Se acerca el día D, hora H. No me estoy refiriendo a las claves del histórico desembarco en Normandía. Soy mucho más prosaico. Me refiero a que esta semana el ejecutivo debe tomar una decisión sobre la OPA del BBVA al Sabadell.
Estamos en ese momento en el que todos aguantan la respiración. Primero los clientes, las pymes, sobre todo, porque si la OPA sale adelante la reducción del crédito no será una cuestión hipotética, será una realidad.
En segundo lugar, los accionistas, que tendrán que decidir si acuden al canje en un momento dónde el precio del mercado es superior y contante y sonante, mientras que en el de la OPA el precio contante y sonante es sensiblemente inferior al de los “papelitos”, como se conoce el intercambio de acciones.
Y en tercera posición tenemos a los territorios y como en todo territorio a los ciudadanos. Un informe publicado en este periódico hace unos días nos da datos muy concretos sobre la concentración bancaria en Cataluña. Hoy por hoy el 86% de las oficinas pertenecen a cuatro entidades -Caixabank, BBVA, Sabadell, Santander-, y en cuanto al crédito aglutinan el 85%, y en el crédito a empresas, la nueva entidad resultante acumularía el 40%, según la autoridad de la competencia de Cataluña.
Por tanto, la prudencia debería ser la brújula que guiara al ejecutivo y a la propuesta que haga el ministro de Economía, Carlos Cuerpo. Sin embargo, la tensión política empañará la decisión final y el antisanchismo del PP enturbiará cualquier decisión. Si el Gobierno abre la puerta al canje será criticado. Si la cierra también. Haga lo que haga será acusado de venderse a los malvados catalanes que, a juicio del Madrid DF, engordan sus alforjas a costa de los sufridos españoles. Con este panorama, el ejecutivo no debería tener solo prudencia, sino también sensatez.
El PP, en privado, no es muy partidario de la OPA, pero en público ha arropado al BBVA y ha criticado los movimientos del Gobierno, incluida su consulta pública que fue apoyada incluso por Luis de Guindos, poco sospechoso de ser un activista sanchista, a no ser que algo se me haya pasado por alto.
El Gobierno, inmerso en una crisis política sin precedentes, puede apostar por endurecer las medidas evitando la fusión en algunos territorios, lo que lastrará, sin duda, las sinergias que preveía el BBVA, pero dará la palabra a los accionistas. El canje será el nuevo campo de batalla en la que hay un mes de agosto de por medio.
Lo más importante, sin embargo, será que la oferta del BBVA que llega desfondada a la recta final por la revalorización que el Sabadell de Josep Oliu y César González-Bueno ha logrado en estos meses. Carlos Torres, el presidente del banco vasco, se la juega. Quizá le convendría recordar que una retirada a tiempo es una victoria porque el terreno de juego está embarrado.
Como Julio César “alea jacta est”, la suerte está echada. El BBVA, si gana, tendrá que lidiar con un soliviantado sector empresarial que dijo desde el minuto uno “no es no”, sus sinergias están en las raspas, lo que tendrá que explicar a sus accionistas y, lo peor, su reputación corporativa por los suelos. No es el mejor panorama para el futuro.
El 27 tendremos la respuesta. No será un punto y final, será un punto y seguido y con tres razones para decir no a la OPA y no acudir al canje. Quizá por el temor a salir mal parado, Carlos Torres, ha utilizado estos días el arma de la presión al ejecutivo. La ha concretado con llevar a los tribunales la decisión. Es lo que tiene no saber ganar en el campo y recurrir a los tribunales.