Ah, qué tiempos aquellos en los que Convergència i Unió era una máquina de ganar dinero, cuando la dirigía con pulso firme Jordi Pujol, Duran Lleida hacía como que era imprescindible (luego ya se vio que no, sino que más bien ejercía de oneroso lastre) y la coalición seguía al pie de la letra los consejos de Dale Carnegie en su célebre manual Cómo ganar amigos e influir en la sociedad… Seguro que muchos de los antiguos convergentes, ahora integrados en las debilitadas huestes de Carles Puigdemont, recuerdan con nostalgia aquella larga época de esplendor. Entre ellos, nadie como los candidatos de Junts x Cat a las próximas elecciones generales, que igual tienen que apoquinar para poder presentarse, dada la lamentable situación financiera del partido después de que la Junta Electoral Central otorgara el 100% de los derechos electorales (o sea, los monises oficiales que perciben las agrupaciones políticas) al molesto PDECat por considerarlo el heredero natural de la antigua Convergència.

Dicha medida ha dejado tiesos a los postconvergentes de Borràs y Turull, ya desfondados por la inversión efectuada para las municipales de hace muy poco. Y como es muy triste tener que pedir, pero más duro es tener que robar (sobre todo, cuando no dispones de los cargos necesarios para hacerlo con tranquilidad), en Junts x Cat se han decidido a poner el cazo y a solicitar préstamos a candidatos, cargos del partido y militantes en general. A cada uno, eso sí, según sus posibilidades. Si parece que puedes salir elegido, te soplan 10.000 euros, que te serán devueltos si pillas cacho (si no lo pillas, ya hablaremos en otro momento o, como se dice por aquí, ja ho trobarem). Si no las tienes todas contigo, pero igual suena la flauta y te cae algo, son 5.000 euritos. Nada se sabe de las sumas solicitadas a cargos menores y militantes, pero se les promete que se les devolverá la pasta con un interés del 4% (se supone que el dinero para las devoluciones saldrá del que caiga del cielo español para los candidatos electos).

Como podemos ver, en Junts ya no es suficiente con ofrecerse a colaborar en la mejora y el progreso de la Cataluña catalana: el que quiera contribuir a la independencia del terruño va a tener que aflojar la mosca porque las arcas del partido están vacías (sobre todo, después del despilfarro municipal). Si esto no es una prueba de que los de Puigdemont están para el arrastre, que baje Dios y lo vea, aunque también es verdad que el pobre Puchi tampoco atraviesa su mejor momento: ahí lo tenemos, sin atreverse a salir de Bélgica y tratando de convencer al Parlamento Europeo de que se está cometiendo una injusticia con él al no contribuir a su libertad de movimientos; lamentablemente, la tan anhelada solidaridad europea ni está ni se la espera y a todos sus colegas europeos parece que se la sopla su triste situación (aunque, como destacó TV3, hay un diputado corso que ha salido en defensa del Hombre del Maletero, lo cual es una fuente de esperanza considerable para cualquiera que no sepa muy bien cómo funcionan las cosas en Bruselas, donde me temo que el corso de marras debe ser considerado otro separatista del modelo grano-en-el-culo al que tampoco hay que prestar la más mínima atención).

Los responsables del prusés empiezan a notar en sus carnes la ruina literal (y moral, aunque de esta aún no se han coscado) a la que éste condujo a Cataluña. Mientras las empresas se fugaban a cientos, a ellos les daba lo mismo e incluso aseguraban que ya volverían cuando vieran lo que se estaban perdiendo (no ha vuelto ni una mínimamente relevante). Tras pelearse entre ellos por las esencias convergentes, los separatistas burgueses se dividen ahora entre los que cobran por presentarse a unas elecciones y los que pagan por hacerlo. Y no hay nada menos convergente que verse obligado a sacar la cartera para defender a la patria soñada (la real no les afecta e incluso les incordia). El gen convergente es extractor, no inversor, así que no sería de extrañar que el colectivo del sablazo de 10.000 pavos (los cuatro primeros candidatos por Barcelona, los dos primeros por Girona y el primero por Lleida y por Tarragona) le esté dando vueltas en estos mismos momentos a la pertinencia, o no, de presentarse a las elecciones generales, y resulta perfectamente comprensible: históricamente, uno se hacía convergente para auparse a una relevante posición política y, de paso, forrarse el riñón, pues en los buenos viejos tiempos nunca hubo que invertir en el propio escaño.

Hace tiempo que ha quedado claro que el prusés fue lo más parecido a un negocio de Enrique el de las Cabras, pero no ha sido hasta ahora que esa evidencia se ha hecho patente para sus impulsores. La política se ha convertido para Junts en una apuesta que puede salir bien o puede salir mal. Y si te sale mal y te quedas compuesto y sin escaño, ¿quién te devuelve aquí tus 10.000 machacantes? O sea, ¿es Junts un partido de verdad o una máquina tragaperras?