Con retraso respecto a otras partes del mundo, también en España se está produciendo tanto en la opinión publicada como en la sociedad civil una reacción a favor de la energía nuclear o, como mínimo, contraria a prescindir de los siete reactores todavía en funcionamiento y que nos proporcionan más del 20% de la energía que consumimos.

Frente al obstinado plan del Gobierno de ir cerrando todas las centrales hasta 2035, siguiendo la absurda estela de Alemania, es llamativo que en pocos días hayan coincidido las polémicas declaraciones del expresidente del Gobierno Felipe González, el artículo en La Vanguardia del exconsejero de Economía Andreu Mas-Colell, y la aparición de Econucleares, la primera asociación ecologista partidaria de la energía nuclear, presidida por el ingeniero Marc Altés.

No es la primera vez que González se declara pronuclear. Pese a la oleada de descalificaciones, acertó en Sevilla cuando criticó lo mucho que se han sacralizado las renovables como si fueran absolutamente limpias en contraposición al rechazo ideológico contra la energía atómica civil. No obstante, contraponer renovables y nuclear es un error de comunicación por su parte, pues en la transición hacia la descarbonización son aliadas.

Es cierto que las renovables no son la panacea, pues también contaminan en su proceso de fabricación y cuando envejecen hay que eliminar miles de toneladas de residuos, aunque en buena medida se pueden reciclar y ese en cualquier caso no es su mayor inconveniente. Una economía industrial no puede funcionar solo con energías variables (solar, eólica, etcétera) sin solucionar antes el problema del almacenamiento, de las baterías. En cambio, la nuclear puede ser considerada como una de las energías más limpias, solo por detrás de la hidráulica, si bien no podemos olvidar que sus residuos radioactivos duran cientos de años y se tienen que gestionar con protocolos de altísima seguridad.

Todo tiene sus pros y sus contras. En cualquier caso, la disyuntiva no es entre energía nuclear y renovable, que son complementarias, sino que el debate debería girar sobre la alternativa al cierre en España de las nucleares. Por desgracia, el Gobierno prefiere, aunque lo esconde, abrir más centrales de ciclo combinado, lo cual es antiecológico, al igual que en Alemania la alternativa al cierre nuclear ha sido el carbón polaco y el gas ruso frente a la promesa renovable.

También Mas-Colell se ha apuntado, aunque con timidez, al grupo de los partidarios de continuar con el uso de la energía nuclear, si bien descarta que sea una opción de futuro por su peligrosidad. Digamos que, como ya hizo con el asunto de la independencia, busca siempre hacerse perdonar.

Como académico y científico no puede ignorar sus ventajas y que la prioridad absoluta es la descarbonización si queremos luchar contra el cambio climático. Pero tampoco quiere aparecer como un pronuclear de firmes convicciones, y repite el argumento de las fugas radioactivas de los accidentes de Tree Mile Island, Chernóbil y Fukushima, pero escondiendo que fueron desastres excepcionales e irrepetibles, que no causaron ninguna matanza, a lo sumo unos pocos cientos de personas. También prefiere ignorar que la seguridad nuclear es enorme. Es menos probable un accidente en una central que un avión se estrelle, y no por eso dejamos de volar ni consideramos que sea un transporte peligroso. En cualquier caso, bienvenido Mas-Colell al club de los ecologistas nucleares.

Porque el asunto va de ecologismo o, por lo menos, de luchar para evitar el peor escenario del cambio climático. Por eso, el nacimiento de Econucleares es tan positivo. Los partidos políticos son cobardes y, en España, ni tan siquiera el PP defiende abiertamente la energía nuclear. Tristemente, solo lo hace Vox, y seguramente por llevar la contraria al resto. En cambio, miremos a Finlandia, donde el partido verde en el Gobierno se ha hecho pronuclear por puro ecologismo.

Por fortuna, en nuestro país, las encuestas señalan un claro cambio de tendencia en la opinión pública con una disminución del viejo rechazo irracional a las nucleares. Frente a la crisis energética y medioambiental que nos atenaza, al final la gente acaba pensando con la cabeza. Necesitamos más renovables, sobre todo en Cataluña, que estamos en la cola de España, pero también una nueva apuesta por la energía nuclear, cuya tecnología se ha sofisticado muchísimo con los reactores modulares pequeños. Solo hace falta que entre todos nos rebelemos contra tanta estupidez.