Hace 15 días anticipaba el nerviosismo de los inversores ante la independencia de Cataluña. En dos semanas, los catalanes, sin ser muy conscientes de ello, han sufrido una intensa crisis en Cataluña. En concreto, una de la peores crisis financieras de su historia.

La apelación de bancos españoles al BCE aumentó en 17.000 millones la pasada semana. Los temores se centraron en los dos bancos catalanes y se produce por una fuga de depósitos minoristas, de préstamos mayoristas en el interbancario y de vencimientos de deuda en los mercados de capitales que las entidades no hayan podido atender.

Eso supone (en una sola semana) una fuga de capitales del 15% del PIB de Cataluña. Ni en las peores semanas de julio de 2012 la fuga de capitales fue tan intensa. En la crisis de Argentina de 2001 la fuga fue del 10% del PIB y duró seis meses. El peso argentino se devaluó el 75%, el PIB cayó el 15% y la pobreza extrema se dobló. Argentina tenía una deuda externa ridícula comparada con la posición exterior de la economía catalana.

La fuga de empresas y de los bancos ha provocado miedo al futuro de sus empleos en muchos catalanes. Incluso, en muchos que han apoyado el proceso independentista creyendo de buena fe el mantra de sus líderes y economistas, que les prometieron que con la independencia vivirían mejor. Pero no son conscientes de los riesgos que están asumiendo en este proceso.

Por suerte, los españoles estamos protegidos por una moneda estable como el euro y en medio de una agresiva política de compras de deuda del BCE. Ésta ha mantenido estable la financiación del Tesoro Público, que pudo emitir 4.600 millones en un bono a 5 años al 0,5%. En Argentina en 2001 nadie les prestaba dinero y el escaso crédito era a tipos disparatadamente altos. Eso provocó lo que se conoce como un frenazo brusco del crédito y la mayor depresión económica en décadas. La Generalitat recibe dinero cada mes del Tesoro Público y ha podido pagar las nóminas de los funcionarios y a sus proveedores.

La fuga de empresas y de los bancos ha provocado miedo al futuro de sus empleos en muchos catalanes. Incluso, en muchos que han apoyado el proceso independentista creyendo de buena fe el mantra de sus líderes y economistas, que les prometieron que con la independencia vivirían mejor

En una Cataluña independiente, como dijo Oriol Junqueras, tendrían que haber creado una moneda virtual (supongamos el catcoin). El problema es que el catcoin no sería reconocido para devolver sus deudas internacionales y no tienen reservas de euros. Por lo tanto, la primera de decisión de un Gobierno de la República catalana sería pedir un rescate al FMI. El problema es que antes tendrían que ser reconocidos por la ONU, ya que el FMI sólo puede prestar a países miembros de la institución.

En lo doméstico podrían haber pagado a los funcionarios en catcoins. Pero lo normal en estos casos es que los ciudadanos catalanes fueran al mercado negro a cambiar inmediatamente sus catcoins por euros. Eso supondría una devaluación intensa de su moneda virtual y un aumento de los precios de los bienes importados, que en el caso de Cataluña son principalmente bienes de primera necesidad (como alimentos) e intermedios que las empresas catalanas necesitan para producir.

Si cortas la cadena de suministro, se hunde el PIB, y los escasos bienes que existen se disparan de precio. En ese escenario si sigues teniendo déficit público y pagando con catcoins, tendrían una hiperinflación. Esto es lo que está sucediendo en Venezuela, que es el modelo de república popular que la CUP quiere imponer en Cataluña.

Por fortuna, estamos dentro del euro con acceso al BCE, y hasta Puigdemont y Junqueras han asumido ya que no habrá independencia. Ha bastado que los dos bancos catalanes cambiarán su sede para que los inversores internacionales calmen sus temores y los precios de sus acciones recuperen todo lo que habían caído las dos semanas anteriores. La semana que viene conoceremos los datos de apelación de los bancos al BCE y seguramente comprobaremos que la fuga de capitales se ha parado.

El independentismo expulsa empresas y ofrece una imagen de inestabilidad al mundo que ha hecho un gran daño reputacional a la marca Cataluña y Barcelona

Pero la fuga de empresas tendrá efectos duraderos y dejará profundas cicatrices. Durante décadas Cataluña mostró una imagen sensata con un nivel de vida agradable y eso permitió atraer sedes de multinacionales que crearon sus mejores empleos y sus mejores salarios en Barcelona. Ahora el independentismo expulsa empresas y ofrece una imagen de inestabilidad al mundo que ha hecho un gran daño reputacional a la marca Cataluña y Barcelona.

Esperemos que vuelva la vida inteligente en Cataluña; que los catalanes entiendan que gracias a la Constitución entramos en la Unión Europea y que somos el quinto país del mundo desarrollado que más empleo ha creado desde entonces. Que entre todos recuperemos el espíritu de consensos de la Transición y el espíritu universal y de vanguardia de Barcelona 92.

Si siguen con el proceso, fuera de la Constitución y del Tratado de la Unión, estos irresponsables pueden autoprovocar una crisis en Cataluña aún peor que la de 2008 y que la de 2012. Los de Pedralbes pueden sacar su dinero y sus empresas fuera pero los de Nou Barris serían los más perjudicados por esta paranoia, como siempre.