Hay ruido de sables en Junts. Parece que el sector más pujolista de la formación, los convergentes de toda la vida de Dios, están que trinan con su caudillo providencial, Carles Puigdemont, ese señor que dirige el partido desde Bélgica y que, según sus detractores, sigue a rajatabla ese consejo que dice que, si no puedes ayudar, molesta, pues lo importante es participar.

Huelga decir que los convergentes de siempre no creen en la posibilidad de la independencia, sino en la capacidad de su partido para influir en la política catalana y española y en hacer negocio en cualquier circunstancia (¿hay algo más convergente que eso?) Sí, le siguieron la corriente a Puchi, pero ahora se han dado cuenta, con un inquietante retraso, de que a su líder máximo se le ha ido la olla y sigue empeñado en la liberación del terruño, que ni está ni se la espera.

Los convergentes quieren volver a cortar el bacalao, como en los viejos tiempos, y ven que de Waterloo sólo llegan proclamas absurdas y declaraciones rimbombantes de un tipo que mantiene con la realidad una relación asaz oblicua. Puede que los siete peones que tiene en el Congreso le sean fieles, pero cada vez hay más gente en el partido cabreada porque, parafraseando a Dale Carnegie, así no hay manera de ganar amigos (o sea, dinero) e influir en la sociedad.

En el quinto pino y rodeado de sicofantes llamados a compartir su destino carcelario, es hasta normal que Puchi se dedique a desbarrar. Se considera el presidente legítimo de la Generalitat y ejerce de reyezuelo. Pero sus decisiones, o las de sus secuaces, disgustan profundamente a los convergentes de siempre, que sólo aspiran a alumbrar un pujolismo (más o menos) adaptado al tiempo presente. O sea, adiós a la independencia y hola a ser un partido más o menos normal que trabaje por Cataluña a cambio de unos emolumentos razonables.

Lo de aprobar la OPA hostil del BBVA al Banco de Sabadell no les parece a los pujolistas que sea una iniciativa a favor del paisito. El intruso que Puchi colocó en la CMNC votó a favor de la OPA, lo cual significa sacrificar al David catalán (que en este caso se llama Josep Oliu) en beneficio del Goliat español. ¡Hasta ahí podíamos llegar! Y encima, Cocomocho dice desde Bélgica que comparte el criterio de su caballo de Troya, Pere Soler, y que quienes discuten su muy discutible decisión son los enemigos de Junts y de su augusta y aún no amnistiada persona. Enemigos de fuera y de dentro, como afirma Puchi en referencia no muy velada a esos nostálgicos de Convergència que pretenden hacerle la cama.

Nunca he soportado a los convergentes, pero les entiendo. Estar dirigidos por un prófugo de la justicia que no se entera de nada y que camina a grandes pasos hacia la demencia es lo peor que les puede pasar. A ellos y a cualquiera que considere la política como la mejor manera de lucrarse mientras se controla un paisito.

Sí, lo de la independencia fue una ensoñación muy bonita, pero ya dijo Calderón que los sueños, sueños son y que, como dijo el torero, lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible. Como decía un personaje de un cómic de Regis Franc, Verlaine, Baudelaire, tout ça c´est fini. Maintenant on fait du fric (Verlaine, Baudelaire, todo eso se acabó. Ahora hacemos pasta).

Para montar revoluciones de las sonrisas, Puchi es insuperable. Para dirigir un partido no sirve, pues va perdiendo progresivamente el contacto con la realidad. Mientras sus leales Comín y Puig se dedican a sus cosas (sisar y tocar la gralla, respectivamente), Cocomocho ejerce de rey sin reino y se dedica a molestar porque no puede ayudar, ya que lo importante es participar.

No sé cómo acabará esta bronca, pero intuyo que la ganarán los convergentes. Como decía Bogart en Casablanca, Maybe not today, maybe not tomorrow, but soon and for the rest of your life (Puede que no hoy, puede que no mañana, pero pronto y para el resto de tu vida.

Puchi no se parece en nada a Ingrid Bergman, pero yo diría que la sentencia le cuadra a la perfección.