Manifiesto de entrada mi ignorancia absoluta de la lengua alemana, así como mis muy escasos conocimientos jurídicos. No obstante, sé leer y comprendo lo que leo. Dicho esto, confieso mi perplejidad ante los sorprendentes déficit de comprensión lectora evidenciados en muchas de las interpretaciones dadas a la respuesta que la Audiencia de Schleswig-Holstein ha dado a la solicitud de euroorden de detención del expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont tramitada por el magistrado del Tribunal Supremo español Pablo Llarena.

Una grave cuestión de Estado como sin duda es el gran desafío planteado por el secesionismo catalán, un conflicto político de enorme entidad al que los Gobiernos del PP presididos por Mariano Rajoy ha sido incapaz durante todos estos años de dar otra respuesta que la de su permanente judialización, ha estallado de nuevo después de la respuesta dada por la justicia germana. No obstante, unos y otros yerran una vez más al pretender hacernos creer lo que la Audiencia de Schleswig-Holstein en modo alguno ha dejado dicho por escrito.

La respuesta del tribunal alemán establece únicamente que el delito de rebelión que el juez Llarena atribuye a Carles Puigdemont --por el que se encuentran en situación de prisión provisional preventiva numerosos dirigentes políticos y sociales del independentismo catalán, mientras algunos más siguen fugados de la justicia española-- no es equiparable al de alta traición recogido por las leyes germanas. Esto es, en esencia, lo que dice la respuesta de la Audiencia de Schleswig-Holstein. De ahí la inmediata puesta en libertad de Puigdemont. Pero en libertad provisional, bajo fianza y con algunas medidas cautelares. Porque la euroorden tramitada por el magistrado Llarena incluye también otra acusación, la de malversación de caudales públicos, que en la legislación vigente en Alemania tiene su equivalente en el delito de corrupción, sobre el cual no hay todavía ningún pronunciamiento.

Este Gobierno de “novios de la muerte”, que tanto se vanagloriaba en público de haber “descabezado” al secesionismo catalán, se ha topado ahora con una realidad europea que le obliga a replantear muchas cosas 

Estos son los hechos. Estos, no otros. El juez Llarena puede o no intentar ahora que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea determine si en este caso la justicia alemana ha aplicado de forma correcta la euroorden. Parece muy difícil que le den la razón. También parece muy difícil que prosperen los posibles recursos que puedan plantear las fiscalías, tanto la alemana como la española, en instancias judiciales germanas superiores.

La consecuencia de todo ello es diáfana: la estrategia de judialización extrema de un problema eminentemente político como es el del reto independentista se ha llevado una primera derrota importante. Una derrota judicial grave, que puede acabar siendo gravísima. Pero también es una grave derrota política. Porque este Gobierno de “novios de la muerte”, que tanto se vanagloriaba en público de haber “descabezado” al secesionismo catalán, se ha topado ahora con una realidad europea que le obliga a replantear muchas cosas.

No obstante, también el independentismo catalán debe aprender la lección que le han dado desde Alemania. De entrada, porque la Audiencia de Schleswig-Holstein ha reconocido que España es un Estado democrático de derecho y ha negado con rotundidad que exista en nuestro país ningún tipo de persecución por motivos políticos, negando así la condición de “presos políticos” a los dirigentes independentistas que están encarcelados en prisiones españolas. Más aún, el mismo tribunal alemán ha reconocido que en el procés se han producido acciones violentas, de las que hace responsable también al propio Carles Puigdemont, aunque ha considerado que dichas acciones no fueron tan violentas como para que consiguieran doblegar el ordenamiento constitucional español vigente.

La Audiencia de Schleswig-Holstein ha negado la condición de “presos políticos” a los dirigentes independentistas que están encarcelados en prisiones españolas y ha reconocido la responsabilidad de Puigdemont en las acciones violentas del procés

Conviene recordar al respecto que el ordenamiento constitucional alemán actual, tan ensalzado ahora desde el independentismo catalán como denostado por el españolismo más radical, considera simplemente ilegales todas las formaciones políticas que promuevan la independencia de una parte de Alemania.

Ante tanto déficit de comprensión lectora por parte de unos y otros, que al fin y al cabo es una nueva demostración de la mutua negación de la realidad, una nueva muestra de la práctica común de la táctica del avestruz, me parece muy difícil, improbable pero no imposible, que los dos bandos enfrentados en este conflicto aprovechen este momento y sepan convertirlo en una oportunidad política. Una oportunidad para el diálogo. Sin apriorismos de ninguna clase, sin condiciones previas. Con voluntad de transaccionar, de consensuar, de pactar. Pero para ello es preciso saber leer y sobre todo comprender lo que uno lee. Ya digo que me parece muy difícil, improbable pero no imposible. Tal vez sea porque, a pesar de todos los pesares, sigo considerándome gramsciano, esto es “pesimista por la inteligencia, optimista por la voluntad”.