Junts per Catalunya es como un disco rayado. No salen de lo de siempre y un Batet sin argumentos recurrió a la vuelta la burra al trigo. Acusó al president Illa de no defender los intereses de Cataluña en Madrid. Seguramente, para Batet y para su jefe de chiringuito, defender los intereses de Cataluña es tumbar los presupuestos generales que hacen perder a Cataluña unos millares de euros.
No cayó el señor Batet en que defender los intereses de Cataluña es poner encima de la mesa un nuevo mecanismo de financiación que su partido ha sido incapaz de plantear en los últimos doce años. Tampoco el señor Puigdemont fue capaz de presentar un plan de vivienda como el de Illa, a través del que destina 4.400 millones de euros a la construcción de nuevos pisos. Estaba muy ocupado en veleidades secesionistas que dejaron al país en el ostracismo y profundamente dividido, y no pensó en dar soluciones a la problemática de vivienda que sufren y padecen miles de catalanes. Defender Cataluña no es defender una entelequia, es defender a sus ciudadanos.
Puigdemont abrió la semana entusiasmado porque los castellers pitaron al president. Tienen todo el derecho a hacerlo. Es libertad de expresión, dirán unos; pero otros, como un servidor, lo ven como derecho al pataleo de los que fueron derrotados en las urnas. En 2017, los catalanes pitaron a Puigdemont y le dieron la victoria a Inés Arrimadas. En 2021, la pitada aumentó y le dieron la victoria a Salvador Illa, seguido de Pere Aragonés. El gran líder quedó tercero. Y en 2024, lo volvieron a abuchear dando la victoria, una vez más, a Salvador Illa. Su vocero mayor, Gonzalo Boye, atribuye las continuas derrotas del president “legítimo” a que no se presenta en igualdad de condiciones que el resto de candidatos, que es tanto como decir que los catalanes son idiotas y no saben lo que votan. Porque mal que les pese a necios y bellacos, el PSC gana porque le votan una mayoría de catalanes. Y Puigdemont ejerció de necio o de bellaco, o ambas a la vez.
Illa puso el dedo en la llaga cuando preguntó --y preguntar no es ofender-- si Junts quiere hacer política útil o enredar. Apuesto por esto último. Y recuerdo que el Congreso no ha podido regular los alquileres de temporada porque Junts no lo permitió. Y no lo hizo, según su criterio, “por Cataluña”, pero lo cierto es que ha “jodido” a muchos catalanes que buscan piso y que no encuentran porque los propietarios se fugan al contrato de temporada para eludir el control de alquileres que, por cierto, han caído un 5%. No es mucho, pero al menos no suben.
El debate de esta semana no aportó mucho más. ERC se limitó a defender sus acuerdos con el PSC y nos recordó que estará vigilante. Qué menos, diría yo. Fíjense que el PP no estuvo vigilante en las enmiendas de una ley y la que se ha liado. No digo yo que el Gobierno tuviera que afrontar el debate sobre el futuro de los presos de ETA con luz y taquígrafos, sino que dejen de airear el terrorismo para ocultar su inutilidad y su escaso trabajo parlamentario. Vamos, que no trabajaron. ERC dice que trabajará. Es lo mínimo, señores republicanos.
Los Comunes tampoco es que hicieran un esfuerzo. Más psicólogos y mejor atención primaria, exigieron. No es mucho, pero es significativo. Hoy, si necesitas un psicólogo, lo primero que te psicoanalizan es la cartera. Y, por desgracia, muchos utilizan dinero negro, sobre todo en las primeras visitas. O sea, más psicólogos y más control fiscal para los psicólogos más listos. Reducir la primera visita a 48 horas es un gran objetivo, pero me hubiera gustado oír cómo piensan hacerlo: cuántos recursos y cuánto personal se necesita.
El resto de grupos no se salió del guion. Alejandro Fernández acusó de independentista y okupa al president, en un alegato de pura demagogia. Garriga siguió en su senda sin decir si este año pagará el AMPA de sus hijos y la peluquería a cargo del grupo parlamentario, y la CUP y Silvia Orriols siguieron con su matraca.
Illa ha superado su primer debate y ha evidenciado, sobre todo, que tiene propuestas y que la oposición no existe. ERC está buscando su propia solución y digiriendo que Junqueras se ocultara en el Monasterio de Montserrat en 2017 --otros se metieron en un coche y se dieron a la fuga--. Junts trata de poner orden, o de acatar órdenes, en el cortijo de Puigdemont. De momento, en Cataluña nos aburriremos de solemnidad. Para distraernos, podemos buscar cuántos necios y bellacos tenemos. Lo de Puigdemont está claro. Pero, hay más no lo duden, además de psicólogos listillos que nos defraudan a todos y que deberían ir ellos mismos a otro psicólogo para saber gestionar su éxito. Quizá aquí encontremos más bellacos. O necios, a saber.