Dice el refrán: “Tres españoles, cuatro opiniones”. El dicho es también aplicable a los independentistas catalanes, en cuyas asociaciones se está siempre a la greña. Fijémonos en la ANC, donde su mandamás, Lluís Llach, también conocido como El Hombre del Gorrito, sufre una notable contestación de los socios de la entidad, quienes le afean su conducta autoritaria y su tendencia a aplastar al disidente y hacer siempre su real gana. Ahora le han crecido los enanos a Puigdemont: un sector de Junts le acusa de autoritarismo, de ignorar a quien le lleva la contraria o tiene otras ideas para el partido.

Este sector no quedó nada contento tras las últimas elecciones, y no disfrutó mucho del último congreso en Calella. Puchi es acusado de hacer lo que le sale de las narices y de organizarlo todo en plan ordeno y mando, con una camarilla controlada por los exnovios Agustí Colomines y Aurora Madaula (la gran amiga y defensora de La Geganta del Pi).

Para quienes no lo conozcan, diré que el ínclito Colomines es un peso pesado del separatismo, sector recalcitrante, que lleva años dando instrucciones que nadie sigue para alcanzar la independencia. Hasta hace poco, nos iluminaba desde las páginas de El Nacional de Pepe Antich, costumbre heredada por el inefable Julià de Jòdar desde el Vilaweb de Vicenç Partal.

Mientras el señor de Jòdar opta principalmente por la quimera y el delirio, Colomines vestía sus ensoñaciones de argumentos razonables, y adoptaba un papel de Setciencies sobre el camino a la independencia. Conseguía ser irritante y aburrido a la vez, algo muy difícil de conseguir. Ahora se ha colocado a la derecha del padre y, ayudado por su exnovia, parece que se dedica a cortar cabezas con un arte que no se puede aguantar.

El caso es que en Junts cada día hay más gente rompiendo el carnet, cosa que no creo que sea del agrado de Cocomocho. Y llueve sobre mojado. Recordemos cuando pretendía tener un millón de asociados al Consell de la República (pagando su preceptiva cuota, a invertir en mejillones para todo el exilio, más lo que despistase Toni Comín para sus gastitos), y se tuvo que conformar con menos de 100.000 (que ya me parece mucha gente para un timo de tan baja estofa).

La ambición recaudadora del Hombre del Maletero es insaciable. Recordemos todos los timos que ha puesto en marcha para hacer caja, siempre relacionados con cosas inútiles. ¿Se acuerdan del carnet de ciudadano de la república catalana? Se podía adquirir en formato digital o en carné físico, que era más caro. ¿Servía para algo? Ni hablar, pero con los que picaban podías pillar un dinerito, que nunca viene mal.

No han sonado nombres de los instigadores de la revuelta, y una escisión sin líderes no suele llevar a ninguna parte. Pero el hecho de que la gente se dé de baja de Junts indica algo que muchos ya intuíamos: algo huele a podrido en Puchilandia. ¿Será esto el inicio de la fundación de otro partido? ¿Cuáles son exactamente las aspiraciones de los rebeldes? ¿Ayuda en algo a la independencia la escisión permanente?

Vamos a ver, por mí como si se escinden hasta lograr la friolera de 600 partidos, compuesto cada uno por cinco o seis personas. Pero no sé si es la mejor manera de avanzar hacia la independencia. Puchi no se ha pronunciado sobre los fugitivos, basureándolos una vez más. Pero no sé si se puede permitir ese silencio sepulcral.

Tengo la impresión de que cada vez son más en Junts los que se preguntan qué hace Puchi por la independencia y si merece la pena seguir rindiendo pleitesía a un tipo que ha encontrado un chollo en su presunto exilio (o huida de la justicia) y que dirige un partido catalán desde Bélgica. Puchi no debería callar. Es más, tendría que estar cada día dando la chapa en los medios de comunicación, como Donald Trump. Es la única manera de que no nos olvidemos de que el hombre hace como que existe. Avisado queda.