Pensamiento

Can Vies enerva al soberanismo identitario

2 junio, 2014 09:10

En las últimas semanas Sala i Martin ha olvidado su papel de vocero de las mentiras económicas del régimen para convertirse en el rey de la insidia. Me llama la atención que no haya tenido respuesta pública a las dos últimas ocurrencias, muy celebradas entre los partidarios del "procés". La de que la señora de Terrassa, protagonista del incidente con Navarro, era en realidad su amante, y la última, la de que los incidentes de Can Vies han sido promovidos por el Estado.

Pretender que la facción "revolucionaria" se subordine a la identitaria es pedir peras al olmo. Con su desobediencia a las leyes, su legitimación de la vía de hecho, Mas ha abierto las puertas a los que sueñan con la revolución pendiente

En lo de Can Vies no está sólo. Otro ilustre soberanista de salón, Antoni Bassas, también ha amparado los "rumores", y no son los únicos. En el país idílico que nos pretenden imponer todo lo que no les gusta es culpa, por definición, del Gobierno español. Decía en mi anterior artículo que CiU ha sido vencida por los radicales en las urnas y en la calle. El aprendiz de brujo ha sufrido en sus propias carnes lo que les sucede a todos: el "procés" se le ha ido de las manos. Y claro, ello sólo puede ser causado por las malas artes de "Madrit".

Acostumbrados a que sus mentiras no hayan tenido respuesta durante muchos años y que hayan calado en parte de la población, piensan que son capaces de cualquier cosa con ayuda de los medios de comunicación del régimen. Pero en este caso las maniobras de distracción no pueden esconder la realidad. Toni Soler, con más criterio, en un artículo publicado en el diario Ara se aleja de la teoría conspirativa y alerta sobre los daños que el tema de Can Vies ha causado al soberanismo: enfrentamiento entre CiU y CUP, dos teóricos aliados, mala imagen internacional, desgaste de la figura de Trias y diversas sedes de CiU atacadas. Soler acaba diciendo que Rajoy debe haber abierto botellas de "cava". En efecto parece algo rocambolesco insinuar que el CNI actue en Cataluña a través de la CUP, que ha mostrado su apoyo explícito a Can Vies en una agria polémica con el alcalde Trias.

Pero el análisis de Soler no deja de ser superficial. El soberanismo se nutre de dos corrientes perfectamente diferenciadas: la tradicional, basada en el nacionalismo identitario, y la "revolucionaria" liderada por la CUP pero con ramificaciones en los que venden un "país nou", de nueva planta, sin vicios ni corrupciones, donde se atarán los perros con longaniza, donde todos seremos felices y comeremos perdices. Pretender que la facción "revolucionaria" se subordine a la identitaria es pedir peras al olmo. Con su desobediencia a las leyes, su legitimación de la vía de hecho, Mas ha abierto las puertas a los que sueñan con la revolución pendiente. Le han servido como infantería, pero ahora molestan. ¿Qué esperaban?

El nacionalismo ha aprovechado la crisis económica y del sistema político español que la ha acompañado para sumar a sus propuestas soberanistas a quienes reivindican una revolución de carácter social. Ahora, con los incidentes violentos, pero ya antes con las denuncias de los recortes sanitarios o casos de corrupción autóctonos, se han vuelto incómodos. Molestan. Asustan a las clases medias que creían en el cuento de hadas que les ha contado Mas. Pero en los cuentos de hadas no aparecen barricadas. Y las barricadas asustan, sobre todo cuando la recuperación económica empieza a ser una realidad que nadie que tenga una ocupación productiva quiere echar a perder. Bastante se ha sufrido en los últimos cinco años.

Mientras CiU era hegemónica, los compañeros de viaje eran tolerados por el nacionalismo conservador. Pero los incidentes y, sobre todo, el sorpasso de ERC han desatado las alarmas. Solo falta difundir las muchas contraindicaciones para los catalanes de la aventura soberanista para acabar de deshinchar el soufflé. Claro que si a nivel español fueran capaces de acompañar la recuperación económica con una profunda reforma del sistema político, las cosas serían más fáciles. Pero esto último quizás sea pedir peras al olmo.