El presidente de la Generalitat, Salvador Illa (i), y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (d), en el CAR Europa Press
La izquierda no seduce
"Illa no pactará con el PP, un partido de bloque que ha renunciado a la moderación, y le costará hacerlo con Junts"
El PP renuncia al centro. No es ninguna novedad; la flojera mental de Núñez Feijóo vandaliza la frágil realidad del mundo conservador y la esperanza de una alternativa hace agua.
Al otro lado del escenario, el cansino socialismo de bufete y caoba, mezcla imposible de churras y merinas, pone en marcha la Operación Judas para destronar a Sánchez. Felipe González, Jordi Sevilla y Virgilio Zapatero marchan al frente; un trío calavera, zalamero y poco más.
Mientras Madrid paladea la Navidad en los cenáculos, Cataluña avista el regreso de Puigdemont saludado por la patronal Foment del Treball, inopinadamente transida por la conocida amistad entre el patrón de patrones, Josep Sánchez Llibre, y el expresident afincado en Waterloo.
Sánchez Llibre afirma que, con Puigdemont, en Cataluña “será más fácil que haya acuerdos entre partidos”. ¿Qué será más fácil? ¿Desde cuándo un disolvente envuelve? Lo que quiere decir la patronal es que Junts y el PP podrán reunirse en la Sala Magna de la sede de la vía Laietana, como lo hacía el selecto Partido Regionalista de Cambó bajo la atenta mirada del catalanismo de remença y barretina.
Foment vuelve a la casilla de salida. Sánchez Llibre amenaza con bendecir el pacto PP-Junts en la casa gran de la economía. Le pide al president Salvador Illa que abandone a ERC, Comuns, CUP y compañía, y que pacte con Puigdemont y con Alejandro Fernández, líder del PP en Cataluña. Pronto conocerá el vicio monocorde de Junts, el partido que secuestra los pactos y no hace prisioneros.
Medio siglo después de Ferrer-Salat, la democracia orgánica sigue agarrada en el prontuario exterior de la Sede de Foment, obra Borrell i Nicolau. Ha corrido mucha agua bajo los puentes desde que los sindicatos abrazaron la concertación, pero ahora la gran patronal se distancia. Piensa “nosotros aquí, calentitos con Junts y PP”, solo falta Aliança Catalana, el mundo inmaterial de Ripoll. Nadie habla de ella, pero se la sobreentiende.
Illa no pactará con el PP, un partido de bloque que ha renunciado a la moderación, y le costará hacerlo con Junts. La patronal ha de saber que la oposición catalana sabotearía a una industria que no entiende de restas. Lo más granado este país, aparte de la estética, son los emprendedores que crean empleo y riqueza. Los innovadores y los herederos de lo preexistente.
A la izquierda le falta un impulso, un arrebato. Mientras gestiona eficazmente y sin engaños, como lo hace Illa, no ilusiona. Han sido muchos años de letanía nacionalista y una década perdida, la de Puigdemont. La entrada de caballo siciliano del PSOE en los asuntos dinerarios y en los remolinos del sexo en día laborable han pillado a sus bases en batín.
La Moncloa es una maquila imparable de trabajos, viajes y pensares de los que Sánchez no saca provecho. El PSOE de Ferraz, un erial que pretende dar ejemplo sin murgas ni promesas incumplibles, recurre al prestigio silente de Salvador Illa. Pero no hay tiempo para más, cuando ni el socio de referencia, Sumar, levanta el vuelo en los sondeos. La izquierda tiene programa, pero no seduce.