La cotización de las acciones de Grífols no lo está pasando nada bien desde que una casa de análisis vinculada a un fondo bajista se cebó con su valor. La mecánica es tan clara y legal como perversa e inmoral, Gotham Research disparó y el fondo General Industrial Partners (GIP) se hizo con la presa. GIP vendió en corto acciones que no poseía, Gotham emitió informes y hundió la cotización, momento en el cual GIP compró las acciones que necesitaba para cubrir sus posiciones a precio de derribo. Más allá de la situación de las empresas en las que se fijan Gotham y GIP, la mecánica con la que actúan puede ser legal, pero lo que hacen se parece bastante a la manipulación de precios.
Por más que lo justifiquen los defensores de la libertad del mercado, la venta en corto sirve para dotar de una mayor liquidez a los mercados; esta práctica carece de sentido económico, solo sirve para especular. Pedir prestadas unas acciones para venderlas esperando que baje su precio para comprarlas más baratas y devolverlas es algo contra natura, como contra natura es que quien custodia unas acciones las preste sin el consentimiento de sus propietarios, en busca de hacer todo lo posible por hundirlas.
A la luz de esta práctica aparece una cohorte de listos y, desde luego, los de Gotham City lo son porque ya han atacado de manera inmisericorde a varias empresas, arruinando alguna de ellas como Gowex. La situación de Grífols parece distar mucho de la Gowex, pero es cierto que tiene algún pecadillo como demuestra la evolución del valor de sus acciones.
La primera caída, de un 40%, hizo que los buitres sacasen un gran beneficio, pero su salida del accionariado y la confianza del resto de accionistas hizo que los daños se redujesen y llegó a estar “sólo” un 16% por debajo de la cotización de antes de la embestida. Lo malo, lo peor, es que tras las explicaciones los inversores no se han quedado tranquilos y la acción ha vuelto a caer a valores similares a los inmediatamente posteriores al ataque. La cotización está lejos de la zona de peligro, vale lo que valía en otoño de 2022, pero las dudas no se han disipado, entre otras cosas porque las respuestas ni son rápidas ni suficientemente contundentes.
Los informes de la empresa, la lenta respuesta de la CNMV y el silencio de los auditores no han despejado las dudas, o la sensación de duda, y más bajistas han comprado acciones, esperando malas noticias o, simplemente, especulaciones.
Grífols es una empresa que ha crecido mucho tanto de manera orgánica como inorgánica y eso ha implicado tener que endeudarse mucho, algo sencillo y barato hace unos años, aunque ahora ya no es ni tan sencillo ni tan barato. Además, parece que las fronteras entre la empresa cotizada y la propiedad no son tan nítidas como les gustaría que fuesen a los accionistas. Deuda y gobernanza estaban así desde hace tiempo, habiendo pasado el escrutinio de auditores, supervisores y analistas. Pero ha tenido que llegar un informe salvaje producido por una casa de análisis con un claro conflicto de interés para que fuese igual lo que dijesen auditores, supervisores y analistas y las dudas se han extendido.
La confianza cuesta mucho ganarla, pero se pierde de manera muy rápida. Grífols va a sudar tinta para recuperar la confianza de los mercados y el informe de marras va a lastrar su cotización por un buen tiempo, tanto que ha atraído a más especuladores bajistas. Es improbable que colapse como hizo Gowex, porque más allá de deuda y gobernanza Grífols es un empresón, tanto que, según los informes de Wikileaks, es una de las 300 empresas estratégicas para los propios Estados Unidos. Pero por ser una buena empresa debilitada puede ser susceptible de opa al estar ahora a muy buen precio, tanto que ahora vale en bolsa la mitad de lo que dice su contabilidad o, como poco, puede estar forzada a malvender alguna unidad para rebajar la deuda. Ojalá la denuncia interpuesta contra Gotham sea el comienzo del final de este lúgubre episodio, aunque, me temo, el serial no ha terminado.