La pandemia del Covid-19 avanza sin parar por toda Europa y España es uno de los países con más incidencia. La sensación es de desolación, no solo porque no se ve el final --y eso es lo peor, como destacan los sanitarios galardonados con el Premio Princesa de Asturias--, sino porque la pandemia ha sacado lo peor de todos nosotros, confirmando los temores de que, en contra de los optimistas que creían en una mejora del mundo, todo iba a seguir igual o incluso a empeorar.

En España, la clase política ocupa un lugar destacado entre quienes se han comportado de la peor manera. Mientras la gente se pone enferma y muere en los hospitales y en las residencias, mientras crece la angustia provocada por la incertidumbre, mientras aumenta la desolación ante una crisis sin horizonte, los políticos no cesan de pelearse y de convertir auténticas nimiedades, en comparación con la gravedad de lo que ocurre, en sujeto de enfrentamientos despiadados y cainitas.

Los aquelarres en que se han convertido las sesiones de control de los miércoles en el Congreso de los Diputados son el mejor ejemplo. En el último, se escucharon gruesas palabras como “matón” y “bolchevique irredento” o acusaciones de ser un “partido antisistema” o “presidente fallido”. No importa quién las pronunciara, la bronca es ya la principal característica de esas sesiones, unas veces provocada por unos y otras por otros. El espectáculo es también desolador.

En la pelea generalizada a cuenta de la pandemia destaca sobre todo la que protagoniza la presidenta de la Comunidad de Madrid (CAM), Isabel Díaz Ayuso, contra el Gobierno de Pedro Sánchez. Su última aportación a la desmesura política ha sido la afirmación, en plena Asamblea de la CAM, de que el Gobierno central pretendía imponerle el estado de alarma “a punta de pistola”. Madrid recurrió a los tribunales las medidas tomadas por el Ministerio de Sanidad antes de la declaración del estado de alarma y se empeñó en defender las restricciones por áreas sanitarias que nadie conoce. Desde que el Gobierno aprobó en Consejo de Ministros el estado de alarma, no pasa día en que Ayuso o los portavoces del PP no pidan su levantamiento. El jueves, la portavoz Cuca Gamarra volvió a pedirlo, así como la dimisión del ministro Salvador Illa, precisamente el mismo día en que la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Comisión Europea reclamaban más medidas restrictivas para evitar un nuevo confinamiento del continente.

Basta con hacer un breve repaso a la situación en España y en Europa para ver que el caso de Madrid es escandaloso. El PP se queja de discriminación. La hay, pero al contrario. Cataluña, con 263 casos por cada 100.000 habitantes en 14 días (la media española es de 265), acaba de decretar el cierre de bares y restaurantes, una de las medidas más duras en Europa. Galicia ha aislado Orense; Castilla y León lo ha hecho con León, Palencia y Salamanca; Asturias, con 186 casos cada 100.000 habitantes, ha vuelto a la fase 2; Navarra, con 800 casos, pero con menor presión en las UCI que Madrid, ha dictado el cierre de bares a las 22 horas y la reducción de aforos al 30%. Y Madrid solo tomó medidas restrictivas cuando llegó a los 1.000 casos en algunas áreas.

Ahora Madrid ha bajado algo de los 500 casos, pero las comparaciones siguen siendo odiosas. Francia ha vuelto al estado de emergencia --equivalente al estado de alarma-- y ha declarado el toque de queda en París y otras ocho ciudades que superan los 250 casos cada 100.000 habitantes. Italia nunca ha levantado el estado de emergencia, que está prorrogado hasta enero. En Países Bajos y República Checa se han tomado medidas similares a las de Cataluña con 581 casos y 412, respectivamente. En Alemania, donde se cuenta por 7 días en lugar de 14, las restricciones --cierre de bares y clubs y restaurantes a las 23 horas-- comienzan cuando se llega a los 50 casos. Y el Reino Unido ha pasado al nivel 2 de alerta con 97 casos cada 100.000 habitantes en 7 días, con cierre de bares y restaurantes a las 22 horas y prohibición de encuentros en interiores de personas que no conviven y de solo seis personas en exteriores.

Los ejemplos son innumerables para darse cuenta de que el empecinamiento de Díaz Ayuso, respaldada por el PP nacional, en no tomar las medidas necesarias para enfrentarse al Covid-19 solo tiene una explicación: priorizar la bronca política ante cualquier otra consideración. La pretensión de que se prima la economía para “no arruinar Madrid”, adornada con afirmaciones tan cursis como “Madrid es libertad” y otras, no puede pasar por encima de la defensa de la salud pública, como se demuestra en toda Europa.