La mayoría de las operaciones corporativas calificadas como fusiones no comportan la unión de dos empresas, sino la adquisición de una por otra. La que obtiene más beneficios, una mayor capitalización bursátil o una superior valoración de sus activos es la absorbente. 

En la fusión entre CaixaBank y Bankia, la primera cumple las tres condiciones. Por tanto, la antigua Caja de Barcelona va a comprar la antaño Caja Madrid. En contraposición a la última década, el acuerdo alcanzado trasladará poder e influencia financiera desde Madrid a Barcelona, aunque por razones políticas la sede continúe en Valencia.

La operación ha necesitado la conformidad del gobierno. La han buscado todas las anteriormente realizadas en España y también cualquiera planeada en otro país europeo. No obstante, en la actual había un importante motivo adicional. A través del FROB, el Estado es el mayor accionista de Bankia, pues posee el 61,8% de las acciones.

Para su aprobación, el ejecutivo debía verle ventajas empresariales y políticas. Entre las primeras destacan el aumento del valor de su participación bursátil, la mayor inmunidad de la nueva entidad a la actual crisis económica y el estímulo a la generación de nuevas fusiones. Entre las segundas cobran especial relevancia el incremento de su influencia sobre el principal banco de Cataluña y su sociedad civil, la magnífica campaña de publicidad del PSOE en la autonomía y el cumplimiento de los deseos del BCE.

Al aumentar el precio de las acciones, el Estado conseguirá más ingresos por su venta que en el reciente pasado. No obstante, en los próximos años difícilmente obtendrá los 24.069 millones de euros empleados en el rescate de la entidad. Por tanto, la recuperación completa de dicho capital, así como de los restantes 34.802 millones de euros destinados al salvamiento del sector bancario español, es misión casi imposible.

Unos datos adicionales sustentan la anterior opinión. El pasado viernes, la suma de la capitalización de CaixaBank y Bankia ascendía a 16.426 millones de euros. Si el Estado se queda con el 15% de las acciones de la entidad resultante, el valor de su participación supondría 2.464 millones de euros. Para convertir ésta en 24.069 millones, la revalorización necesaria sería de un 876,8%. Indudablemente, un porcentaje sumamente improbable.

Las fusiones pueden ser ofensivas o defensivas. Las primeras pretenden principalmente incrementar los beneficios de la empresa resultante mediante el aumento de los ingresos, las segundas prioritariamente a través de la reducción de los costes. Unas las realizan compañías que operan en sectores en auge (por ejemplo, el tecnológico) y anteponen el crecimiento a casi cualquier otro aspecto. En cambio, las otras las efectúan corporaciones integradas en industrias en declive (siderurgia) y su prioridad suele ser la mejora de la eficiencia.

La creación de CaixaBankia constituye una de las segundas, al igual que casi todas las que se realizarán en los próximos años en el viejo continente dentro del sector bancario, pues éste ha entrado en decadencia.

El problema de ambas entidades, así como de casi todo el resto de bancos europeos, es una muy baja rentabilidad sobre el capital invertido (ROE). En los últimos años, su elevada caída y la previsión de que no remonte en un próximo futuro han llevado a una gran bajada del precio de sus acciones, a pesar de que antes de la aparición del Covid-19 estaban baratas (tenían un PER bajo).

Para incrementar la rentabilidad, la principal opción de sus ejecutivos consiste en aumentar la eficiencia. En concreto, el objetivo es reducir el coste generado por euro ingresado. Para obtener tal propósito, la entidad necesita disminuir sus gastos, siendo el principal el de personal y uno muy importante el inmobiliario. Por tanto, la banca del futuro tendrá menos empleados y oficinas.

La manera más rápida de conseguirlo reside en lograr una fusión. Por tanto, en la coyuntura actual, con una expectativa de gran aumento de la morosidad, aquélla ya no es una opción, sino una necesidad. Ambas entidades podrían haberla demorado durante un tiempo, pero con una empresa u otra estaban obligadas a acometerla.

En la actual década, los principales motivos del declive de la banca son una regulación más estricta del BCE, unos tipos de interés muy bajos, un excesivo número de empleados, la creciente penetración de las entidades casi exclusivamente online, las fintech y la progresiva desintermediación de la actividad financiera.

En numerosos bancos, la cuenta de resultados sufre por dos vías: la caída del margen de beneficio obtenido por euro negociado y la disminución del saldo vivo crediticio. La primera procede de una menor remuneración recibida por los préstamos otorgados, la segunda por la reducción del ratio créditos / fondos propios y la creciente financiación de las empresas mediante los mercados de renta fija.

Para revertir una tendencia de beneficios decrecientes, los ejecutivos han planeado pasar de una banca presencial (analógica) a una online y de autoservicio (digital). En esta última, las entidades proveen de tecnología a sus clientes y éstos hace casi todas las operaciones que antes realizaban los empleados. Por tanto, muchos de ellos sobran y los que se quedan ya no serán la principal ventaja competitiva de la entidad.

El paso de la banca analógica a la digital requiere una gran inversión, estando ésta solo al alcance de las empresas más grandes. Por tanto, en el nuevo paradigma del sector, el tamaño importa más que nunca y aquéllas que sean pequeñas tendrán muy difícil la realización de la anterior transformación. Estas últimas entidades no estarán necesariamente abocadas a la desaparición, pero si a conseguir una rentabilidad (ROE) inferior a las de mayor dimensión.

En definitiva, la creación de CaixaBankia responde completamente a las necesidades de las entidades fusionadas. Además, les permite encarar con mayor seguridad el gran aumento de la morosidad previsto para el próximo año. El principal problema es el método utilizado para aumentar los beneficios y ofrecer una mayor rentabilidad a los accionistas: el despido de un gran número de trabajadores. En sucesivas fases, la cifra superará los 10.000.

En términos políticos, el gobierno hace una jugada redonda. Gana influencia en Cataluña, lanza una magnífica campaña de publicidad en ella y se desprende de un problema, pues su participación en la nueva entidad ya no es de control.