Hoy día, en España, ser independentista catalán es una de las mejores maneras de esquivar las condenas judiciales. Fijémonos en Laura Borràs, por mal nombre La geganta del pi. Le tocaría entrar en prisión un día de estos, pero la fiscalía ha salido en su defensa y solicita que se anule su inmediato encierro hasta que se decida si se le concede o no el indulto que han solicitado sus abogados (pese a que ella dijo tiempo ha que nunca pediría el indulto, pues eso era rebajarse, ya que a lo que ella le correspondía, como aguerrida independentista, era la amnistía pues, como todo el mundo sabe, es lo mismo conspirar por la libertad de Cataluña que pasarle dinero público a un amiguete desde la Institució de les Lletres Catalanes).

Laura se resiste a pasar cuatro años y medio a la sombra y la fiscalía le echa una mano. El indulto es, teóricamente, imposible, ya que lo suyo es un choriceo que nada tiene que ver con trabajar por la independencia de Cataluña pero, ¿alguien se sorprenderá si le acaba cayendo? No olvidemos que el concepto de legalidad ha cambiado bastante en España con la administración Sánchez. Ahora es legal todo aquello que le conviene a nuestro Pedro, siempre dispuesto a mover a SU fiscalía en la dirección más conveniente para sus intereses. Si le cae el indulto a La geganta del pi, no seré yo quien se lleve una sorpresa. Como si la amnistía acaba beneficiando a Cocomocho, convirtiendo la malversación de dinero público en algo perfectamente digno y razonable: todo lo que beneficie a nuestro actual presidente es justo y necesario.

Por eso vemos a Puchi tan sobrado desde que sus siete votos en el Congreso son fundamentales para mantener a Sánchez pegado a su sillón. Da gusto verlo ejerciendo de estadista en Waterloo, recibiendo a ese otro caudillo providencial que es Arnaldo Otegi para intercambiar, intuyo, ideas magistrales para seguir chantajeando a su Pedro.

Sí, amigos, dos tipos que deberían estar entre rejas marcan el ritmo de la política española para que un megalómano de tendencias autocráticas esté contento. La decisión, en su momento, de apoyarse en dos enemigos del Estado (dos y medio, si contamos al beato Junqueras) para conservar el poder debería haber sido contestada desde el PSOE, pero no fue así, más allá de unas pocas pataletas protagonizadas por algunos barones.

La guardia pretoriana de Sánchez, compuesta por todos los ministros que le deben el cargo, secundó la iniciativa del jefe sin rechistar. Recientemente, incluso, Mariajezú Montero alababa a Bildu sosteniendo que hay que ver lo bien que se han integrado en la democracia esos chicos, que ya no matan a nadie. Mariajezú es siempre penosa, pero ahí batió récords de bajeza: parece que ya no se acuerda de todos los compañeros de partido asesinados por los amigos del señor Otegi.

Evidentemente, todo el mundo sabe que Otegi y Puigdemont son dos mindundis políticos, pero esa evidencia hace aún más sangrantes la impunidad y el poder de los que disfrutan. Puchi usará todo el suyo para obligar a Sánchez a que le tramite la amnistía y, ya puestos, el indulto para la giganta. Si se consiguen evitar estas dos nuevas humillaciones al Estado de Derecho será gracias a algún juez, si es que la fiscalía no ha logrado eliminarlo.

Yo no me hago muchas ilusiones: mientras Sánchez necesite a los separatistas para conservar el poder, veremos infamias a cascoporro. Infamias ajenas que el PP sustituirá por las propias caso de llegar a gobernar, como ya está haciendo con su absurda defensa de un cadáver político como Carlos Mazón. Y con un líder como Núñez Feijoo, puede incluso que el chantaje de los indepes continúe en vigor.

Me temo que pintan bastos para mucho tiempo.