Todos somos conscientes de que Pedro Sánchez está basureando a Pablo Iglesias de mala manera, como si se le antojara el socio más impresentable de su posible gobierno. Y no le falta razón, pero desde que a Rivera se le ha ido la flapa, no hay quien se trate con Ciudadanos. Hay que apechugar, Pedrito, y lo de intentar quitarte de encima al de la coleta con dos ministerios de chichinabo no es de recibo. La situación es como la de aquel chiste de The New Yorker en el que se veía a dos alienígenas en su nave espacial junto a un humano con cara de tonto y vestido con una camisa hawaiana que lo miraba todo sin entender nada; uno de los extraterrestres, señalando al humano, le decía al otro: “Tú lo has abducido, tú lo alimentas”. Ya solo falta que Sánchez le ofrezca a Iglesias un prometedor empleo de ujier en el Congreso.
Pero la manera de enfrentarse a semejante coyuntura, mi buen Pablo, no debería consistir en colocar a la parienta en la vicepresidencia del gobierno. Ni, sobre todo, en pretender situar a Gerardo Pisarello en el gobierno de España. O a Jaume Asens, que también ha sonado para cargo gordo. Deberías alejarte de esos dos como de la peste, Pabloide, pues ya tienes el partido hecho unos zorros y ni Pisarello ni Asens te ayudarán a mejorar su situación. Sin llegar a los extremos de Abascal, que ha tildado al tucumano de “enemigo de España”, la verdad es que estamos ante un demagogo peronista –valga la redundancia– que en Barcelona ejercía de nacionalista catalán, no sé si de forma sincera o si, como su compatriota Fachín, lo hacía para trepar sociopolíticamente y pillar todo el cacho posible. En cualquier caso, todos le recordamos porfiando con Alberto Fernández Díaz en el balcón del ayuntamiento por un quítame de allá esa bandera española.
Nuestro Gerardo no había dicho ni mú ante la proliferación de estelades, pero parece que la enseña nacional ofendía a sus convicciones democráticas: una sobreactuación estúpida que, por lo menos, debería servir, junto a la retirada de la bandera española de su despacho en Madrid, para mantenerlo alejado del gobierno. Si hay que volver a aplicar el 155, Pisarello va a dar la chapa sin tasa y habrá que echarlo, así que es mucho mejor ahorrarse el fichaje.
Lo mismo puede decirse de Jaume Asens, que ya tarda en pasarse a ERC o a la CUP. Éste, además, tiene una hoja de servicios lamentable como abogado, pues fue el defensor de Rodrigo Lanza, el psicópata chileno que dejó tetrapléjico a un guardia urbano de Barcelona durante el desalojo de una casa okupada y, no contento con eso, más adelante asesinó en Zaragoza a un señor que lucía unos tirantes con la bandera española. Jamás hemos oído de labios de Asens ni una disculpa por su torpeza a la hora de seleccionar a sus clientes.
Cierto es que, puestos a socializar el sufrimiento, tal vez resultaría didáctico que toda España tuviese que aguantar lo que hemos aguantado en Barcelona de estas dos lumbreras, pero ya se sabe que mal de muchos, consuelo de tontos. Iglesias nunca debió dejar a escapar a Errejón, que a ése lo puedes enviar a cualquier parte con la seguridad de que no te hará quedar mal: me pregunto cuánto falta para que fiche por el PSOE.