En las últimas semanas, en Barcelona han tenido lugar dos reuniones, el Consejo Ejecutivo de ONU Turismo y la convención anual de Turismo de Barcelona, ambas con mensajes interesantes.

En el primer foro, se expone la reapertura de Asia y el Pacífico al turismo en el 2023 y se prevé que más de 1.200 millones de persones viajen fuera de sus países durante el 2024, un incremento del entorno del 22% respecto al año anterior. La conectividad del área y las facilidades en la obtención de visados explican parcialmente las facilidades en la movilidad, siendo el principal destino Europa (Francia, España, Italia, Reino Unido, Países Bajos y Alemania), debido en gran parte al patrimonio histórico y la seguridad. Seamos honestos, viajamos más y cada vez más lejos.

En el segundo foro, existe el discurso entre el sector privado y la Administración, especialmente la municipal, y se expresan signos claros de la necesidad de colaborar y abandonar enfrentamientos estériles, se reconocen los retos, las oportunidades, y las necesidades que son comunes.

Sirvan estas dos menciones para hacer una reflexión y unas propuestas.

Fruto del Covid, y sin entrar en el debate sobre el modelo productivo, que hemos mencionado en algún otro artículo, en la actualidad, en España, Cataluña y Barcelona el turismo representa uno de los grandes activos económicos. Nadie quiere matar el turismo, hemos madurado en el proceso de diálogo, incluso en el propio sector turístico; hay que ofrecer un enfoque más cualitativo. El modelo de crecimiento cuantitativo, ad infinitum, está generando fisuras entre muchos actores sociales y económicos.

Dicho esto, dos son los aspectos que considero que deberíamos profundizar, uno es el laboral y el otro es el fiscal.

En el laboral, en la medida que avanzamos hacia un modelo turístico anual, especialmente en el mundo urbano, deberíamos mejorar el sistema de contratación fijo discontinuo hacia una máxima estabilidad, especialmente para la restauración. Seamos conscientes de que la calidad de vida de nuestras ciudades depende en gran medida de la situación en la que vive su ciudadanía.

Muchos de los trabajadores de la hostelería, restauración y movilidad, entre otros, viven en situaciones de precariedad habitacional y laboral. Ese entorno no debería ser hostil para ellos, es por eso por lo que mejorar su marco laboral, de formación, de estabilidad, es pieza clave en una oferta de mejora cualitativa tanto para turistas como residentes.

En el ámbito fiscal, sin olvidar el impacto que tienen para Haciendas el IAE, el IRPF y los IBI que genera el turismo, hay un aspecto en el que creo que debemos reflexionar y profundizar. La llamada tasa turística, con un recorrido aún dispar en España. Este recorrido y su destino nos lleva a plantear alguna nueva aproximación.

Su concepción inicial era captar recursos para mejorar la promoción, pero actualmente tengo algunas dudas sobre su mejor utilización en los formatos tradicionales: hay que priorizar los segmentos que nos ofrezcan más valor añadido, las redes sociales y la celebración de determinados eventos culturales, deportivos (Eurocopa 2024, JJOO de París, Copa América, Fórmula 1, Tour de Francia, Primavera Sound, Sónar), porque proyectan con mucha fuerza las marcas de las ciudades y sus territorios inmediatos. El éxito de determinadas actividades, y el incremento de viajeros en y de todo el mundo, lleva a mucha gente a vivir con desazón ese incremento/auge en su propio territorio.

Junto a los problemas de vivienda para los residentes potenciales y trabajadores del sector (Baleares, Canarias, entre otros) por la mutación de oferta hacia el alojamiento turístico, estamos incubando un malestar social creciente, como también la pérdida de identidad de los territorios, la homogenización comercial (no importa el nombre de la calle, las tiendas son las mismas siempre…).

Tenemos que pensar en el destino del dinero que genera la llamada tasa turística. ¿Hemos de pensar en una tasa de uso diario de ciudad/territorios? ¿Pagar por acceder, usar, utilizar, visitar lugares? En los espacios cerrados ya se hace. La tasa turística está basada en la actualidad solo en los que pernoctan en establecimientos legalizados y en función de su categoría, independientemente de su ubicación, sin contemplar otros actores.

No nos engañemos, la economía del visitante genera riqueza, pero también dificultades, ampliemos la visión y perspectiva de su fiscalidad, porque tenemos un problema con la vivienda, necesitamos más oferta y los visitantes deberían ser una oportunidad para reforzar la financiación pública de esa vivienda.

Los recursos que perciben los ayuntamientos no pueden ir solo destinados a mejorar la promoción, la limpieza, la seguridad del espacio público. ¿No deberían poder financiar un fondo público para generar vivienda asequible, rehabilitación y otros servicios básicos? Por no citar la carestía del agua. La idea de climatizar escuelas en Barcelona con ese dinero es un buen ejemplo.

Si la gente no percibe de forma directa y clara los beneficios del turismo, se puede generar un malestar de populismo fácil. Cierto es que las posibilidades están en función de los ingresos que percibe cada ayuntamiento y no siempre están equilibrados los problemas y los recursos, pero debemos cambiar la aproximación de una visión exclusiva por municipios. Es un reto transversal que afecta a muchas localidades.

Bienvenido quien nos visite, pero que respete nuestra cultura, y nuestros lugares icónicos, y también que colabore en la sostenibilidad de nuestros servicios.