Cada año, coincidiendo con el aniversario de la ejecución de Lluís Companys, los partidos lazis le exigen al Gobierno español que pida disculpas por el asesinato de quien fuera presidente de la Generalitat en los años 30 del pasado siglo.
También les gusta mucho exigir la nulidad de los procesos judiciales que llevaron a la eliminación de desafectos del franquismo, como si dichos procesos no se desautorizaran solos al haberse originado en un sistema dictatorial. Así se ha conseguido que se declararan nulos los juicios de Companys o Puig Antich, en cuya legalidad, por cierto, nunca creyó nadie con dos dedos de frente.
Dicen que lo importante de estas medidas es su contenido simbólico (como las de López Obrador y su heredera, la señora Sheinbaum, con su obsesión porque los españoles del presente pidan disculpas por los supuestos desmanes de los españoles del pasado, responsables de un presunto genocidio que, sin embargo, no pudo eliminar apellidos tan aztecas como López, Obrador o Sheinbaum).
O sea, que sí, que todos sabemos que el concepto justicia franquista era un oxímoron de padre y muy señor mío, pero parece que con eso no basta y hay que exigir al Gobierno español actual que pida perdón por el fusilamiento de Companys, aunque a todos nos conste que la ejecución fue una cacicada más del régimen con la que el actual Gobierno español, por lamentable que sea (que lo es), no tiene absolutamente nada que ver.
Eso es algo que los partidos lazis saben perfectamente, pero les conviene hacerse el loco y tratar de establecer una continuidad entre el franquismo y los Gobiernos de la España democrática, como si todo fuese lo mismo y los pecados del pasado no caducaran nunca. Aunque hayan pasado 84 años desde el fusilamiento de Companys, España sigue siendo culpable y está obligada a deshacerse en excusas, o eso hacen como que creen los indepes.
En realidad, al pobre Companys ya hace años que lo tienen amortizado, y hasta lo han convertido en un gobernante ejemplar, cuando todo parece indicar que no lo era, que los anarquistas se le subieron a la chepa y que no pudo o no quiso poner un poco de orden en el terruño que teóricamente controlaba.
Nos da igual, aceptamos Companys como presidente admirable (de la misma manera que podríamos aceptar pulpo como animal de compañía) y figura señera de la catalanidad, pero… ¿no podríamos dejar de dar la chapa con las anulaciones de juicios que nacieron anulados y las disculpas que no proceden porque nuestros Gobiernos, sean de derechas o de izquierdas, sean eficaces o inútiles, no tienen nada que ver con el que tomó el mando después de la Guerra Civil y se dedicó a eliminar a todos los que le molestaban?
Una moción del Parlamento catalán que incluía la exigencia de disculpas al Gobierno español por el asesinato de Companys no ha cuajado porque el PSC, con muy buen criterio, se ha negado a pedir explicaciones a quien no tiene por qué darlas. Los lazis, claro está, encantados, pues así pueden seguir dando la matraca con lo de que Salvador Illa es un españolista infame y, prácticamente, un admirador del franquismo.
Una vez convertido Illa en el traidor local, nada cuesta emprenderla con sus jefes en Madrid, quienes, al no disculparse por el crimen de Montjuïc, se revelan como unos franquistas de tomo y lomo. Aquí de lo que se trata es de echarle a España la culpa de todo, aunque la España del 2024 no se parezca mucho a la de 1940.
De lo perdido, saca lo que puedas. El prusés ha acabado como el rosario de la aurora y la independencia de Cataluña (pese a las manifas sin público de Lluís Llach y las tesis de agosto del Lenin de la CUP, Julià de Jòdar) está más lejos que nunca, pero siempre queda el odio a España, para el que se puede hasta magrear fiambres, por gloriosos que sean.
Y ya puestos, ¿para qué quedarse cortos? En vistas a perfeccionar la carta a los Reyes Magos, ¿por qué no exigir al Gobierno español que proceda a la resurrección de Lluís Companys? Y si el Gobierno de turno dice que tal cosa es imposible, ahí tendremos una prueba más de que, aunque con otro nombre, el franquismo sigue vivo.