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Vicky Álvarez

Vicky Álvarez

Manicomio catalán

La balada de Vicky & Júnior

"Hacían una extraña pareja: un separatista de tendencias cleptómanas y una chica de derechas, simpatizante del PP y castellanoparlante"

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Hay un dicho anglosajón con el que no puedo estar más de acuerdo: No good deed goes unpunished (Ninguna buena acción se queda sin su castigo).

Y si no, que se lo pregunten a mi amiga Vicky Álvarez, para la que señalar a su entonces novio, Jordi Pujol Jr., equivalió a su cancelación y muerte civil en su Cataluña natal, donde se le cerraron todas las puertas, se le anuló cualquier posibilidad de trabajar y se la trató como una apestada. 

Tú informas de un delito que afecta a todos los contribuyentes y tu sociedad más cercana, en vez de agradecértelo, te lo echa en cara e intenta hacerte sentir como una soplona anticatalana que solo merece desprecio (como traca final, te acusan de cobrar de los fondos reservados del Estado, a ver si así consiguen dejarte sin tu última fuente de ingresos).

Victoria y Júnior hacían una extraña pareja. Un separatista de tendencias cleptómanas y una chica de derechas, simpatizante del PP y castellanoparlante.

Cuando se lo comenté, me dijo que tenían muy buena química en posición horizontal, una explicación tan buena como cualquier otra. Y a eso se agarraban siempre en TV3 para describirla como la amante de Júnior, nunca como la novia, la compañera o cualquier otro término de uso común: siempre la amante, como insinuando que había en ella algo turbio que olía a femme fatale del Upper Diagonal

Era como si el previsible juicio de Marta Ferrusola sobre la mala mujer que había seducido a su niño inocente se hubiese impuesto a la hora de fabricar un relato.

Me contó mi madre que, durante los años de la posguerra, fueron muchos los tenderos que alteraron sus balanzas para engañar en el peso a sus clientes, lo cual obligó a una revisión policial. Algunas compradoras (no había hombres en los mercados en esas épocas) detectaban a los inspectores y avisaban a los tenderos para que desactivaran de sus artefactos las máquinas de timar, que volvían a poner en marcha en cuanto el peligro había pasado. Cierto es que la policía era tirando a franquista, pero ¿ponerse de parte del estafador local frente a la ley no es un poco del género tonto?

Lo de Vicky me recuerda mucho a esta anécdota. Una conciudadana te hace un favor al denunciar a unos presuntos delincuentes, y se lo agradeces tomando partido por estos y buscándole a ella la ruina.

Mientras tanto, en Madrid, tampoco es que te lo agradezcan mucho, ya que los políticos se cuidan entre ellos (perro no muerde a perro), nunca saben a quién van a tener que recurrir para conservar la poltrona y hay cosas que más vale no meneallas, no fuésemos a acabar haciéndonos daño todos.

Y así es como acabas convertida en una paria a la que se enganchan personajes turbios que no se mueven precisamente por el afán de justicia.

Victoria Álvarez tuvo que soportar llamadas telefónicas amenazantes (a veces, a cargo de un hermano Pujol que intentaba camuflar su voz sin mucho éxito y que colgaba al ser descubierto: intermedio cómico), bichos muertos en el capó del coche o las apariciones por su barrio en moto de su ex, que al pasar frente a su casa gritaba: “¡¡¡Putaaaaa!!!”.

Y mientras tanto, la buena sociedad catalana insinuando que solo era una pelandusca cazafortunas que no había podido pillar cacho con Júnior y se había vengado delatándolo…

Vicky se hartó de todo hace cosa de un año, vendió su casa y ahora vive en un pueblo de Cádiz. Solo aparece por Barcelona para participar en los almuerzos de nuestra común amiga Chati (plato estrella: unos garbanzos picantes con gambas que quitan el sentío), punto de reunión de algunos disidentes del prusés como quien esto firma.

La han echado de su ciudad, pero no lo lamenta. Y a veces me parece oír sus legendarias carcajadas, que alcanzaban un número elevado en la escala de Richter y que tanto echo de menos.

¿Y qué fue de Júnior? Lo sabremos dentro de unos meses.