Dicen que el patriotismo es el último refugio de los canallas, y no seré yo quien discuta tan cabal afirmación. Me gustaría añadir, eso sí, un colectivo también relacionado con la patria que se distingue por su habilidad para lucrarse a costa de ella: me refiero a los gorrones patrióticos, especímenes que abundan en Cataluña y en su área de (presunta) influencia. Habitualmente, nuestros gorrones patrióticos proceden del propio terruño: pienso en Rafael Ribó, supuesto defensor del ciudadano que se tiró un montón de años defendiendo al gobiernillo autónomo que le pagaba el sueldo y los viajes (a él y a su novia, incrustada en su oficina), o en Miquel Sellarès, que llegó a dirigir el cuerpo de Mossos d’Esquadra, aunque ha brillado más al frente de asociaciones patrióticas variopintas de dudosa eficacia y usualmente centradas en lo que realmente le importa, que es la cuestión militar (el hombre ha reconocido que no siguió la carrera de las armas porque el único ejército a su alcance era el español, cuando él aspiraba a que existiera un ejército catalán). Pero, como en Cataluña nos sobra el dinero, también nos dedicamos a alimentar a sujetos de territorios supuestamente hermanos, algunos de los cuales consiguen vivir tan ricamente durante décadas gracias a las dádivas que generosamente les reparten nuestros gobiernos nacionalistas. Entre estos, brilla con luz propia el valenciano Eliseu Climent i Corberà (Llombay, 1940), quien se dispone actualmente a recibir la Medalla de Honor de la Generalitat por, según el Niño Barbudo, “su compromiso con el catalán”. El hecho de que dicho compromiso haya sido remunerado durante años con una munificencia digna de mejor causa parece que no le quita ningún mérito al condecorado.
La recibirán también María del Mar Bonet y Marta Pesarrodona, quienes, dejando aparte que te interesen más o menos, por lo menos hacen algo: la una canta y la otra escribe. ¿Pero qué hace el señor Climent? Básicamente, ejercer de pancatalanista en Valencia, donde lleva dando la chapa patriótica desde 1968, cuando fundó las Edicions Tres i Quatre. En 1978 creó su principal fuente de ingresos de origen catalán, Acció Cultural del País Valencià, entidad que lleva viviendo a costa nuestra desde tiempo inmemorial (para agradecerlo, el hombre fletaba autobuses a Barcelona para las grandes ocasiones procesistas) y que entrega cada año los premios Octubre, instaurados en 1972, a figuras señeras de la pancatalanidad (la ceremonia no se ve en la televisión valenciana, pero TV3 la retransmite en directo, nos pongamos como nos pongamos). Nuestra generosidad con Climent ha llegado al extremo, en tiempos del Astut Mas, de pagarle la hipoteca del edificio El Siglo, donde tiene su sede la Acció Cultural d’Eliseu Climent.
Hace unos años corrieron serios rumores acerca de la habilidad de Climent para despistar parte del dinero catalán que recibía para expandir la buena nueva independentista en dirección a su propia cuenta bancaria, y algo parecido sucedió con Miquel Sellarès. Evidentemente, como ya es habitual en Cataluña, se impuso la omertá nacionalista y de los supuestos choriceos de estos dos prohombres nunca más se supo. O sea, que, lavada supuestamente su honra, nuestro Eliseu ya puede recibir la Medalla de Honor de la Generalitat de Cataluña. Y puestos a premiar a un miembro destacado del Club de los Gorrones Patrióticos, hay que reconocer que pocos le pueden hacer sombra.
Total, como todo el mundo sabe, en Cataluña nos sobra el dinero. Solo así se explica que el presidente de la Generalitat gane el doble que el del Gobierno de verdad. O que nuestros expresidentes nos cuesten un ojo de la cara con sus pensiones y el personal de esas oficinas que nadie sabe para qué sirven (¿preservar la legendaria astucia de Mas, inmortalizar el pensamiento profundo de Montilla, recompensar a Torra por su necesaria reivindicación de la ratafía?). O que los consejeros se vayan a casa con unas pensiones escandalosas que no tienen parangón en toda la sociedad catalana y española. ¡Será por dinero!
Tras toda una vida comiendo y lucrándose a costa nuestra, Eliseu Climent recibe el agradecimiento definitivo de los sableados. Se lo otorga, en nuestro nombre, el presidente regional que cobra el doble que el nacional. E la nave va, que diría Fellini. Definitivamente, el que dijo que el patriotismo era el último refugio de los canallas se olvidó de los gorrones. Menos mal que estoy yo para recordárselo.