Centro de masculinidades de Barcelona
Malgasto público
"No hace falta ser de 'ultraderecha' (catalana o española) para pensar que el creciente gasto público en ayudas, subvenciones o contrataciones difíciles de explicar lleva a los ciudadanos a extremar su voto"
Ya no me sorprende que una señora activista se defina, en su currículum, como miembra de un partido o grupo. Tampoco que, en las reuniones, den la bienvenida a todes y todxs, términos inclusivos y antipatriarcales.
Pero hace unos días casi me estalla la cabeza al leer que en Barcelona contamos, desde los tiempos de Ada Colau, con un Centro de Masculinidades cuyo presupuesto anual es de 600.000 euros.
No hace falta ser de ultraderecha (catalana o española) para pensar que el creciente gasto público en ayudas, subvenciones o contrataciones difíciles de explicar lleva a los ciudadanos a extremar su voto. El gasto público español ya supera al de Francia, según Eurostat.
En España corren tiempos de Gobiernos débiles que fomentan el intercambio de cromos entre partidos, el pacto constante y la necesidad de gastar para crear trabajos ficticios y eslóganes que atraigan al pensionista, al joven desempleado o a tantos otros.
Pedro Sánchez sigue intentando contentar a Sumar, a Bildu, a Esquerra, grupos de izquierda radical y nacionalista con presencia en las Cortes españolas.
Mientras, el Junts de Puigdemont se aleja del PSOE temiendo que Aliança Catalana, con su discurso antiinmigración y sin peajes del pasado, se los coma con patatas.
En Cataluña, en tiempos de Pujol y Maragall, sus partidos se repartían las instituciones: la Generalitat, para Convergència, y para el PSC, el Ayuntamiento de Barcelona.
Hoy, en mitad de la legislatura, el alcalde Jaume Collboni (PSC) cuenta con solo 10 ediles de los 41 que componen el Consell Municipal. En consecuencia, los acuerdos son difíciles y la estructura política o de gestión de la alcaldía es compleja.
Además de los tenientes de alcalde, que son cinco, el municipio cuenta con siete concejalías y 14 “comisionados/comisionadas”. Se ocupan de “la noche” o de la “memoria democrática”, pasando por la “diversidad religiosa”, “el uso del catalán” o “la gestión del turismo sostenible”. Creo que solo falta por decidir el nombramiento del comisionado de “Rehabilitación”.
Cuesta entender que, con esos órganos de gobierno tan enrevesados, se pueda dirigir sensatamente una ciudad.
Collboni lo intenta, ya que pretende gobernar hasta las municipales de 2027. Por el momento, con el voto a favor de ERC y la abstención de Barcelona en Comú ya puede sacar adelante un presupuesto de 2026 que se eleva a 4.180 millones de euros, cifra récord. Le basta y le sobra con presentarse y que nadie proponga una moción de confianza; una opción que la oposición califica de “artimaña”, aunque ya se ha utilizado en otras ocasiones.
La curiosidad por conocer los presupuestos y actividades de mi ciudad natal me lleva a ojear sus páginas digitales. Esta vez, acabé buscando la del centro barcelonés de la masculinidad. Para encontrarlo pasé antes por el Departamento de Feminismos, donde aparece. Intenté en vano saber el número de asalariados o contratados por ese organismo, así como su presupuesto. Solo encontré un imaginativo glosario multilingüe.
Aquí tienen unas cuantas palabras útiles para convivir sin caer en la masculinidad violenta: sexpreading, sexting, putofobia, misandria o mansplaining... ¡Cómo no vas a rendirte!
Luego me embargó una extraña nostalgia de aquellos tiempos en que feminismo solo había uno, y allí estábamos todas y también algunos intentando luchar por la igualdad.
Mi primera manifestación feminista fue en Barcelona, en 1976, y solo recuerdo que pedíamos “Divorcio y derechos para la mujer” en una pancarta bien grande. Luego descubrimos que había una enorme brecha salarial entre nuestras nóminas y las que cobraban los “compañeros”. En el mundo, esa diferencia es del 68,8%, según el estudio del World Economic Forum publicado en 2024. A este ritmo la paridad real llegará en 123 años. En España estamos entre el 15% y el 19%, según distintas fuentes.
Entre tanta jerga podemita, hemos olvidado los conceptos básicos y necesarios para conseguir la igualdad, por un lado, y gestionar nuestras Administraciones, por otro.
Mientras discuten si “no es no” y “sí es sí”, aprobamos leyes nefastas que obligan a poner en libertad a violadores, además de agotar al votante y disparar el gasto público, que ya supera los 700.000 millones, incluyendo pensiones, salarios públicos, incremento del pago de la deuda y defensa.
En España tenemos una palabra que define la situación. Se trata de malgasto, sustantivo aprobado por la Real Academia Española (RAE) que define la acción de malgastar. Es decir, “disipar dinero en cosas inútiles”.