El economista Christian Felber, impulsor de la Economía del Bien Común / BERND HOFMEISTER

El economista Christian Felber, impulsor de la Economía del Bien Común / BERND HOFMEISTER

Pensamiento

Christian Felber: “Necesitamos un confinamiento del capital especulativo y destructivo”

El economista austriaco reclama unas nuevas relaciones económicas que no se obsesionen en el crecimiento y pide dejar de escuchar a los "neoclásicos"

26 julio, 2020 00:00

Christian Felber (Salzburgo, 1972) se ha convertido en el gran referente de la llamada Economía del Bien Común, que pide utilizar otros parámetros para medir la economía, y que pasa por una producción laboral “sostenible”. Sus trabajos abordan el comercio mundial, como plasmó en su libro Por un comercio mundial ético, publicado en España por Deusto. El dilema para Felber, austriaco con alma de europeo del sur que cree en la cooperación responsable, no estriba entre el libre comercio y el proteccionismo, sino entre el comercio ético y el no ético. En esta entrevista con Crónica Global, pide abordar la cuestión del capital especulativo. Y reclama un confinamiento, jugando con lo que ha ocurrido durante la pandemia del Covid. “Necesitamos un confinamiento del capital especulativo y destructivo”, señala, para combatir lo que cree que ha sido un auténtico “virus”: la imposición del discurso de los economistas neoclásicos.

--Pregunta: ¿Qué lecciones deberíamos aprender con la pandemia del Covid si queremos reforzar unas relaciones económicas distintas?

--Respuesta: Una de las lecciones claras, para mí, es que se amplía la imagen y podemos ver el desequilibrio ecológico, que ya se había constatado antes. Ahora, sin embargo, se ve más claro. Hay unos límites planetarios, y existe un consenso sobre esos límites, que no se deberían traspasar. Los economistas clásicos no saben cómo tratar con todo eso, salvo los heterodoxos. Y si sabemos que hay límites, habrá que comenzar a poner remedios. La ciencia económica clásica no lo tiene en cuenta, sólo lo ve cuando ya ha pasado. No debería suponer costes inesperados, sino que esos costes se deberían incorporar antes. El ser humano tiene que tenerlo previsto, porque habrá nuevas pandemias y problemas. Si queremos evitar un nuevo Covid, o el Ébola, u otras enfermedades, deberemos controlar ese crecimiento continuo que se ha desarrollado hasta ahora. Porque si continuamos con la expansión de la humanidad y la presión sobre la naturaleza, tendremos más problemas. Hay cuestiones que se deben respetar, y el crecimiento ciego no ayuda para controlar el calentamiento global y la pérdida de diversidad ecológica.

---Porque, ¿no se deberá volver a lo que teníamos antes de la pandemia? ¿Hay un antes y un después, realmente?

--Se ejerce presión para volver a la situación anterior. El presidente de la Federación de Industrias en Austria no deja de decir que se debe crecer y crecer. Es todavía un pensamiento muy arraigado, con mucha influencia. El cambio no está asegurado, por eso tenemos que seguir trabajando, pero existe una segunda lección que han señalado los científicos, y es que el cambio climático puede ser más peligroso que el Covid. Los políticos no han hecho nada al respecto, pero, sin embargo, han forzado los derechos fundamentales con los confinamientos. Los mismos que se niegan a reducir libertades, fuerzan otras libertades, porque las consecuencias de los confinamientos se producirán en todos los niveles. Y lo que parece muy necesario es reformar el sistema económico, y crear un mejor análisis sobre las relaciones económicas.

Economista Christian Felber / FRIEDLUNDPARNTNER.AT

Economista Christian Felber / FRIEDLUNDPARNTNER.AT

--¿Ha habido una dicotomía entre el político y el científico, en beneficio de este último, cuando quien tiene que tomar decisiones es el político? ¿Volvemos al dilema de Weber?

--Ha habido equivocaciones en todas direcciones. Por parte de los políticos sólo han escuchado a los economistas, y, además, a los economistas neoclásicos, y ha resultado fatal. Es un proceso de hace un tiempo, no sólo ahora. Y resulta una paradoja. La teoría de los neoclásicos se fundamenta en el equilibrio, en el equilibrio de los mercados. Y lo que ha ocurrido es todo lo contrario: hay desequilibrios en todos los ámbitos, en la distribución del poder, en el comercio internacional, en los mercados fnancieros…Los políticos han escuchado sólo a los neoclásicos y, respecto a los científicos, sólo han escuchado a los virólogos. Tengamos en cuenta que las medidas que se han adoptado también son un peligro en muchas partes del mundo donde las personas viven al día. La OIT ha calculado que 1.700 millones de personas trabajan en el sector informal. Y con los confinamientos no han tenido ningún ingreso, y para ellos es más peligroso el confinamiento que el Covid. En Europa mueren cada año por la contaminación del aire unas 450.000 personas. En cambio, no he visto un confinamiento para las industrias contaminantes. Lo que considero es que se debería consultar a la gente, y veríamos muchas más opiniones distintas, al margen de los llamados expertos. Porque expertos hay muchos y de cuestiones diferentes: expertos sobre la pobreza en el mundo, sobre las relaciones Norte-Sur, sobre los desequilibrios ecológicos. Naciones Unidas señala que hay 900 millones de personas con mala nutrición, y pueden ayudar a 100 millones, que es mucho, pero queda lejos de esos 900 millones.

--¿Lo que ha ocurrido en Francia, con la victoria de partidos ecologistas en las grandes ciudades es un fenómeno que viene para quedarse o es ahora coyuntural?

--Ya había una tendencia, con una mayor sensibilización, alentada por científicos que iban avisando y ganando visibilidad. Hay una opinión pública que desea más cambios y agencias internacionales y distintos enfoques económicos, como la Economía del Bien Común, o la del decrecimiento. Se necesita un cambio de paradigma, con medidas que favorezcan a las empresas más sostenibles. En la mayoría de las sociedades democráticas se van a pedir medidas más ambiciosas.

--Pero, ¿Cómo se hace esa transición, que ahora quiere favorece la Unión Europea, con el fondo de reconstrucción, sin que afecte de forma brusca a una parte importante de la población? ¿Se debe implementar un plan a medio y largo plazo?

--Sería idóneo, claro, una cierta planificación. En los ochenta en Austria ya se planeaba un impuesto al dióxido de carbono, sabiendo que se perderían puestos de trabajo, pero que se ganarían otros en sectores más sostenibles. Pero el Gobierno no lo aplicó, porque el peso de las industrias era muy fuerte, era mayor que la opinión mayoritaria de la población. Es lo que yo llamo la postdemocracia, y es que no ha cambiado mucho lo que se lleva a cabo por parte de los gobiernos, a la espera ahora de lo que haga la Unión Europea.

--¿Se puede hacer algo distinto a partir de ahora?

--Si, ya se hace. Lo que yo digo es que se debe profundizar en la democracia para que la gente pueda tomar la batuta. Y en Alemania se han realizado asambleas democráticas, con hasta 22 reformas para mejorar la democracia. Se trata de una iniciativa informal, pero que ha llamado la atención del Parlamento. Está prevista una segunda asamblea, y con la posibilidad ya de implementar algunas medidas. Se puede poner coto al cambio climático. Y se va intentar el confinamiento del calentamiento global. Esa es mi esperanza.

--¿Con el plan de reconstrucción europea, no ha llegado el momento también para replantar los paraísos fiscales?

--Bueno, se trata de un rompecabezas. Lo primero que hay que pensar es en crear empleos con sentido y sostenibles. Y las dos patas, la política fiscal y la monetaria, parecen insuficientes, pese a todos los esfuerzos. Desde hace 30 años hay problemas de distribución y de desigualdad creciente, pero no veo ningún límite a la desigualdad. Es la máxima expresión de lo que llamo la postdemocracia. En cambio, lo que sí se ha hecho, desde 1994, es que, ya teniendo un problema de desigualdad, es intensificar la concentración de riqueza, y liberar el movimiento de capitales a paraísos fiscales. Al mismo tiempo, o dicho de otra manera, los países se han robado a sí mismos la capacidad de cooperar fiscalmente. Y es que, con los tratados de la UE en la mano, poner barreras a la circulación de capitales sería ilegal. Se deberían volver a cambiar los contratos europeos, y, después, cerrar los paraísos fiscales. Habría otra posibilidad y son los convenios fiscales bilaterales. Es decir, en qué medida puede una empresa de un país pagar menos impuestos en un llamado paraíso fiscal, y cómo podría pagar la diferencia que se ahorra en el propio país. La Unión Europea en su conjunto podría dar un paso, y tendría, creo, todo el apoyo de la ciudadanía. Hay que tener presente que las fortunas personales, las privadas, son entre cinco y seis veces más altas que las deudas públicas. Un impuesto del 1% a esa riqueza reduciría la deuda pública de forma notable. También se podría imponer impuestos al capital o a las transacciones financieras. Y es que lo que necesitamos es confinar el capital especulativo y destructivo, y dar oportunidad a aquellas empresas que contribuyen al bien común, que crean empleo con sentido.

--¿Y sobre la política monetaria?

--Creo que los bancos centrales están salvando a las grandes empresas transnacionales, con dinero del contribuyente. Y podrían apoyar y rescatar a las personas, con ayudas a las pymes. Debería haber una apuesta por la teoría monetaria moderna que apuesta por créditos sin interés directamente a los estados, que ahora es algo prohibido por la UE. Sería una medida muy eficaz, siempre que no se emplee de forma excesiva.

--¿Estamos cerca del llamado ‘momento Hamilton’ en Europa, tras ese acuerdo de reconstrucción? ¿Y cómo debemos entender a los llamados países frugales, como Austria?

--Si Austria fuera un país adepto a la Economía del Bien Común cooperaría con la filosofía de ese fondo y con la Unión Europea. El canciller austriaco señala en sus intervenciones que se debe cooperar, y repite la palabra, pero cuando se trata de cooperar con otros países o con la UE es otra cosa. Entra en contradicción permanente. Pero es una lección que debemos aprender, no sé hasta dónde se podrá llegar en Europa, pero me duele en el corazón la posición de Austria en esos debates. Espero que se interiorice otra forma de actuar en el futuro, pensando, por ejemplo, que Austria depende mucho de terceros países, que tienen recursos naturales. Creo que en Austria el virus de los economistas neoclásicos ha contagiado al resto. Y espero que eso cambie.