El protodiácono Puigdemont ha hablado: Habemus papam, por la gracia del menda. Después de tanto cónclave y tantas propuestas imposibles parece que rebajamos la tensión. Hemos pasado de proponer candidatos encarcelados o huidos de la justicia a proponer un activista xenófobo que promete no entrar en el despacho del jefe, porque el legítimo es el otro. Es decir, alguien que, no estando imputado, se comporta como una ficha de ajedrez y no es traidor ni a la causa ni al César. No se puede pedir más.
Esto promete: las masas enfervorecidas se quedan tranquilas y los parlamentarios más radicales no se sienten incómodos si permiten que Quim Torra sea presidente. Los menos radicales tienen que acatar "haciendo de tripas corazón", porque nadie se atreve a romper la baraja. Pero Puigdemont y el propio Torra ya han dicho que esto es por poco tiempo. No porque Puigdemont tenga que volver, como dicen algunos. No volverá porque, si Alemania no lo extradita con cargos sustantivos, España renunciará a la extradición. Si no, Montoro se encargará de inhabilitarlo. Quizás se convierta en el pastelero errante y podamos incorporarlo en breve a nuestra propia mitología de construcción nacional, pero nada que sea efectivo a medio plazo.
Veremos a Torra yendo y viniendo a Berlín durante unas semanas, pero es previsible que no sea presidente por mucho tiempo, a causa de sus propios socios de gobierno, que cada vez son menos proclives a mantener el pulso. Es lo que tienen los resultados de las elecciones del 21D: sin radicales no hay gobierno, y gobernando los radicales, hay más 155 y cárcel para todos.
Igual que en la elección de los papas, cuando las partes no se ponen de acuerdo, el acuerdo está en la provisionalidad. Pues eso: aunque este señor no me guste, y tenga que borrar todos sus tuits en una noche por si acaso lo acusan de fomentar el odio, parece que podríamos empezar a cambiar algo. Aquí lo más importante es lo que viene después: la composición del gobierno y quien ostenta la vicepresidencia. Es decir, cuando Torra dimita o lo echen, quien estará al frente de la Generalitat. Alguien, que no habrá necesitado los votos de la CUP para gobernar.