Pensamiento

El independentismo catalán: populismo

27 febrero, 2014 08:43

La mayoría de los análisis que se vienen realizando sobre el fenómeno independentista se limita a una perspectiva local. Dedicamos horas a discutir sobre los supuestos agravios que han sufrido los catalanes, sobre los mecanismos de la propaganda nacionalista, sobre las últimas piruetas de la izquierda catalana… Sin embargo, para entender lo que ocurre en Cataluña conviene ganar una cierta distancia y dirigir la mirada a nuestro alrededor. ¿Estamos ante un fenómeno “único”, diferente de lo que ocurre en otros países de nuestro entorno?

El independentismo catalán no es un fenómeno nuevo. Durante años ha actuado con inteligencia y constancia para ganar poder e influencia en la sociedad. Pero ha tenido que esperar a las circunstancias actuales para auparse al poder, con la inestimable colaboración de una irresponsable élite política y económica que creyó que podía "cabalgar el tigre"

Europa se enfrenta a importantes retos de futuro. La competitividad de su economía está amenazada, así como la sostenibilidad de su modelo social. Los Estados ya no son suficientemente fuertes para hacer frente por si solos a los retos de la globalización, pero las instituciones comunes todavía son débiles. Nuestras democracias y los partidos que las sustentan se muestran impotentes ante las enormes fuerzas económicas que gobiernan el mundo. La clase media se debilita y su futuro se ensombrece.

En este contexto, proliferan los movimientos políticos que ofrecen soluciones drásticas, respuestas contundentes, salidas fáciles del marasmo en el que nos hallamos. En nuestro vecino Portugal, un anacrónico partido comunista revive de sus cenizas y vuelve a gobernar alguna de las ciudades más importantes del país. En Francia, el ultraderechista Frente Nacional lidera las encuestas y consolida su papel clave en la política francesa. En Italia, un partido antisistema liderado por un payaso (literalmente) consigue más de ocho millones de votos en las elecciones generales. En el Reino Unido, en el centro y en el norte de Europa, e incluso en los países nórdicos los movimientos partidarios de limitar la solidaridad, controlar la inmigración y recuperar las políticas proteccionistas ganan fuerza y condicionan la política de sus gobiernos.

Todos esos movimientos políticos se alimentan del desencanto, de la desesperanza y de los temores de las clases medias y populares. Frente a un mundo cada vez más complejo, ofrecen una interpretación simple. Claman contra los culpables de nuestros problemas: los mercados, la partitocracia, Merkel, los inmigrantes, los fabricantes chinos, etc. Nos ofrecen salidas aparentemente eficaces: la nacionalización, el proteccionismo, la democracia directa, limitar la solidaridad, salir del euro… Evitan las verdades incómodas que nadie quiere oír, y nos ofrecen mentiras tranquilizadoras.

Me temo que España no es ajena a lo que ocurre en Europa. También aquí nuestra sociedad se halla empobrecida y desorientada. También aquí los partidos e instituciones políticas tradicionales atraviesan una grave crisis ideológica y moral. También aquí proliferan los partidos nuevos con programas ideológicos difusos y repletos de mensajes populistas. También aquí muchas personas de buenas intenciones y cargadas de ilusión se unen a esos movimientos creyendo que contribuyen a regenerar la política y a construir “un nuevo país”.

El independentismo catalán no es un fenómeno nuevo, es cierto. Hunde sus raíces en la Historia de Cataluña y se alimenta de una larga tradición. Durante años ha actuado con inteligencia y constancia para ganar poder e influencia en la sociedad. Su crecimiento tiene causas propias, específicas del caso catalán. Pero durante toda nuestra historia democrática fue un movimiento minoritario, y ha tenido que esperar a las circunstancias actuales para auparse al poder, con la inestimable colaboración de una irresponsable élite política y económica que creyó que podía "cabalgar el tigre".

El rasgo más peligroso del independentismo catalán, como el de muchos otros populismos europeos, es la verosimilitud de su discurso. Porque está compuesto básicamente de medias verdades

El independentismo catalán comparte con otros populismos europeos un gran número de características, que intentaré resumir en los siguientes puntos:

1. Exculpa a los ciudadanos de cualquier responsabilidad y señala un culpable externo para todos los males: España o “el Estado español”.

2. Ofrece salidas y soluciones aparentemente sencillas y accesibles que en realidad son imposibles o encierran graves peligros: la independencia.

3. Utiliza su capacidad de movilización como fuente de legitimación: “tantas personas no podemos estar equivocadas”.

4. Desprecia los mecanismos de la democracia representativa y defiende una democracia más directa, sin formalismos ni limitaciones al “poder popular”.

5. Elude las discusiones o posicionamientos ideológicos claros en el eje izquierda-derecha, manteniendo un difícil equilibrio interno entre personas de ideas antagónicas.

6. Ejerce sobre otras fuerzas políticas y sobre algunos intelectuales una influencia hipnótica: se sienten intimidados por su capacidad de movilización, y fascinados por su carácter popular, desacomplejado y “espontáneo”.

Con todo, el rasgo más peligroso del independentismo catalán, como el de muchos otros populismos europeos, es la verosimilitud de su discurso. Porque está compuesto básicamente de medias verdades. Y es sabido que una de las formas de la mentira más peligrosas y más difíciles de combatir es la media verdad.