Hoy me he levantado ligeramente despectivo. ¡Menuda novedad!, oigo clamar al querido lector, ¡si su actitud es permanentemente flippant, apreciado señor De España! Puede que la edad (estoy a punto de cumplir los 65) me lleve a incrementar mi natural desprecio (ya que no odio, un sentimiento demasiado fuerte para un agnóstico profesional como yo) hacia esa gente, que tanto abunda en el mundo procesista, que se escucha con deleite, pero es que ellos no paran de darme motivos para que me los tome a chufla. Vamos a ver, uno no pretende ser ejemplo de nada, pero si algo bueno se puede decir de mí es que soy plenamente consciente de mi irrelevancia, mientras que estoy rodeado de mindundis con una imagen exageradamente trascendente de sí mismos que cada día me resultan más ridículos. Ahí van unos cuantos:
El rapero balear Josep Miquel Arenas, alias Valtònyc, ha declarado que, a partir de ahora, se considera en guerra contra el estado español. El hombre se ha tomado muy mal no haber podido asistir al funeral de su madre --en cuya parada de hortalizas lo vi hace un tiempo por televisión seleccionando cuidadosamente los tomates-- por si lo detenían, y a partir de ahí ha llegado a la conclusión de que en España todo da asco. Si estuviera donde le corresponde (en el trullo), estoy seguro de que le habrían concedido un permiso especial para despedir a la autora de sus días --los héroes del 1 de octubre bien que pueden ir a TV3 o a dedicar sus librotes por Sant Jordi, y el beato Junqueras celebra cónclaves a lo Chapo Guzmán en Lledoners--, pero como fugado de la justicia, ese privilegio le está negado. No sé en qué va a consistir su guerra contra el estado español, pero yo diría que éste no tiene mucho que temer: lo más dañino que podría hacer nuestro hombre contra España (Cataluña y Mallorca incluidas) sería grabar un disco al alimón con Toni Comín, pero ese peligro no parece inminente. Como paniaguado de Puchi y bufón de la república, me parece que su capacidad bélica es limitada, pero siempre es mejor para tu autoestima declarar la guerra a un ente que no te tiene en cuenta para nada que preguntarte qué haces, en tu condición de rapero antisistema, riéndole las gracias a un político de derechas, cobarde y trapacero, que se fuga en el maletero de un coche dejando a sus secuaces en la estacada.
También Lluís Llach se considera muy relevante y cree que España tiembla ante cada nuevo tuit que cuelga en las redes sociales. Ahora ha descubierto que TV3 es un nido de traidores cuyos informativos no valen un pepino (en eso le doy la razón) y se queja de que les hayan dedicado tanto espacio a las elecciones regionales madrileñas, que, según él, a los catalanes ni nos van ni nos vienen. No diré nada de los tuits de Jair Domínguez, Toni Albà, Toni Soler o Pilar Rahola porque, aunque se lucren que da gusto con el separatismo, me parecen meros bocazas con mentalidad funcionarial cuya irrelevancia es manifiesta.
Algunos personajes del teatrillo indepe consiguen inspirarme, además de desprecio, cierta penica. Pienso en Ferran Mascarell, que no se cansa de añadir páginas vergonzosas al epílogo de su carrera política: ahora llama a boicotear en el Día del Libro a los escritores catalanes que escriben en castellano y urge a Ada Colau a dejarlos fuera de los fastos de Sant Jordi. ¿Por qué lo hace? Supongo que para hacerse la ilusión de que pinta algo, pues ya no le queda mucho espacio para medrar y sus mejores cargos/chollos son parte del pasado. O igual aspira a ser el máximo traidor y oportunista de la política catalana, pero la verdad es que ostenta ese galardón desde hace años.
Acabaré con el que me parece el mindundi en jefe, Pere Aragonès, el hombre que lanza ultimátum tras ultimátum sin que nadie se los tome en serio. Puchi pasa de él. Borràs le dice que así no se va a ninguna parte. Artadi le insinúa que despacito y buena letra. Y él, en vez de enviar al carajo a los de JxCat, sigue suplicándoles su bendición porque se muere de ganas de montar con ellos un gobiernillo tan desastroso como el que sufrimos durante la era Torra. Del último tuitero de la república al aspirante a presidirla, no veo más que a personajes ridículos que pierden el tiempo y nos lo hacen perder a los demás. Puede que yo me haya levantado despectivo, pero toda esa pandilla de infelices clama al cielo.