Sigue totalmente encallado BCN World, el fantasmal proyecto de casinos, hoteles y cemento que se planeaba en la Costa Dorada tarraconense. Van transcurridos ya seis años después de que la ambiciosa iniciativa se propalara a bombo y platillo.

En este periodo, se han ido largando con viento fresco todos los grupos inversores españoles y extranjeros que entonces proclamaron su participación. Sólo seguía supuestamente la empresa de restaurantes Hard Rock, pero de momento ni ha estampado su firma en los papeles, ni ha presentado la documentación definitiva. No parece sino que un mal fario sobrevuele cuanto rodea a este engendro especulativo.

El tinglado ya no se llama BCN World, sino Hard Rock Entertainment World. Es, como mínimo, el cuarto bosquejo que se ha aireado públicamente. Es decir, el mismo perro, pero con distinto collar.

Los prolegómenos de esta historia se remontan nada menos que a 2011, cuando el magnate judío Sheldon Adelson deja a Artur Mas tirado en la cuneta y anuncia que abandona defintivamente los planes de invertir 18.000 millones de euros en Cataluña.

Artur Mas, cual mago de pacotilla, quiso tapar su fracaso con otro andamiaje similar. Para ello, se sacó de la manga BCN World

Artur Mas, cual mago de pacotilla, quiso tapar su fracaso con otro andamiaje similar. Para ello, se sacó de la manga BCN World. Lo malo es que en aquel momento de depresión inmobiliaria y crisis rampante, no había nadie que se prestara a semejante apaño. Sólo dio un paso al frente Enrique Bañuelos, experto en pelotazos y tristemente famoso por el hundimiento de su inmobiliaria Astroc, que arruinó a millares de inversores celtibéricos.

Bañuelos dio a conocer las magnitudes del complejo, que entrañaba el desembolso de hasta 5.000 millones y la creación de millares de puestos de trabajo. Incluía --cómo no-- la construcción de centenares de pisos, pues como todo buen trasiego especulativo encerraba el consabido y abultado lote de ladrillos.

La presencia de Bañuelos invitó a cualquier cosa menos al optimismo. Este agiotista es experto en dar el “pase”, a la mayor velocidad posible, a los activos que compra. Por ello, todos salvo Artur Mas sabían que tarde o temprano tal personaje se escabulliría subrepticiamente y haría mutis por el foro.

Eso es cabalmente lo que ocurrió en diciembre de 2014. Bañuelos tenía que desembolsar 337 millones a La Caixa por los terrenos, pero carecía de los fondos necesarios. Arguyó que, tras pensáselo mucho, había decidido no poner ni un céntimo. El portazo propinado ese día por el comisionista valenciano significó el entierro definitivo de BCN World.

Dentro de un par de meses se cumplirán tres años de la estampida del caballero. Desde entonces, ni se han visto las excavadoras, ni se ha movido un solo metro cúbico de tierra.

La Generalitat pretende seguir adelante, pero no se trata más que de una ficción o un pretexto para no reconocer el absoluto fiasco de una propuesta que nació de los delirios calenturientos de Artur Mas

La mesa de evaluación y adjudicación del nonato proyecto, dependiente de la Generalitat, está encabezada por Lluís Salvadó, de Esquerra Republicana, secretario de Hacienda y por tanto “número dos” de la consejería de Oriol Junqueras.

El tal Salvadó es objeto de investigaciones desde julio por el Juzgado de Instrucción número 13 de Barcelona. La pasada semana fue detenido en el curso del despliegue policial desarrollado contra la convocatoria del referéndum.

Con estos mimbres, la Generalitat pretende seguir adelante. Pero no se trata más que de una ficción o un pretexto para no reconocer el absoluto fiasco de una propuesta que nació de los delirios calenturientos de Artur Mas.

Esta semana, por cierto, el inefable expresident brindó en televisión una estampa patética, de vergüenza ajena, al implorar a los catalanes que se rasquen el bolsillo para pagar la multa que le ha impuesto el Tribunal de Cuentas por haber dilapidado fondos públicos en el referéndum ilegal.

Los espejismos que sufre Mas parece que se han trasladado a Junqueras y otros capitostes de la Generalitat, que siguen insistiendo en que BCN World, o como demonios se denomine ahora el monstruito, se llevará a cabo finalmente. Ocurre que está muerto y enterrado. Cuanto antes lo admitan los jerifaltes de la política, antes dejarán de perder el tiempo y de seguir malversando el dinero de los contribuyentes.