Que TV3 es una vergüenza nacional hace tiempo que lo sabemos, pero confieso que me empieza a resultar entrañable su desfachatez. Invitar a Quim Torra al programa FAQs para rendirle un último homenaje antes de que lo inhabiliten constituye una sobreactuación en toda regla, pero el tono genuflexo de la presentadora durante la seudo entrevista podía llegar a producir cierta hilaridad entre la gente dotada de un sentido del humor un pelín retorcido: solo le faltó hincarse de rodillas ante el Gran Hombre; quien, por cierto, se había traído a su cuadrilla para que le abrazaran convenientemente después del auto sacramental que le habían organizado en Sant Joan Despí. El público puesto en pie --no sé si motu propio o siguiendo indicaciones del regidor-- y prorrumpiendo en aplausos fue una excelente muestra de ese estilo kitsch que tanto le gusta al nacionalismo. En resumen, una clase magistral de formación del espíritu nacional con el habitual tono soviético del culto a la personalidad.
Torra sabe que, se ponga como se ponga, se va a tener que ir a casa, y esperemos que no tenga que hacerlo entre dos Mossos d'Esquadra. La adhesión inquebrantable del Parlamento catalán --incluida la del PSC, que nunca deja pasar una oportunidad de cagarla-- no sirve para nada, y todos son conscientes de ello. Solo es un numerito más para la galería, y no creo que a Torra se le ocurra tomar la vía Allende y encerrarse en su despacho con la carabina oxidada de algún antepasado carlista. Lo echarán del Palau de la Generalitat. El régimen le encontrará un trabajito hasta que le llegue la hora de la jubilación y a partir de ese momento, a vivir, que son dos días: con una pensión vitalicia de 90.000 euros anuales se puede tener un buen pasar hasta que lo llame el Altísimo, aunque no descarto que a Pilar Rahola le parezca una suma despreciable con la que apenas se puede llegar a fin de mes.
A Torra le gusta el dinerito. Recordemos que nada más llegar a presidente, se subió el sueldo porque se le antojaba escaso. Así se puso en los 153.325 euros anuales. Porque él los valía, así que nadie chistó. Tampoco chistará nadie cuando empiecen a caerle los 90.000 machacantes mientras las pensiones de la chusma son cada día más miserables. Nadie dirá que las pensiones vitalicias de los políticos --como la inmunidad parlamentaria-- son una burla al ciudadano común, e incluso habrá quien asegure que Torra se merece la suya por todo lo que ha hecho por Cataluña.
Aparte de sembrar cizaña, mostrarse siempre muy desagradable, ignorar a más de la mitad de la población y promocionar la ratafía, no sé qué ha hecho Torra por Cataluña. Entre las visitas a los compinches en el trullo y los viajes a Bélgica para recibir instrucciones de Puigdemont, apenas ha tenido tiempo de dejarse ver por el Parlamento regional. Bajo su mando, ni se ha legislado ni se ha hecho nada que no estuviese relacionado con el prusés. Los sueldos y las pensiones de los demás se la han soplado por completo. El día a día del paisito se lo ha pasado por el arco de triunfo porque, como los Blues Brothers, estaba en una misión de Dios. Y así sucesivamente.
De hecho, inhabilitarlo es hacerle un favor. Se puede largar diciendo que ha hecho lo que ha podido por la independencia de Cataluña, pero que ya se sabe que los españoles son más malos que la tiña. Ahora, a vegetar unos añitos en cualquier despacho y en cuanto llegue la jubilación, bienvenidos sean esos 90.000 pavos anuales hasta que estire la pata. Así trata el régimen a sus elementos más inútiles, mezquinos, supremacistas y malintencionados. Hasta Mas y Puchi tendrán derecho a los 90.000 del ala. Destruir una comunidad tiene premio en Cataluña: como anticipo, nada como un buen masaje con final feliz en el FAQs de TV3.