El pasado viernes, el planeta colapsó por falta de acceso a sus datos y aplicaciones, bloqueando la operabilidad de muchos servicios en los diferentes países que son clientes de Microsoft. La movilidad, las finanzas, la salud, todos los sectores y servicios de todo el mundo están conectados. Sean empresas chinas o estadounidenses, todos estamos conectados.
CrowdStrike cometió un error con una actualización de software que ha causado un impacto global y la sensación de vulnerabilidad y dependencia tecnológica.
En tecnología, las cifras importan; la decisión, también. No sabemos qué ha pasado, pero la persona responsable de actualizar, sea director, sea becario, tiene más poder fáctico que el presidente de cualquier pais del mundo.
La persona en cuestión puede que no fuera consciente de que afectaría a la mitad del planeta, sus aeropuertos, hospitales, medios de comunicación, puertos y otras infraestructuras clave. Los gobernantes del mundo no parecen que sean conscientes de que dependemos del botón de un empleado de una compañía con sede en otro país.
Hoy, los nuevos polos de poder económico y estratégico están en China, EEUU, Suiza, Singapur, Corea del Sur, Taiwán, Japón, Israel, etcétera, en economías que hace tiempo están capacitándose para afrontar los nuevos retos como, por ejemplo, la escasez de agua en Israel o la disrupción de la banca por las fintech en Suiza, etcétera, o bien proveer al mundo de los productos con valor añadido necesarios actualmente como las baterías, las nuevas fuentes de energía, los vehículos eléctricos y autónomos, los dispositivos médicos y medicamentos personalizados o la tecnología cuántica.
Justamente, Europa y el mundo se están digitalizando prácticamente con los mismos proveedores, las siete magníficas. Solo las cinco empresas más grandes del mundo tienen un valor equivalente al PIB de la Unión Europea, ninguna europea.
Aquí es donde deberíamos preguntarnos por qué y cómo redirigir la situación como en el caso de nuestra dependencia. ¿Cómo vamos a crear un plan de contingencias de futuro aquí para futuros errores, accidentes o ciberataques? Las potencias económicas del siglo XXI son las que dominan la tecnología, los datos y el conocimiento y sus aplicaciones, aplican los substitutivos de los recursos naturales más sostenibles y las redes.
Estos países han sabido potenciar una fuerte industria adaptando rápidamente las tradicionales a las nuevas demandas como la automoción, la textil, la siderurgia o la propia química que, a su vez, son motores económicos y generadoras de puestos de trabajo. China ha pasado de la fábrica low cost del mundo a líder tecnológico y proveedor de valor añadido imprescindible.
El problema que tenemos en Europa ahora es doble. Hay que reconocer que el hecho de enviar las fábricas a terceros países, de generar talento para repartirlo por el mundo y no invertir en innovación como se debe en los últimos 20 años, son las causas para tener una enfermedad llamada dependencia tecnológica e industrial.
Esta es nuestra enfermedad mientras que otros países sí han inventado, controlan las materias primas, producen y ahora son nuestros únicos proveedores, convirtiéndonos en dependientes de su tecnología y en el caso del viernes, de sus errores.
Si no generamos conocimiento, no lo transformamos y producimos riqueza y trabajo aquí, de poco sirve hacer rondas de inversión A, B, C o Meta. A pesar de la carrera entre Estados Unidos y China, es bueno saber que ambos seguirán necesitando del resto de países como clientes de sus productos porque la desglobalización tecnológica es primeramente capitalista y nosotros somos los vasallos. Por eso el síntoma es el incidente global de Microsoft, pero la enfermedad es la no innovación aquí.