Finalizadas las vacaciones de Semana Santa, con otro récord de visitantes en nuestro país, en la mayoría de las diferentes destinaciones, playas, ciudades o montañas y con la lluvia habitual en los lugares de celebraciones religiosas, nos adentramos entre la primavera y el verano hacia las vacaciones tradicionales de julio y agosto.

Las llamadas fechas veraniegas son las tradicionales para que España se convierta en uno de los destinos predilectos para una gran mayoría de ciudadanos, trabajadores y clase media de los países del norte y centro Europa.

La Unión Europea, en el informe que ha publicado su Joint Research Centre, con Copernicus y el Emergency Management Service, sobre los mapas de calor y sequías en la cuenca mediterránea refleja una realidad que puede modificar muchas conductas y hábitos.

Estamos descubriendo los riesgos de la sequía en determinadas zonas de Europa, especialmente en toda la cuenca Mediterránea, y también hemos incorporado a nuestro vivir cotidiano las llamadas olas de calor, temperaturas más propias hasta ahora de otras latitudes.  

¿Pueden afectar estas olas de calor a los posibles visitantes? Leyendo la prensa de los países del norte de Europa, se empiezan a observar campañas para modificar destinos y costumbres, por ejemplo, el Financial Times hace pocos días promocionaba Asturias.

¿Qué puede suceder? ¿Qué podemos hacer?

Las reacciones al calor, que en los lugares con sol y playa se puede aguantar mejor, porque con el chapuzón es más fácil, es un argumento que no podemos frivolizar: los riesgos para la salud también existen y especialmente con infraestructuras débiles ante el incremento de ciudadanos en determinados periodos del año. Pero el reto es: ¿qué sucede con el turismo de ciudad? ¿Tenemos las ciudades preparadas para estas olas de calor? ¿Podemos asistir a cambios de hábitos y estaciones? Nuestro invierno se está convirtiendo en el verano de muchos países europeos. La primavera ahora es eterna.

Observemos nuestras terrazas, bares, cafeterías a cualquier hora del día, incluso al anochecer. Este previsible cambio puede llevar a un nuevo perfil de visitantes, edades y necesidades. Siempre hemos hablado de turismo de calidad, más sostenible. Podría ser que ese calor sofocante que últimamente nos acompaña en determinadas semanas del año conlleve la disminución de determinados visitantes con esos calores y la aparición de nuevos visitantes en otros periodos del año. El teletrabajo y otras formas de regulación laboral ¿pueden generar nuevas culturas laborales/vacacionales?

La desestacionalización del turismo en nuestro país es un gran reto y con temperaturas más extremas, una oportunidad, pero no olvidemos que en esta tesitura meteorológica hay otros países en el Mediterráneo, como Grecia, Italia, sur de Francia, por no hablar de los países de la ribera sur del mediterráneo. Ajustar ofertas y servicios es prioritario.

La buena gestión ante los nuevos desafíos de los cambios climáticos que se están sucediendo debe ser un elemento diferenciador en la competitividad de los territorios. Para muchas ciudades es un nuevo reto tener que convivir con agua escasa y más calor. Pronto podremos asistir a la experiencia de una gran ciudad, París, y su gestión de los JJOO en verano. Tal vez hemos de ofrecer con más ahínco otros periodos, no solo los vacacionales clásicos, y presentar nuestras ciudades para otros fines y periodos del año.