No sé a ustedes, pero a mí, cada vez que pongo música en Spotify, me sale un insulso anuncio del BBVA con un mensaje de amor y una promesa de prosperidad hacia los accionistas del Sabadell, a fin de que propaguen entre sus amigos lo extraordinariamente positiva que sería la fusión.
Pero la propaganda machaca en hierro frío. Desde que se lanzó la OPA hostil sobre el banco vallesano, hace seis meses, las opciones de que salga adelante son cada vez menores.
Ahora mismo es una operación atascada en la CNMV, pese al empecinamiento del presidente del BBVA, Carlos Torres, decidido a jugarse el cargo en una jugada mal calculada por hacerse con el Sabadell.
Cuando las circunstancias eran más propicias, en mitad de la pandemia, con el precio de la acción por el suelo, su error fue regatear la oferta y no ser más generoso con Josep Oliu, lo que hizo fracasar la negociación (entonces amistosa).
En la cúpula del banco vasco prefirieron gastarse el dinero obtenido de la salida bancaria de Estados Unidos en Turquía, probablemente otro error.
Ahora ya es tarde para adquirir el Sabadell, pues la operación llega tarde y mal. El banco catalán está saneado, sus perspectivas son muy positivas, y los accionistas minoritarios sienten una vinculación emocional con la entidad.
En los últimos meses, pese a la bajada de tipos, ha subido bastante en bolsa, mientras el BBVA ha bajado mucho, tanto por los problemas de la lira turca como por su posición en México y el miedo a los nuevos aranceles que ha anunciado Donald Trump.
Este martes, el consejero delegado del Sabadell, César González-Bueno, afirmó que existe un “clamor” contra la OPA por sus efectos perniciosos en el crédito a las pymes y que, de llevarse a cabo, crearía una concentración bancaria peligrosa, sobre todo en determinadas comunidades autónomas.
La oposición entre las cámaras de comercio y las asociaciones empresariales es rotunda. Y puso encima de la mesa un interesante debate tratándose de un banquero, ¿el deber del consejo de administración de un banco es solo defender el interés de sus accionistas, o subsidiariamente tener en cuenta otros factores como el bien común?
¿Hasta qué punto, se preguntó, se debe respetar el libre albedrío de los accionistas frente a otros intereses? Cualquiera diría que González-Bueno se ha vuelto un intervencionista socialdemócrata.
En realidad, no le hace falta, ni al Gobierno ni a sus socios catalanes les gusta la OPA. La política y las emociones también juegan su papel. Y la CNMV le está viendo todas las pegas, por lo que decidió hace unas semanas llevar su estudio a Fase 2.
La estrategia es muy clara, extendiendo el plazo, las posibilidades de éxito se reducen. Es posible, además, que, para autorizarla, el negocio del crédito a las pymes del Sabadell tuviera que desgajarse a fin de mantener el nivel de competencia deseado, con lo que la OPA propuesta sería ya otra, con muchísimo menor interés para el BBVA.
Que la Comisión Europea anunciase ayer que no veía objeciones a la fusión, era una decisión esperada y no cambia lo sustancial.
En definitiva, hay rechazo entre los accionistas minoritarios del Sabadell, que son la mayoría, en el mundo empresarial, por parte de los partidos catalanes y del propio Gobierno.
Y, para rematarlo, el nuevo impuesto a la banca castigaría más al BBVA en caso de fusión. A Carlos Torres este nuevo error le puede salir muy caro.
Se equivocó en 2020, cuando tenía a mano la fusión por la debilidad del Sabadell, y ahora no ha calculado bien su fortaleza, tanto financiera como sociopolítica. No tiene ninguna salida fácil.
No parece que quiera ni pueda subir el precio de la OPA, ni tampoco retirarla anticipadamente. Así que no le queda otra que verlas venir y ganar tiempo, ya que mientras no se resuelva en contra nadie en el BBVA pondrá encima de la mesa su dimisión.