Quilombo en el dialecto lunfardo, hablado en los bajos fondos bonaerenses, significaba en una primera acepción casa de citas, y posteriormente en otra más depurada, caos e incertidumbre. Esta última es la que me refiero para definir la Cataluña del 12M. Estas elecciones anticipadas nos abocan a un escenario cargado de incertidumbre e inestabilidad institucional consecuencia directa de los años entrópicos del procés.
El desencadenante de esta cita electoral se encuentra en la oposición por parte de los comunes al macroproyecto Hard Rock, considerado por esta organización como el sumun del capitalismo especulativo. Con esta hábil maniobra, los comunes se cargaban la legislatura catalana, ponían en peligro la gobernabilidad del Ayuntamiento de Barcelona y amenazaban la estabilidad del Gobierno de Coalición. Se trataba de forzar una posible entrada de Colau y los suyos en el equipo de gobierno de Barcelona, cosa que hasta el momento no han conseguido.
El procés no solo pervirtió la vida política e institucional catalana, sino que trasladó la confrontación política al terreno de las esencias identitarias, obviando las necesidades reales de los ciudadanos.
El escenario enrevesado del 12M se caracteriza por una fuerte confrontación interna en el seno de los partidos secesionistas. Es muy relevante la fuerte fragmentación del antaño espacio convergente. Un espacio okupado por la fracción mayoritaria del egocéntrico caudillo Puigdemont, que ha convertido a la antigua Convergencia en un puro instrumento a su servicio como indica el título de la candidatura que encabeza: Junts + Puigdemont per Catalunya. Sin duda el expresident, en ocasiones un verdadero muerto viviente impregnado de un egocentrismo enfermizo, representa la parte más esotérica del procés. El cierre de la campaña electoral podría ser la fantasmagórica aparición del fugado para ser detenido y elevado a la categoría de mártir y héroe de la llamada República Catalana.
Intentan competir en ese espacio posconvergente la ripollense Silvia Orriols, la Vox del secesionismo, y los restos del naufragio de la ANC liderados por la simpática pareja Ponsatí y Graupera, inasequibles al desaliento.
ERC se encomienda a la Virgen de Montserrat a través de la mediación de mosén Junqueras. Llama la atención los esfuerzos del honorable Aragonés García desde el día que juró el cargo, intentando que el mundo se entere de que él es el president. En su partido son Junqueras y Rufián quienes lideran el protagonismo mediático. Su retórica de última hora sobre el dret a decidir suena poco creíble.
Por si fuera poco, es visto por muchos secesionistas como el okupa que se sienta en la silla del president en el exilio el verdadero president de Catalunya. En su última performance, Aragonés García lleva la campaña catalana al Senado y convierte su intervención en ataque y descalificación al Gobierno del PSOE, facilitando la estrategia del PP sobre la amnistía.
Para completar el escenario secesionista aparecen los antisistema de la CUP, instalados en una fuerte confrontación interna y en permanente búsqueda del paraíso perdido.
En la otra orilla de los no secesionistas, figura el PSC con bastantes posibilidades de ganar las elecciones, pero con dificultades ciertas para poder gobernar una Cataluña posprocesista. El caso Koldo y la forma con la que sean capaces de explicar la amnistía entre los votantes constitucionalistas determinará su éxito electoral. El candidato Illa y el PSC se presentan como la esperanza del cambio hacia la recuperación de la normalidad ciudadana y económica, abriendo una nueva etapa, basada en el diálogo y la cooperación institucional que permita superar la década perdida del procés.
La clave de su éxito radicará en su capacidad para convencer al electorado de la necesidad de recuperar la Catalunya de tots secuestrada por el secesionismo. Una Cataluña plural, solidaria con el resto de España y bilingüe frente al sectarismo secesionista empeñado en la instrumentalización de la lengua catalana como elemento de confrontación entre catalanes.
El PP crecerá recogiendo una parte significativa del voto de Cs, partido al que el egocentrismo enfermizo de su fundador Rivera y la inoperancia institucional de su sustituta Arrimadas ha llevado al borde de la desaparición y la irrelevancia. Vox no atraviesa su mejor momento, al ir ocupando el PP parte de su espacio electoral. No es mejor la situación de Comuns Sumar, enfrascados en un enfrentamiento suicida con Podemos siguiendo el ejemplo histórico de una izquierda instalada en su propia autodestrucción y en el permanente enfrentamiento de los egos de sus dirigentes.
Agotado el procés y en fase de folclorización, entramos de lleno en un escenario caracterizado por las dificultades en alcanzar mayorías estables, lo que nos podría abocar a una repetición electoral.
Urge que el secesionismo deje de tener secuestrada una Cataluña en manos de una minoría identitaria que ha llevado el país hacia el abismo de la irrelevancia. Ha llegado el momento de pensar en los ciudadanos de Cataluña y no en las miserias egocéntricas de un fugitivo, las ensoñaciones de un redentor y los egoísmos partidistas de un victimismo irredento…