Junts se rompe en dos y el PP muestra sus dos caras. Los soberanistas ponen en peligro su pacto con el PSOE y el PP de Feijóo abre la puerta a la negociación sobre el Decreto Ómnibus inclinándose por un espacio, que se previene contra él, un autoproclamado repentino de maneras galantes.

Estamos ante la gran ocasión de presenciar un debate económico entre Gobierno y oposición, al margen del soberanismo ramplón. Está en juego un paquete anticrisis que afecta a 15 millones de españoles entre pensionistas con una subida del 3,6%; rentas de máximo 40.000 euros al año deflactadas por el IRPF; parados de más de 52 años; ciudadanos que disfrutarán de bonos transporte; familias afectadas por la modificación del IVA en alimentos frescos y otras variables del destino común llamado nivel de renta. El PP quiere reducir más la carga impositiva, mantener el IVA a cero en alimentos o modificar a la baja las subidas de la tarifa de la luz y del gas previstas por el Gobierno. Bienvenido.

“Es la economía, bobo”, la frase que recordamos todos de Bill Clinton en su llegada a la Casa Blanca puede estar en la cabeza de Feijóo y en los nuevos modos de Cuca Gamarra. Si se impone esta lógica, la perdedora será Ayuso, cuando dice que a Sánchez “ni agua”. Habremos entrado en una etapa de política de Estado sin complejos. Veremos el lujo dialéctico de la nosografía, al tiempo que nos acercaremos al carácter psicoanalítico del líder popular con ánimos pausados, gracias a la más que probable mayoría absoluta del PP en Galicia.

El líder conservador dejará de ser un ciudadano ordenado y casto, de lívido ideológica recogida, para aceptar los regalos de la diosa Ocasión. El PSOE le ha puesto en bandeja la economía, el relato prístino, venerado por casi todos, aunque nadie se atreva a discutir a la fuente de sus dictados: Bruselas. Con el añadido fundamental e inesperado de que las medidas del Decreto Ómnibus deber superar el examen de hoy, 11 de enero en el pleno del Congreso, o de lo contrario peligran 10. 000 millones de euros de la UE del acuerdo Madrid-Bruselas sobre los fondos Next Generation. Todo es demasiado bonito y vendible ante la opinión como para tirarlo al fondo de la alcantarilla.

Si Feijóo se aplica puede empezar, al fin, la casa por las pilastras. Tiene ante sí la posibilidad de desenfundar los datos con los que salió ganador en aquel célebre debate televisivo de antes de las autonómicas y municipales de mayo; siempre que, esta vez, presente los números en orden, sin utilizarlos antes de sumarlos. No le queda otra que tratar de vencer a Sánchez desde la razón; difícil porque, se diga lo que se diga, el presidente es elocuente; su pausa encierra solemnidad ante los fabricantes de palabras que hablan por el pinganillo de los populares.

A los de Junts no los hemos visto debutar en serio, ya que, hasta ahora, solo ha vertido exigencias ante un partido necesitado de proclamación. Los fatalistas de Puigdemont quieren convertir Cataluña en una Jerusalén liberada, pero les falta la prosopopeya del sorrentino Torcuato Tasso, el Pentito de los Etéreos, poeta del quinientos, enfermo de poesía, al servicio de duques y condotieros.

Los juntaires vierten órdenes apalabradas en el petit chateau del exilio, pero no han dado a conocer su punch en la batalla dialéctica de los aforados. Algún día se las verán con Ayuso, si Feijóo pierde la batalla de la economía. Para empezar, ya saben que la dama trata de “ocurrencia” las mascarillas obligatorias y las autobajas por enfermedad leve. Ella abre el fuego de su habitual guisa contra su vieja conocida, la ministra de Sanidad, Mónica García.

Quizá es que, a falta de consultorios privatizados, de Zendales desiertos y de otras luces, Ayuso ve soluciones en el doctor quevedesco de “linda muda, sortijón de esmeralda en el pulgar y sombrerito de tafetán”. Ya saben, diagnóstico de galeno, con fonendo y reloj de pulsera, o no hay baja que valga.