Puigdemont lo ha intentado todo en esta campaña. Apeló a la fibra del independentismo más adocenado, levantó a sus masas y, fruto de ello, se ha merendado a ERC, pero ha tenido que hincar la rodilla frente a la victoria incontestable de Salvador Illa y al inapelable avance del bloque constitucionalista. Veremos qué pactos pueden alcanzarse finalmente, pero las votaciones de ayer en Cataluña exhibieron un titular en mayúsculas: Barcelona ha estoqueado al independentismo. Por primera vez, los resultados de la capital catalana y de su provincia le han cerrado la espita de oxígeno al conjunto de partidos independentistas que albergaban el sueño de seguir pintando en Cataluña bajo el mando del expresidente Puigdemont

Barcelona y su zona de influencia ha sido decisiva. El sistema del cómputo electoral siempre le ha pasado factura a la urbe catalana. Sus votos valían menos que los de las comarcas del interior, menos pobladas, pero en esta ocasión las apuestas de Barcelona -ha encumbrado a Illa y le ha dado un espaldarazo al constitucionalismo de derechas con magníficos resultados del PP y de Vox- se ha traducido también en la lista final de los escaños obtenidos en Cataluña. El pulmón independentista permitió un buen resultado de Junts, pero los pinchazos de ERC y la CUP arrojaron sus esperanzas por el retrete. Ni siquiera pueden contar con la ayuda de Aliança Catalana -de hecho la rechazaron de antemano- que se ha colado en el Parlament debilitando las posibilidades del otro partido independentista de derechas. 

Habrá que ver qué papel juega el partido que se ha llevado el mayor bofetón de la jornada, ERC, ante un posible apoyo a Illa que en clave de Barcelona ciudad quizás podría también reforzar la posición de Jaume Collboni, huérfano de apoyos que le permitan una gobernabilidad del consistorio más plácida que la que ha tenido hasta el momento.

El apoyo a Illa en la capital catalana y su área metropolitana ha sido decisivo. Más allá de las piruetas de Pedro Sánchez con sus consultas con la almohada, el electorado ha colocado al PSC en la mejor posición de su historia en unas elecciones autonómicas. Pero la ciudadanía también le ha dado un espaldarazo clave a Alejandro Fernández, el candidato del PP, que le ha permitido igualar el resultado que obtuvo en su día el finado Josep Piqué. El político popular esbozaba ayer una sonrisa que le hacía levitar. No es para menos. Su vida ha cambiado mucho en las últimas semanas. Ha pasado de llevar una diana en la frente a fumarse un puro por la acera de la calle Génova, crítica con su perfil. En la política, como en el fútbol, todo depende de que la pelota, o el voto, entre. En la portería o en la urna. Y hoy las urnas han querido borrar cualquier posibilidad de volver a plantear una escaramuza que maree a los catalanes con ideas imposibles de independencia. Veremos como finaliza la letra pequeña de la jornada de ayer, pero la mayoría de catalanes quizás puedan empezar a respirar tranquilos. Ya era hora.