Se inaugura el Mobile en Barcelona y el presidente de la Generalitat, Salvador Illa, recibe al Rey, como corresponde y como no hacían los últimos mandamases catalanes, tan independentistas ellos (pero luego siempre aparecían a la hora de comer o cenar, como Ada Colau, que no era ni independentista ni constitucionalista, sino todo lo contrario).
Pero un par de días antes recibió en el palacio de la Generalitat a Xavier Antich, conspicuo separatista y líder de Òmnium Cultural, asociación claramente enemiga del Estado. ¿A ustedes no les chirría un poco la cosa?
A mí sí. Considero que si recibes al Rey no deberías hacer lo propio con quien aspira a perderlo de vista. Está bien mantener la cortesía con los adversarios políticos, pero sin sobreactuar: Antich puede tratarse tranquilamente con Junts, ERC y la CUP. Los socialistas, si realmente lo fueran, guardarían una prudente distancia.
Aspirar a ser el presidente de todos los catalanes no implica reunirse con aquellos catalanes cuyas funestas ideas y su chapucera puesta en práctica hemos sufrido durante los últimos años. No digo que haya que chaparles el chiringuito (aunque han hecho méritos al respecto), pero tampoco hay que tratarlos como si fuesen ciudadanos ejemplares.
Y, además, ser amable con ellos es perder el tiempo: siempre considerarán al pobre Illa un españolista abyecto y alguien al que hay que derrocar cuanto antes.
Creo que somos bastantes los que, cuando ganan los nuestros, acabamos llegando a la conclusión de que los nuestros no acaban de ser los nuestros.
Los separatistas creían firmemente en lo de que, al enemigo, ni agua, y está bien que Illa no se comporte de la misma forma. Pero no hace falta que sobreactúe de catalanista, vieja costumbre del PSC heredada de los tiempos de Pujol, que siempre se las apañaba para que los sociatas se sintieran menos catalanes de lo que eran.
Recibir al mandamás de Òmnium me parece sobreactuar. Como también me lo parece la insistencia en el uso del catalán en Europa, típica reivindicación de los nacionalistas y un despilfarro absurdo para contentar a unos cuantos niños malcriados a los que no les da la gana hablar castellano, aunque conocen ese idioma sobradamente.
Otro ejemplo de sobreactuación con un tema típicamente nacionalista: la financiación especial, que, según Illa, sería muy beneficiosa para las demás comunidades (no sé cómo, ya que el dinero que nos caería a nosotros saldría de ellas, digo yo).
Es imposible que lleguemos a tener un presidente de la Generalitat no nacionalista porque el nacionalismo también ha calado hondo en el PSC. Lo único que nos ofrece la izquierda es un nacionalismo suave en contraposición al nacionalismo duro de los de Puchi y el beato Junqueras.
Si quieres un presidente 100% constitucional e hispano-catalán, tienes que votar a la derechona, cosa que no has hecho nunca y que, además, no sirve para nada, ya que el PP en Cataluña nunca llega muy lejos.
Evidentemente, prefiero tener a Illa de presidente que a alguien de Junts o ERC, pero me gustaría que se notara un poco más que estos dos partidos ya no están en el poder. Y ya que es imposible caerles bien, ¿para qué perder el tiempo con reuniones y cortesías y causas patrióticas compartidas? ¿Para qué, por ejemplo, dejar TV3 y Catalunya Ràdio tal y como te las has encontrado, como es el caso?
No estoy hablando de una purga (bueno, un poco sí), pero no habría estado mal un cambio de directores y poner un poco de orden en lo que fueron los principales altavoces del prusés, ¿no? (los graciosillos del "puta Espanya" siguen campando por sus respetos, por poner solo un ejemplo).
Los nacionalistas, cuando mandan, son implacables con sus enemigos, pero parece que cuando mandan los constitucionalistas, tienen que mostrarse simpáticos y generosos con los nacionalistas. No entiendo por qué. Como no entiendo que un día te veas con el Rey y otro con Xavier Antich. ¿No es mejor elegir un bando y quedarse en él con todas las consecuencias?