Los ataques de ansiedad no son una experiencia agradable, como saben perfectamente quienes los sufren. Para mí, que me dan de vez en cuando, son una clara muestra de malestar metafísico de difícil explicación, pues no suelen responder a un estímulo negativo concreto: de repente, tu realidad te angustia –de manera, digamos, filosófica– y todo te resulta especialmente opresivo y, a menudo, carente de sentido. El ataque nunca es la respuesta inmediata a una contrariedad determinada. Simplemente, forma parte de tu carácter, de tu particular manera de ir por la vida y de tu cíclica reflexión sobre el sentido de la existencia. En resumen, la ansiedad, o es metafísica o no es ansiedad.

Por eso me chirría un poco la ansiedad que dice haber sufrido el diputado de ERC Ruben Wagensberg y que le ha llevado a poner tierra de por medio, plantándose en Suiza, donde ya vive hace tiempo su colega del Tsunami Democràtic Marta Rovira, en cuya estructura se hacían llamar, respectivamente, Konan y Matagalls. No hay ninguna orden de detención contra el señor Wagensberg, por lo que este se ha puesto antes la venda que la herida, pero sí hay una investigación judicial sobre su augusta persona, su participación en el Tsunami de marras y su posible responsabilidad en actos de terrorismo. Al parecer, la presión judicial sería la responsable de sus ataques de ansiedad, nada metafísicos, por cierto, pues tienen un origen clarísimo: la posibilidad de acabar pasando una temporada a la sombra por actividades contra el Estado de las que más le habría valido haberse abstenido.

Realmente, tenemos unos enemigos del Estado con muy poco aguante. Si se tienen narices para enfrentarse al Estado, también deberían tenerse para encajar las consecuencias de dicho enfrentamiento. Si cuando solo estás investigado (o sea, aún no te han acusado de nada), ya te tiemblan las piernas, te corroe la ansiedad y te sientes impelido a salir pitando de tu país, tal vez sería mejor que te dedicaras a otra cosa menos angustiosa para tu carácter.

Dice Wagensberg que, desde Suiza, podrá preparar mejor su defensa, sin sentir el aliento de los jueces españoles en el cogote (todos prevaricadores, como insiste la propaganda lazi), recurriendo a abogados de postín (que nadie sabe quién pagará) y libre de su molesta ansiedad porque, si llegan a pintar genuinos bastos, ha escogido un país que no cree en las extradiciones. ¡Así cualquiera se libra de sus ataques de ansiedad! Y los del sector metafísico, ya lo saben, a seguir yendo al psiquiatra para hacerse con las necesarias recetas de Trankimazin o del fármaco que mejor les vaya para mantener a distancia a sus demonios.

En una nueva muestra de su servilismo (o de su estupidez), el Gobierno español ha comprendido la decisión de Wagensberg de darse el piro. Lo ha hecho a través de unas desafortunadas declaraciones de la ministra María Jesús Montero, una mujer a la que, por regla general, cuesta de entender, pero que esta vez se ha expresado con claridad meridiana: Mariajezú comprende la ansiedad del pobre Ruben, pues ya se sabe lo obsesivos que se están poniendo los jueces españoles con los héroes de la república que no existe.

Comprensiva y empática, la ministra ha bendecido la fuga del señor Wagensberg, ha afeado prácticamente la actitud insistente de nuestros jueces con toda esa pobre gente que, total, solo pretendía llevarse por delante un país (de forma impecablemente democrática, por cierto) y se ha solidarizado con el angustioso sufrimiento del nuevo pseudoexiliado del prusés. Solo le ha faltado añadir que al pobre chico lo han obligado a largarse los jueces con su intolerable acoso.

Yo entiendo que la gente se dé a la fuga cuando se ha metido en un fregado del que está a punto de pagar las consecuencias. Ya lo hizo Puigdemont con su célebre desaparición en el maletero de un coche. Los hay, incluso, que se labran un futuro en el exilio, como Anna Gabriel, que aquí no iba a ninguna parte y en Suiza está al frente de un importante sindicato. Seguro que a Wagensberg se le pasa la ansiedad en la ciudad helvética en la que se instale, y no es descartable que le salga un curro tan guay como el de Anna Gabriel, pues tiene estudios, es de buena familia y ejerce de profesional de la solidaridad, un sentimiento que, bien encauzado, puede acabar resultando rentable. Pero, por favor, que me ahorre lo de los ataques de ansiedad.

Me parece una lamentable falta de respeto hacia todos los depresivos y neuróticos de este mundo, en cuyas filas milito, aunque con cierta discreción, sin llegar a los extremos de angustia metafísica que tan bien conocen algunos amigos míos. Cuando un juez se interesa por ti, Ruben, lo tuyo no es ansiedad, sino meramente miedo de acabar entre rejas. Un temor muy humano, pero en absoluto metafísico.