No es normal aprovechar esta abierta y democrática tribuna de Crónica Global para hablar de música, pero esta ocasión lo merece: este mes sale a la venta el nuevo disco de Bruce Springsteen. En España eso es siempre un motivo de alegría para todos aquellos que somos incondicionales de la titánica obra musical de The Boss.

Barcelona, de manera muy especial, respeta, quiere y admira al cantante de Freehold. Fue el Palacio de los Deportes de Barcelona el lugar elegido para presentar por primera vez sus credenciales en España. La noche de ese 21 de abril del 1981 (no es casualidad que Loquillo titule una de sus canciones con esa histórica fecha) estoy seguro de que, al acostarse, Bruce, como Julio César, pensó “Venividivici”. Desde entonces, el idilio existe con nuestro país y miles de jóvenes nos fuimos enganchando a su autenticidad, a su equilibrada furia y a sus emocionantes llamadas a la esperanza.

Desde el 92, he estado en más de 60 conciertos de Bruce, he peregrinado por los bares de Asbury Park donde empezó todo y hasta mi baile nupcial fue con el “Tougher Than the Rest”. En mi coche siempre está presente y conecta conmigo casi más rápido que el propio bluetooth. Hay muchas historias como la mía entorno al cantante, muchísimas. Bruce ha hecho la banda sonora de muchas vidas, ha dado paz espiritual, redención, alegría y confianza a miles de personas en el mundo. Es mucho más que un “juntaletras” o un fabricante de estribillos pegadizos: es un volcán de vida pegado a una Fender.

Con la E Street Band, la banda de rock mejor engrasada de la historia, ha defendido una obra gigantesca en apoteósicos conciertos que han dejado sin palabras a todo aquel que los ha podido disfrutar. Con el ejemplo, nos ha explicado la importancia de la voluntad, la resiliencia y la resistencia en esta vida. Con humildad, él siempre se ha fijado en las personas más invisibles de nuestra sociedad. No se explican 40 años en la cima del rock and roll si no tenemos en cuenta estos detalles.

Disfruten pues de su nuevo álbum Western Stars. Es un disco fabuloso, sobrio, tranquilo, propio de un creador con mucha carretera a las espaldas, innovador en muchos aspectos, y en el que el cantante plasma mucha sabiduría acumulada en sus casi 70 años de vida. Como siempre aparecerán esos críticos que malmeten sin estar cultivados, esos que quieren hacerse famosos a costa de destrozar leyendas consagradas o esos snobs que sólo hablan bien de músicos que sólo conocen en su casa para parecer que tienen mucha personalidad. Los que ya llevamos un tiempo siguiendo al artista sabemos que siempre acaban pinchando en hueso: Bruce siempre está y siempre estará.

Gracias, Sr. Springsteen. Por tu música, por tu escritura, por tu realista vitalidad, por la coherencia de tus acciones, por sacar fuerzas de flaqueza, por dominar a tus demonios, por comprometerte con la justicia social, y por repartir tanta esperanza vital. Gracias por ponernos el vello de punta, por alejarnos tantas veces de lo mundano, por darle color a tantas circunstancias grises, por sacar a tanta gente del fango, por estar cuando parece que no queda nada, y por enseñarnos a valorar la música que conecta con el alma. Mil veces gracias.

Muchos queremos volver a verte en España. Vuelve a montarnos en el tren de la esperanza y los sueños. Aquí siempre seréis bien recibidos, tú y la E Street Band. Os esperamos, recordando siempre a Danny Federici y Clarence Clemons. No surrender.