Quienes tengan la costumbre de seguirme en este diario, sabrán de mi preocupación por la carrera política de Albano Dante Fachín, ese hombre que, partiendo de la extrema izquierda, lleva un tiempo tratando de escalar puestos en el escalafón del lazismo. Hasta ahora, no podía decirse que las cosas le estuviesen saliendo muy bien, pues lo habíamos visto presentarse en actos de ERC y de la CUP sin ser invitado y sin que de ellos se desprendiera el ansiado fichaje para un cargo remunerado, pero acaba de producirse un hecho que se me antoja fundamental en la singladura de nuestro tío Tom argentino: ha sido visto en la mítica paella veraniega que organiza cada año Pilar Rahola, quien, en un acto de generosidad admirable, hasta le ha dejado bañarse en la piscina de su mansión de Cadaqués en compañía de un batasuno que ya lleva un tiempo formando parte de su colla pessigolla. Si eso no es medrar en el universo lazi, que baje Dios y lo vea. Atrás quedan los tiempos en que Rahola ponía de vuelta y media a Fachín (y que Puigdemont ponía verde a Rahola): pelillos a la mar (o a la piscina) y bienvenido sea el afamado trepa sudamericano a la alegre pandilla de la tía Pilarín.
Me resulta evidente que la noticia más relevante de la paella de este año –que ha tenido que celebrarse en el sur de Francia porque en Cadaqués habría acabado en el trullo más de un comensal- es el paso de gigante que ha dado el ínclito Fachín en su camino a la prosperidad: yo creo que ya está un poco más cerca de ocupar una silla en el Consejo por la República y de vivir a costa de esos entrañables patriotas que aportan dinero a la Caja de Resistencia. Lamentablemente, en vez de destacar este paso adelante (pequeño para la humanidad, pero enorme para Fachín), la sociedad catalana (¡ah, ingrato país de esclavos y siervos del españolismo!) ha preferido fijarse en que la señora Rahola se ha pasado por el arco de triunfo las recomendaciones sanitarias sobre el coronavirus, que desaconsejan las reuniones de más de diez personas (ahí eran 21, ¡y sin mascarilla!), organizando un jolgorio gastronómico- patriótico que es al procesismo lo que el suquet de Portabella representaba hace años para la gente bien progresista de paso por el Ampurdán. Jugándose el cargo, el doctor Argimon se ha atrevido a afearle la conducta al vicepresidente Puigneró por apuntarse al sarao. Subtexto: yo aquí matándome para que la gente no se me amontone y no se me quite la mascarilla, y tú, hala, a atiborrarte de paella en una zona indeterminada de la Cataluña Norte con una pandilla de tragaldabas oprimidos. ¡Bonito ejemplo!
El doctor Argimon pasa así a engrosar la nómina de catalanes que creen, ilusos, que las normas de obligado cumplimiento lo son para todos. ¡Falso! Como los sufrientes exiliados que son, Puchi, Comín y Puig i Gordi se pueden reunir con cuánta gente se les antoje. Cuando no está ocupado sobornando a Jair Domínguez, Canadell también tiene derecho a unas horas de sano esparcimiento con los suyos. Matamala, acostumbrado a lavar los platos de la Casa de la República y a fregotear sus suelos, seguro que agradece de vez en cuando un ágape que no se vea obligado a financiar él. Y la organizadora del evento, la señora Rahola, no deja pasar ninguna ocasión de figurar ni de demostrarles a los de ERC que aún pinta mucho en el imaginario lazi, aunque la hayan echado de La Vanguardia y no esté muy claro su futuro en TV3.
Así pues, a ver si nos dejamos de posturas cainitas y permitimos que los happy few hagan lo que les salga del níspero, ya que las restricciones son para la clase de tropa, resentida en general por no haber sido invitada a ese fiestorro que nada debió tener que envidiar a los que organizaba el gran Gatsby en su casa de los Hamptons. Y, sobre todo, dejemos de pensar un poco menos en la comunidad y un poco más en Albano Dante Fachín, quien por fin empieza a recoger los frutos de su larga etapa como sicofante del régimen. De una tacada, plato de paella (no descartemos que repitiera junto a su mujer, Marta Sibina, también presente y también medrando) y bañito nocturno en la piscina de la señorita Escarlata, perdón, de la señora Rahola. ¿Por qué será que me viene a la cabeza el inolvidable hit de María del Mar Bonet Jo em donaria a qui em volgués?