Topo con un titular de este diario que me interpela poderosamente: parece que Artur Mas ha sido interceptado en Portbou cuando intentaba introducir material pornográfico en España, convenientemente oculto en su mochila. Aquí hay algo que no me cuadra: las revistas guarras no están prohibidas en nuestro país, aunque nadie las compre porque todo el negocio de la carne hace años que se ha mudado a internet. Y, sobre todo, ¿qué hace el Astut con una mochila a su edad, que es exactamente la mía?

Profundizando en el scoop, descubro que eso sucedió allá por el pleistoceno, cuando Mas tenía 18 años (igual que yo) y aprovechaba los viajes a Francia para proveerse de material estimulante (todos lo hacíamos: recordemos aquella canción tan bonita de Mari Trini que rezaba, “¿Y quién a los quince años no dejó su cuerpo abrazar?”). O sea, cuando follar en España no era un pecado, sino un milagro.

El hombre ha explicado la anécdota en un programa de radio, aunque no sé muy bien por qué: poco pedigrí nacionalista se desprende de la historia de un adolescente con un ejemplar de Lui (o algo parecido) en la mochila. Pujol, por lo menos, consiguió hacerse detener por el franquismo y pasar una temporadita a la sombra, cosa que siempre va bien cuando se quiere adoptar el papel de ancien combattant. Pero que te pillen los picoletos por una revista… no sé, me parece poca cosa en cuanto hazaña antifranquista.

Hay que reconocer que Mas vende bien la burra. Resulta que los picoletos lo desnudaron, aunque no parece que lo sometieran a sevicias sexuales porque lo habría contado. Y dice que lo confundieron con un peligroso terrorista que se le parecía un poco. Travesuras de juventud (puede que la revista acabara en manos de un agente necesitado de inspiración para sus gallardas).

Por otra parte, el Astut carece de hazañas políticas en su historial, sobre todo porque era un joven burgués que se expresaba mayoritariamente en castellano y siguió el consejo de Franco de hacer como él y no meterse en política. Mientras otros combatían el franquismo como buenamente podían, Mas estudiaba y no se metía en problemas, como la mayoría de preconvergentes.

Pretender inflar un currículo inexistente a base de revistas porno en Portbou me parece un poco cutre, la verdad. Una cosa es el independentismo y otra, la pornografía, de la misma manera que no tiene nada que ver la lucha por la liberación del terruño con las mangancias de Laura Borràs o Toni Comín. Puede que, al pasar por esa radio, el Astut pretendiese probar que también fue humano alguna vez.

No dijo nada, eso sí, de la espantada de su partido en la prevista moción de censura a la alcaldesa de Ripoll, Sílvia Orriols, para sacarla del consistorio. De eso se ha encargado el infatigable Tururull, diciendo que nada de mociones de censura, que al adversario hay que ganarle en las urnas. Estoy de acuerdo: las mociones de censura son cosas de losers de la política; se juntan tres que han perdido las elecciones y le amargan la vida al que las ha ganado: mal, muy mal y muy feo.

Pero, aunque me encantaría creer que las explicaciones de Tururull son sinceras, la verdad es que lo dudo. Parece que una consulta interna en el partido ha desvelado que no todos en él creen que haya que aislar a la lideresa de Aliança Catalana. Y no me extraña, ya que tampoco hay tanta diferencia entre los neoconvergentes y los hooligans de la señora Orriols. Unos y otros comparten una tendencia al supremacismo y hasta al racismo y odian profundamente a España por motivos que ningún psiquiatra vienés (o argentino) ha logrado desvelar.

Los de Junts disimulan un poco su propensión al patriotismo rancio, mientras que Aliança Catalana las sueltan, si se me permite la catalanada, de la altura de un campanario. Todo lo de Tururull con Orriols es de boquilla. Si algún día necesitan a los ultras, recurrirán a ellos y que a quien Dios se la dé, san Pedro se la bendiga. Si hasta a Mas, ese faro de la catalanidad, le parecía que había que hablar con Orriols sin complejos, por el bien de la patria sometida. De puertas afuera, firme oposición a cualquier tipo de fascismo; de puertas adentro, todo depende.

A Tururull le gustan las declaraciones rimbombantes, como a Míriam Nogueras, que ayer salió en el Congreso con la idea peregrina de que el salario mínimo interprofesional debería ser más alto en Cataluña porque aquí todo es más caro que en el resto de España. Igual podríamos hacer algo para dejar de desplumar a nuestros conciudadanos permanentemente, ¿no crees, Miriam?

Y mientras los actuales mandatarios de Junts sobreactúan o, directamente, mienten, el Astut rememora historias de su plácida juventud mochilera. Vaya personal. O, como se dice en estos casos, ¡menuda tropa!