerse a la espera, sobrevivir detrás de la mata. Poner todo el esfuerzo --o sea, el mínimo-- en estar allí cuando se produzca el descarte de los demás.

Propietario de uno de los perfiles políticos más flojos de su partido, desde que presidió la Diputación de Pontevedra no se ha bajado del coche oficial. El mismo Aznar que ahora intenta desollarlo con ahínco le entregó la sucesión tras desechar a otros candidatos (Jaime Mayor Oreja y Rodrigo Rato, nada menos).

Rajoy no es un líder, ni tiene oratoria, y tampoco elabora ideas, se limita a permanecer; a ser menos malo que sus contrincantes, de dentro y de fuera. Y, eso sí, por supuesto, tiene instinto político, huele la sangre y siempre economiza energías. Aunque se defiende diciendo que en las elecciones hace lo que ordenan los estrategas del PP, lo cierto es que las campañas le sientan como un guante. Y son eficaces porque marcan la agenda.

Ahí está su última propuesta. Participar --o no-- en debates a cuatro y cuestionar que en el caso de ser a dos deba ser Pedro Sánchez su adversario: todo el mundo habla ahora de la iniciativa. Una trampa para seguir planteando el 26J como la elección entre el extremismo y el PP, una trampa de la que el PSOE, su verdadera alternativa, no sabe --o no puede-- escapar y que a los otros partidos les va de maravilla.